martes, 15 de octubre de 2024
Una familia en el mercado de Doha, Qatar

Al fútbol le costará abrirse paso en un Mundial tan excluyente, tan poco Mundial, el que abre este domingo en Qatar su 22ª edición sacudido por las turbulencias. Un torneo manchado desde su infame proclamación en 2010 que le costó el cargo de presidente de la FIFA a Joseph Blatter y que este sábado dejó muy mal parado a su sucesor, Gianni Infantino. El primero, como Michel Platini, entonces gobernante de la UEFA, cayó por corrupción tras una investigación del sufragio favorable a Qatar. En el día previo a la inauguración del torneo (Qatar-Ecuador, 17.00 en España, 13.00 en Buenos Aires, 11.00 en Washington, Quito y Bogotá, 10.00 en Ciudad de México), el discípulo de Blatter quiso blanquear al régimen catarí. Llegó a sentir comprensión con los marginados en Qatar porque él también fue un excluido por tener pecas en su etapa parvularia.

Lejos de alentar las reformas que requiere un país que penaliza con la muerte la homosexualidad, desprecia a las mujeres y maltrata a los inmigrantes, Infantino, en una intervención muy forzada, cargó contra las miserias europeas de los últimos 3.000 años y todo aquel “hipócrita” que ahora da lecciones morales a Qatar. En realidad, en su subconsciente se refería a la FIFA, arrinconada por tanto escándalo y por su empeño en blanquear el régimen catarí en vez de agitar sin remilgos la bandera de los derechos humanos. En Qatar 2022, la FIFA se ha marcado en propia puerta el primer gol. De paso, los futbolistas ya saben que Infantino sí puede decir en público lo que a ellos se les prohíbe, vetada como tienen cualquier proclama política serigrafiada en una camiseta. Incluso hasta dar el pésame por esa vía letrada, como hiciera Iniesta con Jarque.

Un hombre pasa junto a un cartel de La’eeb, la mascota de Qatar 2022, en Doha.

El perturbador mensaje del primer mandatario de la FIFA marcará el inicio de un campeonato en entredicho no solo por los pertinentes e inevitables reproches sociales, sino también por llegar a contrapié. Deportivamente, el Mundial de lo desconocido. Por las fechas, la humedad extrema, el tuneado a la carta de las aficiones… Tan extraño es todo que hasta Luis Enrique, tan ulceroso ante las comparecencias mediáticas, se ha lanzado como streamer.

A él, autoproclamado líder de la Roja, corresponderá gobernar a una España que ha recuperado la competitividad. No alista a jugadores de pasarela, pero con el acentuado sentido de grupo inculcado por el seleccionador el equipo renació en la pasada Eurocopa y casi brinda por la última Liga de Naciones. Luis Enrique ha ajustado el andamiaje de un equipo con el descaro de muchos cadetes —la media de edad es de 25 años y 312 días— y la mundología de algunos resistentes. De Gavi, Balde, Pedri, Ansu Fati, Hugo Guillamón, Nico Williams y Yeremi Pino a Busquets, Azpilicueta, Carvajal, Jordi Alba, Koke y Asensio, los seis únicos de la convocatoria que han disputado un Mundial. Costa Rica, Alemania y Japón serán las tres primeras citas de España, huésped feliz, según el capitán, Busquets, en las instalaciones de la Universidad de Qatar.

España no figura en la pole de favoritos, etiqueta que por nóminas cuelga de Brasil, siempre Brasil. Esta vez el de Neymar y Vinicius. Y Francia, que aunque deberá reponerse de la baja de Benzema, aún tiene mucha cuerda con Mbappé y Griezmann en ataque. Habrá que ver si Neymar, tras su lesión en Brasil 2014 y el batacazo en Rusia 2018, sirve ahora de percha a la canarinha. En el caso francés, nada despierta más recelos que la propia convivencia interna. No sería la primera vez que los blues entran en combustión y se derrumban como once soledades. Con Messi —que ante la inquietud general el sábado se entrenó en solitario— y Cristiano Ronaldo de salida es la hora de Mbappé, al que Didier Deschamps, el técnico galo, deberá regular el ombligo.

Un grupo de niños juega al fútbol frente a un mural dedicado a Ronaldo, este domingo en Doha (Qatar).

Qatar también dirimirá el curioso órdago entre Neymar, Mbappé y Messi, la banda sonora del PSG. La trinidad de los cataríes, que los reverencian en el club parisino, primer satélite deportivo de Qatar. Tres compañeros, algunos no del todo colegas, en lucha por una entronización que no podrán compartir. En su quinto Mundial, a Messi se le ve menos apesadumbrado, mejor abrigado que nunca por la guardia pretoriana que le ha montado Lionel Scaloni, el seleccionador albiceleste.

Tras Brasil, Francia y Argentina, en el camino a la cima figuran, además de España, la Alemania de Kimmich y Musiala, y la Inglaterra de Foden y Kane. Por algo son, junto a la milagrosa Uruguay, las participantes en Qatar que han alzado la Copa del Mundo. En la cuneta, muy sonada, se quedó la casi siempre cruda Italia, azotada por un golpe de realidad. En un Mundial, en el que al ser un torneo de luces cortas cualquier incidencia marca de lo lindo, no se suele improvisar la gloria. De hecho, solo hubo otros cinco finalistas: Checoslovaquia, Hungría, Suecia, Holanda y Croacia. En Qatar, Países Bajos, equipo tutelado por el singular Louis van Gaal, y la vecina Bélgica de Courtois y De Bruyne tienen argumentos para un estirón.

Otra selección que pide pista para coger vuelo es Portugal. Cuenta con una estupenda generación —Bernardo Silva, Bruno Fernandes, Rúben Dias— a la que Cristiano Ronaldo puede poner el broche si embrida su ego. En un Mundial tan chocante todo puede pasar.

Aficionados de distintos paises se han acercado hoy para fotografiarse en el reloj de la cuenta atrás par el inicio del Mundial en Doha.
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