José Francisco de San Martín es más que un héroe nacional; es un modelo de coherencia y ejemplaridad. A más de 200 años de su existencia, su vida y su obra siguen siendo una fuente de inspiración, no solo para los argentinos y americanos, sino para todos aquellos que creen en la posibilidad de un mundo más justo, libre y progresista.
En la vasta y rica historia de América y el mundo pocos nombres resuenan con tanta fuerza y reverencia como el de José Francisco de San Martín. El Libertador de América, como es conocido, no solo fue un estratega militar de primer orden, cuya acción logró cambiar el destino de un continente, sino también un hombre cuya vida estuvo marcada por una coherencia inquebrantable entre su pensamiento, su palabra y su acción.
Fue además de un militar ilustrado, con una sólida formación intelectual en gran parte autodidacta, que lo llevó a ser dueño de una de las bibliotecas personales más importantes de su época, un líder de pensamiento visionario profundamente influenciado por las ideas de la Ilustración, que abogaban por la libertad, la razón y el progreso, a la luz de La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa de 1789. Estas ideas no solo moldearon su visión del mundo, sino que también guiaron sus acciones en la lucha por la independencia de la América del Sur.
Para San Martín, la palabra no era un mero instrumento de comunicación, sino un compromiso sagrado. Sus proclamas y discursos públicos, como así también sus cartas y escritos privados reflejan una claridad y una firmeza que inspiraban confianza y respeto. En sus cartas, se puede ver a un hombre que no solo hablaba de libertad y justicia, con un fuerte apego a la ilustración y formación, sino que también vivía esos valores y los transmitía con el ejemplo. Su famosa frase “Seamos libres, que lo demás no importa nada” encapsula su compromiso inquebrantable con la causa de la independencia. Al igual que su convicción irrenunciable por la educación, expresada en varios de sus escritos en los que aseguraba que: “…la ilustración y fomento de las letras es la llave maestra que abre las puertas de la abundancia y hace felices a los pueblos; ese que ha sido la cuna de las ciencias ha sufrido el ominoso destino que le decretaron los tiranos para tener en cadenas los brillantes ingenios de ese país; yo deseo que todos se ilustren en los sagrados libros que forman la escuela de los hombres libres”.
La coherencia entre su pensamiento y palabra se reflejaba en cada una de sus acciones, siendo el primero en poner en práctica lo que pedía a sus colaboradores, dirigentes y pueblo todo. San Martín no solo predicaba la libertad e independencia, sino que utilizó todo el poder a su alcance para conseguirla, tanto en el plano político, jurídico como militar a través de la acción en los campos de batalla. Su campaña militar, que incluyó la épica travesía del Cruce de Los Andes y la posterior liberación de Chile y Perú, es un testimonio de su valentía y determinación. Pero más allá de sus hazañas militares, San Martín demostró una integridad moral que lo distinguía del resto de los dirigentes, incluso de su tiempo. Rechazó honores, premios y títulos, ejerciendo el poder con probidad y transparencia tanto en la Gobernación Intendencia de Cuyo como desde el Protectorado del Perú, y una vez cumplida su misión se despidió, prefiriendo retirarse a una vida privada en Europa, lejos de las intrigas, las luchas de poder, y el enfrentamiento entre hermanos que derramaba sangre americana; barbarie que no comprendía y “que le llegaba al corazón”.
El legado de San Martín no se limita a sus grandes epopeyas militares y políticas. Su vida es un ejemplo de cómo la coherencia entre pensamiento, palabra y acción puede llevar a una existencia íntegra, a una vida cuasi espartana, o de un cuáquero, como el mismo la definió, en clara referencia a la sencillez, honradez, libertad y tranquilidad tanto de ideas como de espíritu. En un mundo donde a menudo se valora más la apariencia que la sustancia, San Martín nos recuerda la importancia de vivir de acuerdo con los principios que se predican al hacer de su existencia un ejemplo para sí mismo, para su familia y para los demás, pues así como fue en su vida pública, lo fue también en su vida privada y que se manifiesta en las famosas “Máximas para mi hija – 1825″, que reflejan su impronta y sentencias que mantuvo durante todos sus años de hombre público. Así, a más de 200 años de su existencia, su vida y su obra siguen siendo una fuente de inspiración, no solo para los argentinos y americanos, sino para todos aquellos que creen en la posibilidad de un mundo más justo, libre y progresista.
En conclusión, José Francisco de San Martín es más que un héroe nacional; es un modelo de coherencia y ejemplaridad. Su legado perdura no solo en los libros de historia, sino en el corazón de todos aquellos que buscan vivir con integridad y propósito. Que su vida nos inspire a ser mejores, a luchar por nuestros ideales y a vivir con la misma coherencia y dignidad que él demostró en cada paso de su camino, en cada palabra que dejó escrita y en su legado de principios y virtudes.
Por Juan Marcelo Calabria, Miembro de la Academia Nacional Sanmartiniana, autor de los libros sobre el liderazgo de los padres fundadores: San Martín y Belgrano.