En septiembre de 1955, la caída del peronismo no pasa desapercibida de la ciudad petrolera, ya que los que se opusieron al gobierno peronista ahora expresan su ánimo de revancha: un grupo rompe un busto en homenaje a Eva Perón, ubicado frente al actual edificio de Tribunales. Los mismo pasa con el busto ubicado frente a la casa de la madre de Perón, doña Juana Sosa, en Rivadavia al 1.500 y en Kilómetro 3, alguien cree haber visto a un dirigente sindical del propio partido peronista, encadenar el busto a una camioneta para derribarlo.
Nuevamente, las “cazas de brujas”, ahora a la inversa. Los que antes eran perseguidos ahora tienen la oportunidad de delatar a sus perseguidores. Quienes antes tuvieron trabajo ahora lo pierden por su filiación peronista: “Vino un tipo de Buenos Aires cuando empezó ‘la Libertadora’ y cayó el peronismo y me citó porque pretendía que yo diera nombres de dirigentes peronistas dentro de la empresa, yo le dije que no iba a delatar a un compañero de trabajo, no quería que a nadie la pasara lo mismo que a mí, así que no me jodan”, (testimonio de Stanko Vanobaz).
Saqueo de la sede peronista, comisiones investigadores y gente proscripta a través de listas negras. Los mismos diarios que hasta hace pocos meses no paraban de adular las acciones del gobierno, tanto en el ámbito nacional como local, ahora se empecinan en cuestionar a “las autoridades del régimen depuesto” y al “exlíder peronista”, eufemismos de moda porque estaba prohibido mencionar a Perón.
La idiosincrasia Argentina se refleja claramente en el Comodoro del año 55.