viernes, 4 de octubre de 2024
Entre El Maitén y el Valle Nuevo

El joven día se asoma con grandes ojos soñadores desde detrás de las montañas brumosas. El sol matutino vierte un hálito dorado por sobre el fino velo de niebla cubriendo la tierra que debajo parece recién despertarse.

“Adelante, Arregada, vámonos; queremos aprovechar la frescura de la mañana. Va a hacer calor al mediodía.”

“Si, patrón”, me confirma mi guía. Luego lanza su colilla de cigarro aún humeante y agita su rebenque. Nuestra tropilla de doce caballos y tres mulas parte al trote largo por la pampa hacia el oeste, allá donde la cordillera de los Andes se alza hacia el cielo. El camino nos lleva cuesta abajo y cuesta arriba, el terreno es escabroso y accidentado. Unos acantilados verticales parecen obstaculizar la ruta, sin embargo ceden repentinamente por ambos costados para dar paso a una seguidilla de lomas y crestas de sierras que se desvanecen en el lejano horizonte azulado. Aquí la pampa se sitúa a unos 1.000 metros sobre el nivel del mar, mientras que las cumbres y macizos de montaña pueden alcanzar 1.500 o incluso 1.600 metros. Queda poca vegetación, básicamente coirón y algunos otros pastos típicos de las regiones esteparias; pocas veces interrumpido por matas de arbustos, igual de baja altura.

El camino comienza a descender por un desfiladero erosionado por el agua y el viento, luego sigue el lecho seco de un antiguo arroyo. Enormes peñones cubren el suelo por ambos costados y a menudo se divisan cuevas en la roca desnuda, especialmente en las alturas del extremo norte. Un arco natural es conocido como “Puerta Suelo”. (sic) Lleva hacia un precioso y ancho valle, atravesado por una serie de vertientes y cubierto de tupidos pastizales verdes y fértiles. Manadas de vacunos bien alimentados encuentran ahí buena comida, bajo las atentas miradas de los baqueanos a caballo.

La mayor parte de este territorio a unos 650 m de altura pertenece a una sociedad inglesa, la “Compañía de Tierras Sud-Argentina”, (sic) que posee campos con un total de más de 2.000 kilómetros cuadrados, dedicándose exclusivamente a la crianza de ganado a gran escala. Son dueños de aproximadamente 45.000 vacunos. Esas buenas tierras con excelentes pastizales se les había concesionado originalmente para colonizarlas. Sin embargo y tal como normalmente sucede con esos acuerdos, nunca pasó mucho con lo de poblar esa comarca. Se comenta incluso, que nunca había sido la intención de los ingleses cumplir con lo acordado, y que habían comenzado a llevar allá grandes cantidades de animales desde el principio. Cuando más tarde el gobierno los urgió a cumplir esa cláusula del contrato y de llevar no sólo ganado sino también seres humanos a aquellas fértiles planicies, lo sociedad le contestó en términos muy acotados: Que las tierras no serían aptas para la colonización. De alguna manera igual lograron conseguir los títulos de la propiedad, a un precio muy bajo y por consiguiente se había logrado engendrar otro nuevo latifundio más. Donde se podría haber poblado con miles de personas, quienes hubieran podido fundar y sustentar su existencia sobre un pedazo de tierra propia, hoy en día solo hay un par de ranchos y chozas precarias, donde habitan los indispensables peones, capataces y vaqueros realizando sus labores como empleados.

En el valle de Ñorquinco predomina la crianza de ovejas y se dice que allá se podrían mantener de 1.500 a 2.000 ovejas por legua (igual a unos 25 kilómetros cuadrados). Más hacia el oeste aumenta la crianza de vacunos, lo que sin embargo no excluye la opción de mantener ovejas, ya que los excelentes pastos rinden muy buenos resultados para la crianza ovina.

Fragmentos del libro “Chubut, a caballo por la cordillera y pampa de la Patagonia central”, de Wilhelm Vallentin

Compartir.

Los comentarios están cerrados