viernes, 8 de noviembre de 2024

Es así que las políticas de la Dirección de Parques Nacionales dejan de ser ajenas a los pobladores que pacíficamente habitaban estos lares. Ya no se trata de producir para la subsistencia, sino que ahora deben pagar permiso de pastaje por sus animales.

Se inician entonces una serie de conflictos y resentimientos que aún hoy perduran en la memoria de algunos viejos pobladores despojados de sus ocupaciones.

En la primera Mensura del pueblo de Lago Puelo, realizada en el año 1937, se observa la presencia en el territorio del Anexo Puelo de las familias de José Rosario Muñoz, de Pablo Rietman, de Manuel Muñoz, de Juan de la Cruz Contreras, de Pedro Rubilar, de José Lértora, de Ramos, de Florencia Holmes, viuda de Gough; a las que se suman aquellas familias que habitaban el Paraje El Turbio, en el sector Sur del lago Puelo y que vivían del laboreo de la tierra y la cría de ganado.

En la misma Memoria del año 1937 se resaltan las excelentes posibilidades turísticas de la reserva por las bellezas que ésta ofrece y la necesidad no sólo de construir hoteles y caminos sino que también “el establecimiento de villas de turismo, será una medida inteligente, pobladores de esta localidad – se refiere a Buenos Aires – y de otros puntos, han manifestado su deseo de que esa iniciativa se lleve a cabo, pues sienten la necesidad de poseer a orillas de lagos que como el Futalafquen son joyas de la naturaleza, su casita propia o su quinta”.

Además se menciona la potencialidad económica de la zona: “región rica y vasta, donde la agricultura y la ganadería han alcanzado gran desarrollo, con poblaciones densas y prósperas, necesita contar con un lugar que, como el Parque Los Alerces, ofrezca a sus habitantes tranquilidad, distracciones sanas, bellezas, confort y orden administrativo”. En relación al Anexo Puelo, específicamente, se menciona la necesidad de construir la casa del guardaparque en la cabecera norte del lago Puelo y un pequeño muelle.

Respecto al turismo, se considera que la cabecera norte del lago Puelo sería un punto estratégico para la implantación de una villa de veraneo. Allí funciona “un modesto hotelito de una familia inglesa, que cuenta con seis habitaciones, amplio comedor, pasillos, baño, etc.”. El hotel al que se hace referencia era de la familia Gough, ubicado en la costa del lago.

En general la política inicial del Organismo se orienta a la afirmación de la Soberanía Nacional: “(…) se gestionó y obtuvo del Ministerio de Guerra el envío de un Batallón de Zapadores Pontoneros, lo que al par de significar una apreciable contribución a la ejecución de la obra vial en que se encuentra empeñada la Repartición, importó un adiestramiento de la tropa y oficialidad por las características especiales del lugar de realización de la obra, todo ello sin contar con el saludable y aleccionador efecto moral, que desde el punto de vista del sentimiento patriótico supone la presencia de tropas del Ejército de la Nación en regiones tan apartadas de nuestro territorio, donde el espíritu de la nacionalidad se encuentra en parte diluido con el elevado porcentaje de población extranjera existente”.

En el recientemente creado Anexo Puelo, el brazo ejecutor de las políticas de Parques Nacionales era el encargado, Guardaparque Raúl Sosa, quien según el relato de viejos pobladores llega entre los años 1937-1938 y se va en 1944 aproximadamente cuando es reemplazado por Córdoba, un militar retirado.

Sosa fue una figura polémica, ya que mientras algunos lo recuerdan con cierto resentimiento por su proceder respecto de los pobladores y sus desalojos.

Es el relato de antiguos pobladores del parque quienes mejor graficaron lo sucedido en aquellos años. Don Sabino Muñoz recordaba, allá por el año 2000: “En el año 1937, 10 años después de haber nacido yo, llegó Parques Nacionales, se instaló Parques Nacionales y ya las cosas se complicaron para los pobladores viejos y bueno, muchos se tuvieron que ir (…). Recuerdo muy poco porque tenía diez años, parques empezó a apretar y no habían leyes que favorecieran a nadie y bueno ¿qué va a hacer?, obligados a irse, muchos se quedaron, hicieron pata ancha, se quedaron, se quedaron, una tía que fue la última que quedó ahí la tiraron afuera del Parque con un carro con sus cositas (…). Lo único que sé que siempre tuve el apoyo de Sosa, siempre el apoyo de Sosa, Sosa a mí me quiso mucho, me conoció de pibito, me tuvo medio de ordenanza”.

