Imaginar en este siglo 21 a un integrante del gabinete nacional que se cae de un avión mientras sobrevuela los llanos riojanos, despliega su paracaídas, aterriza cerca de Patquia, camina 13 kilómetros, hace una siesta bajo un algarrobo y sigue caminando hasta que un tren lo encuentra, es pura fantasía; pero eso le ocurrió al entonces ministro de Guerra; general Agustín P. Justo en 1927, cinco años antes de ser presidente de la Nación.
El insólito episodio conmocionó al Gobierno de Marcelo Torcuato de Alvear, en épocas en las que la comunicación inmediata era a través de un lacónico telegrama, sin mayores detalles, que sólo decía que el poderoso y voluminoso Ministro se había perdido en el aire.
La odisea se inició en los días hábiles de la semana santa de 1927, durante una gira por unidades militares del interior del país que encabezó el ministro Justo, comandando una escuadrilla de cinco aviones bombarderos ligeros Breguet XIX, aunque algunos historiadores consignan cuatro máquinas. Las aeronaves tenían dos plazas, Justo ocupaba la de atrás, y el piloto capitán aviador del Ejército Victorigno Dionisio Martínez de Alegría, la de adelante.
El vuelo hacia La Rioja se inició a temprana hora del martes 12 de abril, cuando la escuadrilla despegó de Córdoba, ingresando a la Provincia y sobrevolando los llanos en dirección noroeste, en el incipiente otoño cuyas temperaturas normalmente no se diferencian de las del verano.
Haciendo ostentación del rango militar y de la jerarquía del cargo ministerial, el general Justo decidió no abrocharse el obligatorio cinturón de seguridad, que sin dudas le incomodaba en su voluminoso abdomen.
A media mañana los aviones ingresaron en una zona de turbulencias provocadas por el aire caliente en ascenso, y el bombardero que tripulaba el capitán Alegría a unos 2.200 metros de altura sufrió las consecuencias de un “pozo de aire” y bruscamente perdió altura, provocando que el intrépido pasajero, sin cinturón fuera despedido cayendo al vacio.
El general Justo era imprudente pero lo suficientemente apegado a la vida como para colocarse el paracaídas, y tras ser despedido como en un moderno sistema de eyección, se encontró cayendo desde dos kilómetros de altura mientras el avión seguía su curso hacia La Rioja sin que el capitán Alegría se percatara, según la mayoría de las fuentes.
Justo desplegó el paracaídas y despaciosamente cayó sobre un árbol, según una versión, y alcanzó a divisar las vías del Ferrocarril, tendidas de sur a norte, y calculó unos diez kilómetros que recorrió a pie en el mediodía de los llanos, con poco agradable temperatura, y el pesado y cálido uniforme, en un punto entre Punta de los Llanos y Patquía.
Llegó a las vías en plena siesta, acalorado y sediento, se recostó bajo un algarrobo y se entregó al sueño como para mitigar las penurias que le causaba el inesperado trance aventurero.
Mientras tanto, después de eyectar al ministro Justo, Alegria había seguido vuelo hacia La Rioja, aterrizado junto al resto de la escuadrilla, y ante la sorpresa propia y de los anfitriones que esperaban al ilustre visitante, constataron que el pasajero había desaparecido.
Inmediatamente se despachó un telegrama al presidente Marcelo Torcuato de Alvear, que según detractores del general decía: “Ministro de Guerra perdido en el aire. Alegría”. Texto que habrá merecido algún tipo de aclaración para negar que se expresaba estado de ánimo festivo por el incidente, sino que el último término era el apellido del piloto.
Hasta se llegó a plantear que Justo no se había caído del avión, sino que se arrojó al vacío para experimentar una aventura, considerando que su partido se encontraba en aprestos para las elecciones generales del año siguiente en las que fue electo en su segunda presidencia Hipólito Yrigoyen.
La búsqueda se realizó por tierra, ya que la conjetura acertada era que en la zona de turbulencia Justo había caído del avión y hacia Punta de los Llanos partió un tren con rescatistas, mientras se organizaban en la zona partidas con baquianos para buscar y rastrear al ministro.
