Al norte del paralelo 45, más o menos a la altura de Camarones, asoman unas tocas graníticas de color café y masas basálticas, a menudo rocas a peñascos acumuladas con formas extravagantes y muchas veces con formaciones de cuevas. Junto a la vegetación ya conocida, ahora se suman sauces en el fondo del valle del río Chico, aunque de aspecto bastante débil y mezquino. Casi todos están inclinados hacia el mismo lado a causa de los fuertes vientos. Además se da aquí un arbusto conocido como jume. Tiene pequeñas hojas redondeadas de color gris verde que contienen un jugo salobre, razón por lo cual son muy apetecidas por el ganado, en especial los caballos.
Camarones, que acabo de mencionar, es el puerto natural para toda esa comarca del interior, que resulta ser excelente para la ganadería, sobre todo la ovina, por sus profundos y extensos cañadones ricos en agua y pastizales. Al igual que Comodoro Rivadavia el puerto de Camarones es producto exclusivamente de la naturaleza. Aquí tampoco hay instalaciones hechas por el hombre como para sacarle mejor provecho a las condiciones favorables ya existentes. Y también tiene el mismo problema de carencia de agua dulce. La extensa pampa al poniente de la costa, entre las latitudes 45 y 47 sur aproximadamente y el río Chico o incluso un poco más allá, es una de las regiones más prometedoras de todo el territorio. Aquí están las grandes estancias ovejeras, establecimientos de gigantescas dimensiones de 1.000 0 más kilómetros cuadrados, que con el correr del tiempo han producido una fortuna para sus propietarios, por lo general pudientes ingleses o sociedades inglesas. La “Lochiel Sheep Farming Company” por ejemplo mantiene unos 90.000 ovejas, 3.000 reses y 6.000 caballos en 41 leguas de tierra, el equivalente a 1.025 kilómetros cuadrados. También hay unos alemanes que han reconocido la oportunidad a tiempo para radicarse aquí y dedicarse en grande a la crianza de ovinos, entre ellos los señores Fischer, Schelkly y Tschudi. Donde antaño se extendía un yermo desértico que parecía muerto, ahora florece la vida. Se han construido hermosas casas de estilo europeo, equipadas con todas las comodidades del viejo mundo. Atractivos jardines interrumpen la monotonía de la pampa, como un deleite para la vista. En el campo los ovejeros y peones están trabajando juntos entre los rebaños. Todo el territorio ha ido cambiando su cara gracias a la rentabilidad de la ganadería, en particular por los excelentes resultados económicos de la producción ovina.
Uno de los factores preponderantes a favor de la ganadería ovina es el clima seco y saludable. Se desconocen aquí las enfermedades de animales, tales como la fiebre aftosa, infestaciones de gusanos, entre otras. La única peste que se da a veces es la sarna, pero esa puede ser controlada fácilmente con ciertos cuidados, según me han comentado. Aparte de los recién nombrados cañadones fértiles, el resto de los terrenos de esta región son mesetas baldías, una altiplanicie con suelo de guijarros, pedregoso y casi sin vegetación, prácticamente estéril. No sería correcto juzgar todo el Territorio del Chubut por estos parajes desolados, al igual que por el triste y miserable borde costero frente al océano Atlántico. Más o menos a la altura de Cabo Raso la meseta del río Chico se presenta como muy salvaje y desgarrada con rocas y fragmentos de peñones, desplazando paulatinamente la formación de arenisca con greda y arcilla.
Algunos ovejeros se han radicados en los cañadones. Es cierto, no son dueños de esas tierras, pero no importa. La mayoría de los ganaderos del Chubut siguen siendo nómades y poco les importa si el terreno donde se han asentado y donde están desarrollando su vida fuera propiedad privada o tierra fiscal. El día que se les empiezan a hacer la vida difícil o cuando directamente los expulsan; pues entonces ellos simplemente se van con sus rebaños y le dejan los restos de su rancho inclusive algunos trapos, huesos y viejas pieles como recuerdo al legítimo propietario. Pronto encontrarán un nuevo campo y así sigue la cosa, hasta que en algunos años las ovejas se han multiplicado a miles y esa genta se halle en condiciones de pagar algo de arriendo o incluso para adquirirlo. Es cuando se establece fijo en un lugar y entonces se terminará la vida de nómade. Dejará de trasladarse de un lugar a otro por la soledad de la pampa, aislado del resto del mundo, expuesto a las inclemencias climáticas y aguantando las más duras privaciones. Esa vida dura no obstante, lo han convertido en el verdadero pionero de este territorio, sin intención alguna de querer serlo.
En el río Chico también hay un hombre que se había establecido aquí sin ser el dueño legítimo del terreno. Pero, ¡quién alguna vez se extraviará y llegará hasta este lugar desolado! ¿Cómo se pretende comprobar que el límite de un terreno con otro corre por aquí o por allá? ¿Quién estará en condiciones de regular todo eso? El cielo es alto y el zar está lejos. Por dios, mejor dejar tranquilo a esa gente. Mejor ellos que nadie. Cada uno aporta en algo, aunque sea mínimo, para el desarrollo de este vasto territorio.
Fragmento del libro “Chubut a caballo por la cordillera y pampa de la Patagonia central”, de Wilhelm Vallentin. El autor nació en Prusia en 1862, estudió en Berlín Ciencias del Estado, carrera enfocada en ciencias políticas, económicas, derecho, administración y sociología. Se doctoró en 1892.