viernes, 13 de diciembre de 2024

Chile le ha dicho que no a la nueva Constitución. La derrota en el plebiscito del domingo se ha producido por un margen abrumador: casi el 62% para el “rechazo” (61,9%, con el 99,9% escrutado) contra el 38,1% del “apruebo”. Las previsiones más pesimistas no anticipaban semejante caída. El resultado supone un golpe muy duro para el Gobierno de Gabriel Boric, que lo había apostado todo a un triunfo del sí. En la misma noche de la consulta, en un mensaje leído desde La Moneda, el presidente anunció la convocatoria para este lunes de las máximas autoridades del Parlamento “para avanzar lo más rápido posible un nuevo proceso constituyente”. Anunció también “prontos ajustes” en los equipos de Gobierno, “para enfrentar este nuevo período con renovados bríos”.

El triunfo del rechazo ha sido apabullante. Venció con comodidad en todas las regiones del país, incluso en la capital, con el 55% de los votos en un bastión que fue clave en la victoria de Gabriel Boric en la segunda vuelta de noviembre pasado. Con 7,8 millones de votos, fue la opción electoral más votada en la historia de Chile, un récord matizado por el debut del voto obligatorio y la inscripción automática. El 85% de los electores chilenos salieron el domingo de sus casas para votar.

Inicia ahora una nueva etapa, con un Ejecutivo obligado a mantener vivo el proceso constituyente pero muy debilitado para imponer sus ideas y hasta la hoja de ruta. La derecha y buena parte de la centroizquierda política han convencido a la sociedad de que la propuesta emanada de una convención constituyente dominada por la izquierda pergeñó “un mal texto”. El presidente asumió enseguida la derrota y prometió “construir en conjunto con el Congreso y la sociedad civil un nuevo itinerario constituyente”. “Recojo este mensaje y lo hago propio, hay que escuchar la voz del pueblo”, dijo.

Esa misma voz le exige una renovación de Gabinete, necesaria para oxigenar una gestión que con menos de seis meses en La Moneda ha sufrido un varapalo de grandes dimensiones. Boric prometió “nuevos bríos”, lo que supone la salida de ministros de su máxima confianza pero muy desgastados. Muy presumiblemente cambiará a dos de sus compañeros de ruta y parte de la nueva generación de izquierda que instaló en su primer anillo de poder: Izkia Siches, la primera mujer que llegó a Interior, y Giorgio Jackson, su ministro de la Secretaría General de la Presidencia, que lleva las relaciones con el Congreso.

Una respuesta fallida al estallido
La nueva Constitución fue la salida institucional que la clase política ofreció a Chile para encauzar el malestar tras las revueltas populares de 2019. Solo tres años después, la gente ha dicho que no es suficiente. El ambiente de agitación que siguió al estallido dio al nuevo texto un perfil de cambios profundos, con acento en la paridad de género, la ecología y el reconocimiento de los pueblos indígenas. La estrella se apagó poco a poco a medida que la convención perdía la confianza de los chilenos y crecía el temor de aquellos que veían amenazado su statu quo. Pero ha sobrevivido al proceso la convicción de que la actual Constitución, redactada entre cuatro paredes durante la dictadura de Augusto Pinochet, debe ser enterrada.

Los sectores moderados de la derecha y de la izquierda, triunfantes en el plebiscito, deberán respetar ahora la decisión ciudadana del plebiscito de octubre de 2020, cuando un 78% de la gente estuvo por cambiar la Constitución actual. Pero pondrán sus condiciones. La dimensión del rechazo le da cartas para imponer sus ideas. Podrán cuestionar los puntos más conflictivos del texto rechazado, como la declaración de Chile como un Estado plurinacional o el fin del Senado. No tendrán mucho tiempo. Las demandas que impulsaron el proceso constituyente como salida a la crisis siguen allí, y con ello la amenaza de nuevas revueltas.

La convocatoria de Boric supone reunir a las fuerzas políticas y ciudadanas que han hecho campaña por el rechazo al texto constitucional. “Hay que dejar en claro que esto no es un triunfo de la derecha, que aparece recién hoy, una vez conocido el triunfo”, dice Octavio Avendaño, académico de la Universidad de Chile. “Esta tendencia a favor del rechazo fue amplia porque fue transversal. El rechazo provino de sectores de centro y centroizquierda, que cuestionaron cómo se estaba conduciendo la convención. Son sectores que advertían los riesgos de la eliminación del Senado o la extensión del texto con muchos flancos débiles. Todos tenían reparos, y eso jugó en contra de la promoción del nuevo texto”, explica.