Son muchos y variados los recuerdos obtenidos de los viejos pobladores entrevistados, algunos de ellos testigos directos de esa época que con cierta amargura la traen a su memoria.

Doña Manuela Rubilar recuerda que ella era chica, de unos 10 años, y cuidaba un bebé de “los ingleses”, dueños del hotel, en un principio allí vivió el Guardaparque Raúl Sosa y es donde atendía a los pobladores del Parque. Esta situación motivó que fuera testigo de las diligencias realizadas por la autoridad del Anexo. Busca en sus recuerdos y comenta en relación a Sosa: “(…) ¿sabe lo que hacía?, llamaba a los pobladores como que les tenía que explicar algo, lo que tenían que hacer. A un señor que vivía del otro lado del río, un tal Eusebio Fuentes, un viejito petiso, Sosa tenía una piecita que era su oficina, los hacía pasar, en el hotel usted entraba, había una escalera para subir para arriba y allí tenía su oficina él y hacía pasar a la gente. Una vez hizo pasar a todos, iba mi papá también, mi papá pasó al último, entonces a Don Eusebio Fuentes, Sosa (se ríe y continúa) que tipo malo que era, por Dios, no sé qué fue lo que le preguntó y el Guardaparque lo agarró de los bigotes grandes que tenía y le dijo: vos vas a tener que hacer lo que yo te digo. Pobre viejo, llegó a llorar, después cuando le dijo que ya estaba libre, desocupado, lo largó para abajo, había pasado dos escalones Fuentes, y Sosa le pegó una patada en el traste. Después pasaron otros señores más y al último pasó mi papá y también lo había querido arriar a mi papá y mi papá le dijo: mirá Raúl, cuidate que yo no quiero hacer nada de malo, cuidate, a mi no me toques, no me toques porque vos estás haciendo todas las cosas por injusticia, por imprudente que sos, no porque vos seas Guardaparque vas a venir a arriar a todos los pobres, vas a hacer lo que quieras, no, no lo vas a hacer. Después pasó otro hombre y también rodó abajo por la escalera, le pegó una patada en la cola y lo hizo caer de punta al lado del pozo del agua. Yo estaba ahí en el corredor grande del hotel”.

Don Heriberto “negro” Muñoz, esposo de Manuela, agrega a su relato: “los pobres viejos de antes, ignorantes, que sé yo, ahora no, pero les decía: bueno firme acá, ¿y qué voy a firmar?, firme acá, decía Sosa”.

Según versiones de pobladores, para quedarse en la tierra se debía pagar el derecho de pastaje y se le permitía seguir con la ocupación.

Sin embargo, otros pobladores, afirman que aprovechando la ignorancia de la gente, Sosa les hacía firmar papeles que no sabían de que se trataban y que aún pagando el pastaje la intención era que se vayan de las tierras ocupadas por el Anexo; además, las explotaciones era de subsistencia y no veían posible el pago que pudiera salir de sus modestas actividades.

A juzgar por los dichos es en la primera etapa, creación del Anexo y gestión de Raúl Sosa cuando se inician las gestiones que posteriormente provocarían los desalojos. Estos fueron realizados en épocas posteriores a Sosa, cuando éste ya se encontraba en el Parque Nacional Los Alerces, y en Lago Puelo había sido reemplazado por un militar retirado de apellido Córdoba, allá por el año 1944 aproximadamente.

Los desalojos son realizados por orden del Guardaparque pero bajo el procedimiento de Gendarmería Nacional, que recientemente se había asentado en el camino a Los Hitos, en donde anteriormente se encontraba un destacamento de la Policía Territorial, quedando en el lugar sólo un álamo solitario como fiel testigo del paso de gentes desde Argentina a Chile y viceversa.

