Hace un tiempo, un grupo de amigos recordaba en un importante café una jugosa anécdota de cuando ‘Cacho’, el alto funcionario de las letras, se acercó al dentista en busca de unos arreglos estéticos e implantes, en fechas previas a su casamiento.
El veterano profesional de la medicina charlaba con un amigo mientras el mozo, Picón, con la amabilidad acostumbrada, recorría el tradicional local repartiendo medias lunas a discreción, y del relato surgió una historia sorprendente y a la vez indignante.
Según el cuento del “tordo”, el funcionario de las “letras” se acercó al consultorio odontológico, posiblemente el más afamado y respetado de la Ciudad de Luis, y en forma desenvuelta por la confianza de años le habría pedido la realización de una serie de trabajos de gran costo.
Cuando el conocido profesional –contaba el veterano médico- le pasó el abultado presupuesto, que la obra social no cubre porque es una intervención estética, Cacho lejos de ponerse pálido como le hubiese sucedido a cualquier mortal rápidamente explicó su plan: le pidió al ‘sacamuelas’ que para los gastos que originen las intervenciones requeridas se labrase documentación alternativa y se la cargasen a la Obra Social chubutense. De esta manera conseguiría la dentadura nueva totalmente gratis.
En una sociedad la cual los entongues y arreglos por izquierda es la práctica común, el plan de Cachito habría recibido la cerrada negativa del profesional, quien le dijo, siempre según el médico lenguaraz , “mirá, yo tengo muchos años de Odontólogo, una trayectoria muy conocida y no voy a entrar en estas cosas. Estos trabajos no los reconoce ni corresponde que los pague SEROS, yo eso no lo hago, anda a ver a otro colega que a lo mejor acepta, yo de ninguna manera”.
“No te hagas problemas por los papeles, yo soy funcionario con mucha manija, eso lo hablo en SEROS y lo arreglo”, insistió Cacho, aunque a pesar de su poder se fue con la dentadura vieja, tal como había llegado.