martes, 14 de enero de 2025

El 3 Agosto de 1823, fallecía en Buenos Aires a sus jóvenes 25 años, María de los Remedios de Escalada, víctima de una implacable tuberculosis que poco a poco fue mellando su salud hasta el fatal desenlace.
Por entonces, San Martín, que había dejado de ser hombre público, se hallaba en Mendoza imposibilitado de marchar hacia Buenos Aires a causa de la animadversión del gobierno de Rivadavia, tanto así que en Mayo de 1823 el Libertador no pudo ir al encuentro de su moribunda esposa, debiendo suspender el viaje al enterarse que sería detenido durante el trayecto.
El estado de salud de Remedios era acuciante, extremo que angustiaba al Gran Capitán, así lo atestigua la carta que escribió a Nicolás Rodríguez Peña y las que recibió de Tomás Guido, y Blanco Encalada en Junio y Agosto de aquel aciago año que presagiaban el triste final.
El 20 de noviembre de 1823, casi cuatro meses después del fallecimiento de Remedios, San Martín partió de Mendoza rumbo a Buenos Aires, haciendo el trayecto en catorce días de marcha. Inmediatamente, se dispuso a honrar la memoria de difunta esposa, para ello erigió una lápida sobre la cual hizo grabar lo siguiente: “Aquí yace Remedios de Escalada, esposa y amiga del General San Martín”.
Al respecto, Florencia Grosso (académica del Instituto Nacional Sanmartiniano) sostuvo “Desvalida y solitaria encuentra el Libertador la sepultura de Remedios en el descampado de la Recoleta. Temprana ocupante, aún no se alzan en su entorno tumbas patricias y es la suya un exiguo espacio de tierra removida. Él le ofrendó la simple dignidad del mármol y un epitafio de austeridad sanmartiniana”.
Empezaba para San Martín el largo camino de su ostracismo voluntario, lo hará en compañía de su hija amada que tantas satisfacciones le dará, y que cuidó hasta el suspiro final al viejo guerrero.
Cinco días después de la muerte del Gran Capitán, el 22 de agosto de 1850, Adolphe Gérard, el último amigo de San Martín, publicó una extensa y notable necrológica en el número 121 del periódico L´Impartial de Boulogne Sur Mer, entre otras cosas escribió “De acuerdo a sus deseos, sus restos mortales serán conducidos a América para reposar al lado de los de su esposa…”.
Al respecto, cabe señalar que el 23 de enero de 1844, el Libertador testó por tercera y última vez. La cláusula cuarta de su testamento no deja lugar a dudas en cuanto a su morada final “Prohíbo el que se me haga ningún género de funeral y, desde el lugar en que falleciese, se me conducirá directamente al cementerio sin ningún acompañamiento; pero sí desearía el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”.
La repatriación de los restos del General San Martín demandó un largo viaje de treinta años, que finalmente tuvo lugar el 28 de mayo de 1880.
Sin embargo, su deseo de descansar en el Cementerio de Buenos Aires, cerca de su “esposa y amiga” se vio trastocado, será la Catedral de Buenos Aires la última morada del prohombre de América.

Vía Miguel Ángel Martínez

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