Menaje, bazar, tienda, zapatería, verdulería, almacén, bombonería, panadería, carnicería. Las secciones de la proveeduría de YPF, invitan a un paseo de compras amplio y económico. Claro que solo acceden a él los empleados de la empresa petrolera, quienes para entrar presentan el carnet de la obra social. En la caja la llave mágica es un número: el legajo del trabajador.
Desde 1.946, está abierto este gran centro comercial, en General Mosconi, sobre Ruta 3. Es una gran construcción de dos plantas que reemplaza a la vieja “prove”, que estaba detrás de la comisaría. A pocos metros del edificio funcionaban la carnicería, la panadería y la verdulería.
La proveeduría tiene de todo. La “tira de pan” de la panadería de la empresa, muebles a precio de Buenos Aires, carne de faena propia en el matadero de km 4, ropa, alimentos de la estancia que la empresa posee en El Trébol, artículos del hogar, materiales de construcción, golosinas, útiles escolares. Todo lo que una familia necesite comprar está en estos dos pisos llenos de góndolas grandes y amplios mostradores.
Para comprar, si el sueldo se hace corto, la empresa da dos posibilidades, el crédito ordinario para los alimentos y el especial, para ropa y otros elementos. Los dos se descuentan por planilla, en cuotas en este último caso.
Son 4 las proveedurías de estas características que YPF tiene en el país: en Mendoza, Plaza Huincul, Salta y Comodoro Rivadavia. Aquí, a la casa central, se suman las sucursales que se instalan en los campamentos y algunos barrios del personal de la empresa. En Km 5 y en Barrio Ameghino, funcionan dos de ellas.
Son construcciones de chapa, muchos más pequeñas que la que está al lado de la administración, pero tienen la necesario para sacar a las familias de cualquier necesidad urgente. También los comedores económicos dependen de la proveeduría.
Entre 1.973 y 76 el local batirá todos los records de venta y su presupuesto mensual será de 5 millones de dólares. Pero llega 1.990 con la reestructuración de la petrolera. Los elementos comienzan a escasear en las góndolas, los pasillos parecen más desolados y el local más grande, en virtud del vacío que van dejando los últimos lavarropas, cocinas, pantalones y enseres en general.
En 1.991, cierra definitivamente sus puertas. Aún quedan en el recuerdo los paquetes con papel madera del azúcar y la bolsita de la carnicería o verdulería con letras azules que identificaban a los productos de la proveeduría de YPF, que amas de casa y chicos exhibían orgullosos en sus salidas de compras.
Texto de “Crónicas del Centenario” Diario Crónica