En 1959, el presidente Arturo Frondizi visita Comodoro Rivadavia, en pleno lanzamiento de los contratos petroleros con las compañías norteamericanas, lo que configura uno de los pilares del gobierno desarrollado hasta ese momento por el primer mandatario. Acompañado por su ministro de Economía, Álvaro Alsogaray, Frondizi concurre al despacho del intendente municipal, Antonio Morán: tienen en común la pertenencia partidaria a la Unión Cívica Radical Intransigente y, más allá de la solemnidad de los cargos, el diálogo se da abierto y franco:
-Hay dos obras fundamentales que Comodoro necesita como el primer día, señor presidente -abre el fuego Morán-. Una es la construcción del puerto; la otra, un acueducto para abastecer de agua a toda la población.
Alsogaray, que es el hombre que maneja la caja nacional, es tan simple y directo como su joven interlocutor: -Las dos, no se puede: elegí una obra, Morán. O el puerto o el acueducto.
Y el Intendente, que sabe de las largas filas de gente esperando turno para llenar sus baldes, del sufrimiento que supone juntar las monedas para pagar al camión del aguatero, de las enfermedades que pueden propagarse en una ciudad muerta de sed, expresa con voz firme, para no dejar lugar a la duda: -El acueducto, señor ministro. Este pueblo se está muriendo de sed.
El 14 de diciembre de 1960, se firma el llamado a licitación en la Capital Federal, aunque las autoridades nacionales y comunales no llegarán a ver la concreción de la obra durante su gestión. Cuando se inaugure el acueducto, en mayo de 1966, el ex intendente Morán será invitado al acto, pero con una condición: “Con mucho gusto -responde-, siempre que venga también el doctor Frondizi”.
Ninguno de los dos asistió.
Extraído del libro “Crónicas del Centenario”, editado por Diario Crónica en 2001