La Voz del Chubut recupera en esta entrega de los crímenes que conmovieron a la provincia, el caso famoso de “La Rubia del Cementerio”, que conmovió a Comodoro Rivadavia en agosto de 1973.
La historia la trajo a la redacción de Crónica de Comodoro, Enrique “Melody” Barrenchea, un expolicía que había estado preso por el homicidio macabro de un guitarrero que planeaba escaparse con la mujer del dueño del bar España de Trelew.
Barrenechea, hijo de un respetado jefe policial, al salir de la cárcel consiguió trabajo en la sección policiales de Crónica en los ´70. Había escuchado que una chica se les aparecía a los taxistas a la noche, les pedía que la llevaran y se desvanecía como un fantasma.
El gobierno de Héctor Cámpora había asumido en mayo de 1973. Más o menos para esa fecha ocurrió el primer suceso extraño. La historia era una bocanada de aire fresco después de años de censura. La ilusión duró un suspiro como el breve interregno democrático.
Esa noche de agosto del 1973, un conscripto, llamémoslo “Suárez”, no pensaba que tendría esa suerte cuando vio a una rubia hermosa parada en la vereda. El joven, que venía de comprar unos repuestos, notó que le hacía señas, paró el auto y se ofreció a llevarla.
La chica, que no tenía más de 18 años, bajaba la mirada, se reía nerviosa y se tocaba el pelo. Suárez, hombre afortunado, captó las señales y buscó un lugar donde estacionar. Ella lo miró a los ojos, él tomó su mano y se le acercó. “¿Si yo estuviera viva, vos me amarías, harías lo mismo que hacés ahora?”.
El hombre sintió la mano helada, los ojos de fuego y se alejó como si hubiera visto un demonio. El trance duró unos pocos segundos: la chica era demasiado hermosa como para ser de este mundo.
“El joven había notado que la piel de ella era sumamente fría, vale decir, una estructura de hielo con una conformación más que bella”, refiere el diario Crónica que relató el testigo en la edición del 4 de agosto de 1973.
Suárez sintió un frío en la espalda cuando soltó la mano de la rubia y los ojos se apagaron. “¿Dónde vivís?”, le preguntó. En aquel momento él pensaba en llevarla a la casa, olvidarse de todo y no verla más. “En el cementerio, tumba número…”, le respondió.
El conscripto fue hasta el Cementerio, en el Kilómetro 5, ella bajó del auto y se perdió danzando entre las lápidas.
MÁS APARICIONES
El tal “Suárez” no era el único que había experimentado ese suceso extraño en Comodoro Rivadavia. Después que el primero se animó a hablar, apareció un taxista que dijo “haber estado” con la rubia.
A mediados de julio, cerca de las 23 horas, el chofer iba por la calle 13 de Diciembre cuando una chica sola le hizo una seña y se detuvo. El joven, deslumbrado por su belleza. no entendía que hacía ahí sola.
Al verla tan frágil y perdida, él se ofreció a llevarla a un lugar más seguro. En el viaje ella empezó a hablar de la dificultad de encontrar hombres, de lo fugaces que eran las relaciones y él se presentó como “alguien diferente a los demás”.
Cuando el caballero buscó un lugar donde estacionar, ella retrocedió y le pidió que la llevara a su casa. “¿Dónde vivís?”, dijo el remisero. “¿Bueno, si se puede decir que vivo, no?”, le respondió.
Llegaron la Cementerio, ella lo invitó a dar un paseo por las lápidas y el sintió su mano helada. “Este es mi jardín”, le dijo la rubia espectral. Tiempo después él diría que nunca tuvo miedo, sino que sentía afortunado de haber sido el elegido.
El tercero fue un trabajador de YPF que iba por 13 de Diciembre y Vélez Sarsfield, cuando vio a la rubia en la esquina y le pidió que la llevara. La chica le propuso ir a su casa “para estar más cómodos” y él se quedó helado.