Entre los detractores hubo importantes voces del centroizquierda, algunas que incluso fueron referentes de la transición democrática iniciada en 1990. Si bien se guardó de aclarar cómo había votado, el expresidente Ricardo Lagos (2000-2006) advirtió desde el inicio del proceso de referendo que el texto emanado de la convención no había servido al propósito de “unir a los chilenos”. “Lo que tenemos acá es un estado de odiosidad con motivo de este ejercicio y eso no es viable en una sociedad civilizada. Mañana [por el lunes] empieza un nuevo debate constitucional”, dijo después de votar en la capital.

En el debate estarán todos los sectores políticos, al menos aquellos que están alejados de los extremos. El expresidente derechista Sebastián Piñera adelantó que las fuerzas que representa “tienen el compromiso por una buena Constitución”. También pidió cambios el expresidente democristiano Eduardo Frei (1994-2000), uno de los herederos de la Concertación que votó por el rechazo. “Este lunes se abre una nueva etapa. Todos los actores políticos y sociales han dicho que hay que buscar formas, porque esta nueva Constitución no es suficiente para todos los chilenos y chilenas. Todos quieren una Constitución que sea para todos”. Solo la socialista Michelle Bachelet, presidenta en dos periodos, hizo campaña abierta por el sí. Sin embargo, se mantuvo en la línea del consenso y la necesidad de cambios. “Es clave que entendamos que hay puntos que no podemos retroceder, como son la igualdad, la participación, el medio ambiente, los derechos de todas y todos”, dijo desde Ginebra, donde aún tiene su residencia como exfuncionaria de la ONU.

Un texto para las mayorías
El debate ahora es de qué forma se alcanzará ese texto integrador que las mayorías reclaman. Fracasada la apuesta por una convención dominada por la izquierda y ciudadanos independientes de lo más variopintos, el proceso vuelve “a manos de la política tradicional”, dice Juan Pardo, director de estudios de la consultora Feedback, “y allí las posiciones están equilibradas”. “Claramente habrá una vuelta al consenso centrista”, explica. Boric adelantó que había consultado a constitucionalistas “para darle continuidad al proceso en caso de ganar la otra opción”, es decir, el rechazo.

Con aspectos clave como la definición de un Estado social y democrático y la incorporación de nuevos derechos económicos y sociales, la propuesta aseguraba la igualdad entre el hombre y la mujer en diversos ámbitos y tenía un marcado acento ecológico. Pero contenía aspectos que dividieron a la sociedad chilena. De acuerdo a la última encuesta Feedback difundida a mediados de julio, había dos asuntos de máxima importancia para los que no apoyaron el texto: la idea de que “no todos van a ser iguales ante la ley” (39%) ―los chilenos y los pueblos originarios―, y la premisa de que “con la plurinacionalidad Chile corre el riesgo de dividirse” (31%). Según el mismo sondeo, el tercer aspecto que preocupaba a los del rechazo fue que “no se podrá elegir libremente el sistema de salud”, pero esta opción estaba muy por debajo que las otras dos (10%). Los derechos de los indígenas, en un país donde el 13% se reconoce como tal, fue uno de los temas que se discutieron con mayor fuerza tanto en la redacción de la nueva Constitución como en el período de campaña.

Todavía no resulta evidente si habrá una nueva consulta para determinar el mecanismo o si, directamente, se convocará a una nueva convención. Las reglas de la elección del órgano no serían las mismas que en el proceso anterior, ni en su número (155 miembros), ni en el plazo de trabajo (la convención trabajó entre julio de 2021 y julio de 2022), ni en la conformación. Seguramente habrá discusión sobre los 17 escaños reservados para los pueblos indígenas y las amplias facilidades de los independientes fuera de los partidos, aunque existiría mayor consenso sobre la mantención de la paridad entre hombres y mujeres.

Con el triunfo del rechazo ha ganado la moderación. La campaña de oposición al proyecto de nueva Constitución elaborado por la constituyente ha contado con el trabajo de grupos de centroizquierda que se han organizado al margen de estructuras partidarias, de los partidos de la derecha tradicional que han cedido protagonismo a la sociedad civil, pero, sobre todo, de grandes masas de votantes que no se identifican con los sectores políticos. En cualquier caso, el plebiscito del domingo ha sido más el comienzo que el final de un largo camino para Chile.

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