Esta es una versión de lo que ocurrió pero según otras el capitán Alegría se dio cuenta de la caída de su egregio pasajero, se aseguró que descendía correctamente en paracaídas, y siguió el curso original para iniciar el rescate,
Según este relato el general quedó inconsciente al momento de ser despedido de la cabina, el paracaídas se abrió automáticamente y en el momento en que despertó descendía sin problemas a tierra, aterrizando en un monte bajo, donde fue encontrado por lugareños que lo llevaron a un rancho donde pudo descansar y luego siguió caminando por las vías del tren hacia el norte-
Ambas versiones coinciden en que Justo caminaba por las vías, cansado y polvoriento, cuando encontró al tren y por sus propios medios subió a un vagón, cubriendo sobre ruedas los 70 kilómetros hasta La Rioja, donde se refrescó y descanso.
Al día siguiente, volvió a subir a la cabina trasera del bombardero, y emprendió vuelo de regreso a la Capital Federal, pero esta vez con el cinturón de seguridad ajustado.
Tres días después el general Justo viajó a Mendoza, y en la noche del Viernes Santo, en su alojamiento del Plaza Hotel concedió una entrevista al diario Los Andes, que fue publicada el domingo 17 de abril de 1927:
“A poco de anunciarnos y solicitarle una breve conversación –relata el cronista- se nos hizo pasar a una improvisada salita de recibo que se le había preparado en el compartimento de piezas que ocupaba.Breves instantes después de nuestra espera, el general abre una puerta de la pieza contigua y avanza hacia el recinto donde, nos encontrábamos en procura de llenar nuestro cometido, estrechándonos la mano en el instante mismo en que nos incorporamos para saludarlo y hablarle sobre el propósito de nuestra visita.
“Con expresión alegre y dejando apreciar una franca sonrisa, agradece nuestra atención y sé presta atentamente a las consiguientes preguntas que debíamos formularle, momento oportuno éste que aprovechamos de inmediato, diciéndole:
– General, desearíamos saber en qué condiciones, realizó su viaje aéreo desde Buenos Aires a Mendoza.
– En forma satisfactoria nos dijo- sin inconvenientes dignos de mencionarse; recibiendo una pintoresca impresión desde las alturas, a no ser el accidente desagradable del primer momento que hube de soportar al caerme del avión en que viajo y de cuyos pormenores ustedes ya están informados.
– ¿Es verdad lo que dice, que usted se arrojó del aparato para experimentar emociones de una caída extraordinaria?
– Eso es inexacto. El piloto puede explicarles como ocurrió el caso. Sin embargo, voy a decirles: Volábamos a dos mil metros de altitud, por entre densas nubes, cuando de pronto el aeroplano cayó en un pozo atmosférico de aire en descenso, ‘picando’ violentamente en forma vertical hacia tierra, en cuya circunstancia, fui arrojado al espacio a causa del fuerte sacudón que produjo el mismo y de no encontrarme asegurado al asiento como es de práctica. Es ridículo creer que pude haberme tirado de puro gusto, máxime cuando se trataba de caer en una zona boscosa, llena de inconvenientes accidentados que muy bien podrían trocarse en serios peligros de consecuencias fatales. Tal actitud de mi parte podría aceptarse cuando se hubiera tratado de un campo de aterrizaje apropiado y por causas que justificaran una proeza de circunstancia semejante”.
Justo regresó a Buenos Aires, siendo considerado un héroe por sus acólitos, y siguió participando en los primeros planos de la vida política.
Después del golpe de estado que derrocó a Hipólito Hirigoyen en 1930, Justo se desempeñaba como jefe del Ejército y participó de las elecciones del 20 de febrero de 1932 en las que resultó electo presidente de la Nación como candidato de una coalición política conservadora denominada la Concordancia acompañado como vicepresidente por Julio Roca (h).
Activo hincha de Boca Juniors, cumplió el mandato constitucional en 1938, y su gobierno recompuso al país de la crisis del ’30 logrando un gran progreso económico con el comienzo de la industrialización y la radicación de grandes industrias.
En 1932 debió soportar una revolución que intentó derrocar su gobierno y su reemplazo por una Junta Revolucionaria transitoria por parte de civiles y militares pertenecientes a la Unión Cívica Radical.
Habia Nacido en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, el 26 de febrero de 1876 y murió el 11 de enero de 1943 en Buenos Aires, cuando se preparaba para ser nuevamente candidato a la presidencia.”