lunes, 4 de noviembre de 2024
Casa Lahusen Comodoro Rivadavia. Foto: Celso Rey García

En 1907 Hood vuelve a Cholila bajo el nombre de Roberto Evans. Allí se vuelve a encontrar con Roberto Knight Perkins, a quien le propone asociarse y partir juntos al sur en busca de minerales. Perkins entusiasmado con la idea de hallar oro en el sur, vende la hacienda que tenía y parten juntos rumbo al lago Buenos Aires, en el noroeste del Territorio de Santa Cruz, en busca del dorado metal.

Ya allí, las cosas no les van muy bien: no dan con la veta salvadora y, para colmo de males, se les incendia el campamento. A fines de diciembre de ese mismo año de 1907, aprovechando que la Compañía Baker hacia un arreo de toros hacia San Julián, deciden aprovechar la ocasión y trasladarse a la costa para ver si tenían mejor suerte.

Según el relato de Asencio Abeijón, en enero de 1908, Francisco Manfredi, que hacia el correo entre Comodoro Rivadavia y Sarmiento en un birlocho de cuatro ruedas tirado por dos caballos, los cruza en Pampa de Castillo. Los gringos venían con una hermosa tropilla y traían Winchester colgados en los tientos de la parte trasera de la montura y pistolas Parabellum en los tientos de la parte delantera; los forasteros lo saludan llevándose la mano al sombrero. Esa misma tarde llegan al establecimiento ganadero y de hospedaje de Cruz Abeijón, en La Mata, paraje ubicado a tres leguas de Comodoro Rivadavia.

Allí los gringos beben Whisky, bromean con los niños, departen amablemente con el dueño de casa y le comentan sus intensiones de conseguir buenos campos para la cría de ganado: ¡el viejo cuento!

A media mañana del día siguiente, tras desayunar y beber Whisky, Evans y Perkins se dirigen a Comodoro, dejando en La Mata al peón con la tropilla.

El asalto a la casa Lahusen

Ya en Comodoro, Perkins y Evans se dirigen a Casa Lahusen, una importante firma comercial de la Patagonia, en cuyo local además funcionaba provisoriamente la agencia del Banco de la Nación. Después de cambiar el documento que llevaban y, de paso, estudiar detenidamente el movimiento de este local, los bandoleros (necesitados de capital para recuperarse de las pérdidas sufridas y seguir tentando surte en la minería o en la ganadería) deciden finalmente dar el golpe.

Vuelven a la Mata a buscar a Sánchez. Después de pagar la cuenta parten por la noche para “aprovechar la fresca”. Tres leguas al sur de la ciudad cortan los alambres del telégrafo de poste a poste, unos ochenta metros, ocultándolos a unos cincuenta metros del lugar, para incomunicar a la ciudad y retrasar al máximo el aviso policial del robo planeado para el siguiente.

La tarde del 6 de febrero de 1908, los tres forasteros, Perkins, Evans y el peón Sánchez, se dirigen al lugar prefijado, la Casa Lahusen, ubicada en la zona más poblada de la ciudad.

Pero, inesperadamente, algo falla y el silencio de la tarde comodorense es quebrado por el sonido de tres disparos. El tiroteo se produjo frente mismo a la Casa Lahusen, donde estaban los tres malhechores preparando el asalto. En esas circunstancias, el peón chileno, pretendiendo (al parecer) aprovecharse de la ocasión, reclama una mayor parte del botín. Tras la insubordinación de Sánchez, los tres hombres discuten violentamente, hasta que Perkins le efectúa tres disparos a quemarropa al chileno.

Después del tiroteo, Evans y Perkins se dan a la fuga al galope, al tiempo que disparan sus pistolas máuser sobre los techos de las casas de comercio. Según la crónica de la Prensa, “la policía no concurrió aunque el hecho se produjo en el barrio más poblado”. Los bandoleros huyen por el “camino de los Boers”. Finalmente, el comisario, el juez de paz y el subprefecto salen en persecución de los malhechores.

Repercusiones del fallido robo

Después del tiroteo, el peón Sánchez, que había quedado herido, es trasladado a un hotel, donde el doctor Luis Daquilla le practica las primeras curaciones. Del examen profesional surge que el chileno presenta tres heridas, una en el cráneo que le fractura el parietal, otra en el brazo derecho con fractura de humero y la última en la mano, que le fractura el metacarpo y le troncha el dedo meñique.

Después del incidente, los socios se separan: Evans se dirige a la zona cordillerana de Río Pico, en tanto que Perkins regresa a Cholila, donde Daniel y Mansel Gibbon le habrían facilitado dinero para escapar de la región.

Tres años después, en septiembre de 1911, a raíz de las declaraciones de testigos en la causa seguida por el secuestro del estanciero Ramos Otero, el juez Navarro Careaga solicita la captura de Perkins, que es detenido en la Capital Federal. Mientras está detenido, Perkins niega su responsabilidad en resonantes declaraciones al diario La Nación, donde declaró que Evans y él se habían dirigido a Casa Lahusen solamente para poder cambiar los documentos que habían recibido en San Julián, y no para asaltarla. Mientras estaban preparándose para volver a Cholila se produjo la discusión entre Evans y Manuel Sánchez, el peón chileno que había contratado para que lo ayudase en la búsqueda de minerales, ya que Perkins había contraído reuma. Según en bandolero detenido, la discusión se produjo porque Sánchez se quería quedar en Comodoro y se negaba a seguir acompañando a Evans. Como los dos estaban ebrios, la discusión se subió de tono, hasta que el chileno echó mano a la cintura como para sacar el revólver, pero Evans, más rápido, sacó el suyo primero y le efectuó dos disparos a Sánchez, el que huyó, por lo que Perkins y Evans pensaron que no había sido herido. Aparentemente la justicia creyó a Perkins, ya que luego sería dejado en libertad.

Fragmento rescatados del libro “Buscados en la Patagonia”, de Marcelo Gavirati

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