miércoles, 4 de diciembre de 2024
El presidente Bolsonaro, durante un acto electoral en la periferia de São Paulo, este fin de semana.

La distancia entre el expresidente Lula y Bolsonaro se reduce ya a solo tres puntos, según el último promedio de encuestas realizado por EL PAIS. De mantenerse, esta distancia sería más que suficiente para darle la victoria. Pero los 7,6% de indecisos que todavía quedan entre los votantes probables estimados por las casas encuestadoras impiden sacar conclusiones en firme.

Los resultados anticipados por el promedio en este momento son notablemente parecidos a los observados en las urnas durante la primera vuelta, cuando alrededor de un 7% de votantes escogieron terceras opciones distintas a los dos cabezas de la carrera. Esto sugiere que, en realidad, es en esa fracción donde se terminará por decidir todo.

Pero mientras lo hace el destilado que queda en la opinión pública es claro: la victoria de Lula hace ya más de una semana que no se da por hecha, como sí era moneda común en los meses inmediatamente anteriores a la elección. Y Jair Bolsonaro ha logrado reenmarcar su candidatura como viable. La evolución del descenso de la brecha entre ambos retrata a la perfección esta dinámica.

Ciertamente, se trata en cualquier caso de cambios en márgenes muy inferiores a los que supondría simplemente la asignación final a uno de los dos campos (o al tercero, el de la abstención) de los declarados indecisos. En cierta manera, tanto el promedio de encuestas como el debate público en torno a ellas está amplificando modificaciones de una magnitud mínima en la población medida: solo el equivalente proporcional a 1 de cada 50 votantes brasileros estaría moviéndose. Esto es por demás lo esperable en una elección que desde el primer momento estuvo caracterizada por la polarización en dos figuras que gustan de ser presentadas como antagónicas, probablemente porque entienden que en ello hay potencial de movilización: el vótame a mí para que no ganen nuestros enemigos. Pero incluso en ausencia de esta dinámica más afectiva, la ideológica seguiría presente. Pocas elecciones en el pasado reciente se han podido presentar a sí mismas ante el mundo como una carrera tan clara entre izquierda y derecha.

En consecuencia, pocas han ganado tanta atención fuera de su país de ocurrencia. Un buen reflejo de esto es la dinámica de los foros de pronóstico de referencia en internet. Metaculus (comunidad compuesta por superpronosticadores aficionados y disciplinados en la labor de plantear una probabilidad día a día para un evento relevante determinado) y PredictIt (mercado en el que uno puede comprar o vender acciones que representan un determinado resultado: por ejemplo, la victoria de Bolsonaro) tienen abiertos sus respectivos telescopios mirando a la carrera hasta Planalto. En ambos casos la victoria de Bolsonaro se considera hoy menos probable que la de Lula. Pero en ambos también la probabilidad ha cambiado sensiblemente en el último mes: la duda se abre camino como respuesta a los resultados del pasado 2 de octubre y a la evolución posterior de las encuestas.

Llegados a este punto resulta difícil separar el ruido de la señal: no está claro si hay un pequeño grupo de votantes que responde a la aparente viabilidad renovada de Bolsonaro afirmando en las encuestas su voto, aunque luego no vayan a hacerlo; si ha pasado lo contrario con la franja débil de Lula (la duda se ha apoderado momentáneamente de ellos aunque luego volverá); o si cualquier pequeño cambio en muestreos o métodos ha producido este movimiento. O si realmente hay una tendencia capturada cuyo final es incierto y en cualquier caso sigue dependiendo de los millones de ciudadanos brasileños que todavía no deciden (o al menos así lo dicen en las encuestas) si escogerán a Lula, a Bolsonaro, o a la abstención.

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