“Vivo en el cementerio, en una tumba”, le avisó. El hombre pensó que estaba bromeando y la llevó hasta el Cementerio. Parecía una chica inocente. Quería seguirle el juego. Cuando la vio caminar descalza entre las lápidas casi se desvanece.
“Se presume ahora que el taxista ha sufrido algunos trastornos nerviosos por este hecho, encontrándose en el Hospital Regional”, publicó Crónica.
COSAS EXTRAÑAS
La otra aparición fue un caso aún más extraño. “No se asuste, lléveme que tengo que hacer algo”, le dijo una rubia a un hombre que salía del supermercado Lahusen.
Al verla sola y perdida, el señor accedió a llevarla al Cementerio donde pensó que iría a visitar a un ser querido. La sorpresa fue grande cuando ella le dijo que su mamá pertenecía a este mundo, pero ella tenía quedarse del otro lado.
“Debe hacerme un favor: vaya a esta dirección, es la casa de mi madre, dígale a ella que no me ha pasado nada, que estoy bien…”, le suplicó.
Al día siguiente, llevado por la curiosidad, el hombre visitó la dirección que el fantasma le había dado, golpeó la puerta y lo atendió una señora, que le dijo que su hija había muerto.
La mujer le explicó que la chica lo había elegido como su médium para enviarle el mensaje desde el más allá. El hombre no pudo dormir varias noches y tuvieron que internarlo. La señora se quedó aliviada porque su hija ahora descansaba en paz.
LA MUJER DE BLANCO
Melody Barrenchea no imaginó la repercusión que sus historias iban a tener en los comodorenses. Había activado una fibra sensible de una sociedad presa de la superstición.
Familias enteras se encerraban en sus casas a la noche y no salían hasta ver la luz del sol. Comodoro Rivadavia era una ciudad fantasma en la que los vivos le abrían las puertas a los muertos.
El periodista salía por las noches a hablar con taxistas que pudieran alumbrar este misterio. Y si no encontraba una historia la inventaba. Lo extraño no era que él buscara las apariciones. Lo extraño era que las apariciones lo buscaban a él.
Después del 4 de agosto, cuando salió en la portada de Crónica, casi todo el mundo en Comodoro había visto a la “Rubia del Cementerio”. El fenómeno extraño pronto se convirtió en materia de la realidad cotidiana.
“Un remisero nos manifestó que a él le tocaba viajar con una pasajera muy bonita, que vestía de blanco pero que por desperfectos en su coche no pudo hacerlo y la dama optó por elegir otro medio de transporte”, publicaba Crónica.
Barrenchea, cuando el caos se apoderaba de los comodorenses, hizo un descubrimiento revelador. La rubia era una joven hermosa que había fallecido en 1933 en circunstancias extrañas. Había una historia no contada que hacía que la mujer no pudiera descansar en paz.
Pero para conocer la verdad de los hechos habría que esperar. Días después, como si conspiraran fuerzas del más allá, cayó una mujer que aseguraban que era “La Rubia” y estaba más viva que nunca.
Rosa Rodríguez, de 25 años, de Sarmiento, había caído en la trampa de un remisero. La mujer no era un fantasma, sino una impostora. Pero la historia no termina acá. El mundo de los muertos enviaría señales que harían dudar a los investigadores.
En la segunda parte, el lunes que viene, te vamos a contar quién era Rosa Rodríguez, “la mujer fantasma”, que es detenida y se defiende.
Además, aparece el psíquico Bruno Biagni, quien plantea que “La Rubia del Cementerio” puede ser un espectro que viene a terminar un trabajo que quedó incompleto. ¿Puede un caso tener un final que desafíe los límites de la razón humana?
No te pierdas la próxima entrega de “La Rubia del Cementerio” de La voz del Chubut en la dimensión desconocida.
FUENTE: Diario Crónica de Comodoro Rivadavia, agosto de 1973. Vaya nuestro agradecimiento a la periodista Mariana García de ADNSUR, autora de “Expedientes Comodoro”, quien tuvo la amabilidad y la gentileza de compartir su archivo personal con este medio.