Científicos de CONICET revelan datos sobre las prácticas de supervivencia de las antiguas sociedades de la Patagonia.
El sitio Curapil, emplazado al pie de la meseta de Somuncurá en Río Negro, guarda antiguas estructuras semicirculares de piedra. Científicos de la Universidad Nacional del Centro, la Universidad Nacional de la Plata y de CONICET presumen que eran utilizadas por los antiguos cazadores-recolectores de la región para la caza de guanacos.
Se trata de parapetos, edificaciones sobre las cuales se asentaban toldos u otros armazones de cuero. Su finalidad era servir de camuflaje para evitar que las personas sean detectadas por las presas.
“En esos lugares se acechaba a los animales, que se acercaban a las fuentes de agua”, explicó
Emiliano Mange, doctor en Ciencias Naturales y becario post doctoral de Conicet. Curapil está próximo a una vertiente, entre las localidades rionegrinas de Ramos Mexía y Sierra Colorada.
Este tipo de edificaciones son típicas de la Patagonia. El caso más resonante es el de la meseta del lago Strobel en Santa Cruz, que fue registrado primeramente en 1960 por el arqueólogo Carlos Grandin. Al día de hoy se reportan allí más de 500 parapetos.
“Las estructuras de piedra también fueron vistas en tiempos históricos. Hasta el siglo XIX y XX todavía eran usadas. Se trata de una tradición de milenios”, amplió Mange.
Junto con los parapetos, se encontraron artefactos líticos y grabados sobre piedra. Por eso se cree que las poblaciones posiblemente tallaban ahí mismo sus herramientas de caza.
El hallazgo de estas piezas es típico de los lugares con grabados, dado que estos sectores suelen alojar indicios y restos de actividades humanas. “En general donde está el arte rupestre —grabados— hay materiales líticos, es decir, que se hacían otras actividades como la caza. Las pinturas, por su parte, no suelen estar asociadas con otras evidencias. Quizás la gente iba a pintar exclusivamente a ciertos lugares, que eran separados del área de sus actividades domésticas”, amplió al respecto Natalia Carden, doctora en Ciencias Naturales
La relación con la caza
Los investigadores aseguran que las prácticas de subsistencia de las sociedades originarias se sustentaban en tres pilares fundamentales: la armonía con la naturaleza, la carga simbólica y el profundo conocimiento de los ambientes y los recursos.
“Era una relación de cuidado de las presas, porque de ellas dependía la alimentación diaria. Sumado a ello había un profundo conocimiento de los ambientes. Esto lo vemos en Curapil con una temporada de caza principalmente ocurrida durante los meses de diciembre a febrero, durante la temporada de reproducción y de mayor calor”, amplió Mange.
Asimismo, el investigador mencionó un factor “sagrado” relacionado con algunas especies. “Había algunos animales que no eran cazados, porque por alguna razón o evento pasaron a poseer una carga simbólica, la cual se perdió en los registros de la historia”, aseveró.
Esta convivencia armónica se contrapone a los actuales permisos concedidos por algunas provincias de la Patagonia, como Santa Cruz y Chubut, que habilitaron la cacería de especies autóctonas. En este caso, el objetivo de los gobiernos es atender el reclamo del sector ganadero, supuestamente afectado por el accionar de las pumas, zorros y guanacos.
Desde el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA-CONICET), en Bariloche, hubo recientes declaraciones de repudio a la caza ilegal y solicitaron buscar alternativas para propiciar una relación armónica entre el sistema productivo y la fauna nativa.
Por Daniel Quilodrán para Diario Río Negro