Algunos pobladores se retiraron de las tierras antes de la aparición de Parques Nacionales, tal es el caso de las familias Lértora y Ramos, de origen portugués y la familia Cofré. Otras familias no ofrecieron mayor resistencia y ante el asedio de las autoridades de Parques se retiraron, como por ejemplo, Juan de la Cruz Contreras, José Angel Arraigada, Juan Fernández, quienes se dirigen hacia Chile; Rosario Pichún se traslada a lo de Domingo Cayún, y tantas otras familias de El Turbio y de la actual Reserva Nacional que con profundo dolor deben abandonar esas tierras en las que se habían arraigado, criado y a veces perdido también a sus hijos, cultivado la tierra, plantado frutales, criado ganado, y que con la llegada del Anexo Puelo, dependiente del Parque Nacional Los Alerces, se ven obligados a iniciar nuevamente una vida en otro lugar.

Doña Manuela Rubilar también recordaba que Sosa les decía a los pobladores: “(…) que las tierras esas iban a ser del gobierno y que iban a tener que desocupar e irse donde los echen. Todos los pobladores se hacían fuertes y decían que no podía ser, que tanto trabajo para dejar todo limpio con arboledas, frutales, pero el desalojo estaba y nada más, él les hacía firmar de prepo el desalojo”. A Doña Aurora Cerda de Rubilar, madre de manuela, “(…) la sacó Gendarmería Nacional por orden del Guardaparque porque él ya había hecho firmar de prepo el desalojo a los pobladores”.

Llama la atención que algunos pobladores se quedaron tal es el caso de Pablo Rietman, vecino de los Muñoz, y Juan Fernández en El Turbio. De palabras de sus hijos: Oscar Rietman y Marcial Fernández respectivamente, ambos se pudieron quedar por tener al día el pago de pastaje. Sin embargo el matrimonio Muñoz – Rubilar recuerda que sus padres no podían pagar porque no les alcanzaba, doña Manuela comentaba que “el Guardaparque dijo que el pago de pastaje no les iba a servir de nada porque tenían que haber tenido todas las tierras solicitadas, y eso no se había hecho”.

No en todos los parques las diligencias iniciadas para los desalojos terminaban en maltrato, pero en el Anexo Puelo esa era la realidad que afloraba con dolor en la memoria de los protagonistas de esos tiempos.

Doña María March de Uribe, que poblaba en el paraje El Turbio relataba: “Sosa nos promete que nos podemos quedar porque somos argentinos, pero luego nos saca. Fuimos empujados por Sosa quien no nos dejó ni sacar las bolsas de papa cosechadas”.

Los viejos pobladores coincidían en recordar al primer encargado del Anexo Puelo, Guardaparque Raúl Sosa como una persona autoritaria y prepotente, aunque también estában aquellos que lo recuerdan con agradecimiento.

Es hacia finales de este primer período fundacional, el que se prolonga hasta la dimisión del Presidente del organismo, el Dr. Exequiel Bustillo, que se promueve una política maderera de aprovechamiento de los bosques quemados para la extracción de madera, que se comercializaba a través de los primeros aserraderos de la zona y un porcentaje se destinaba al Parque Nacional para encarar la obra pública que desde el Organismo se estaba iniciando con el fin de poblar estos vastos territorios fronterizos.

Promediando la década de 1940 se inician las primeras explotaciones, destacándose como industrial el señor Azcona, propietario también del molino harinero en El Bolsón. Ya en Lago Puelo, los precursores fueron también familias pioneras como los hermanos Solari y más adelante la sociedad de los hermanos Pozas y su sobrino Rodolfo Prieto o la sociedad de los hermanos Morado.

El trabajo de la madera era una epopeya. Se trasladaban los rollizos que se extraían en El Turbio en grandes balsas que luego de cruzar el lago Puelo en largas y peligrosas jornadas de trabajo, eran recibidas del otro lado por los carros de bueyes quienes trasladaban la madera hasta El Bolsón.

Esta incipiente actividad económica se intensifica luego del gran incendio que entró desde Chile quemando extensas superficies de bosques nativos en La Esperanza y el Cerro Cuevas, abriéndose entonces estos lugares para la extracción de madera de ciprés y alerce fundamentalmente.

La riqueza forestal se traducía en mano de obra para cientos de pobladores que desde los distintos oficios (hacheros, balseros, tejueleros, empleados de aserraderos, trozadores, y tantos otros) contribuían a desarrollar esta industria maderera que hoy aún perdura.

Los objetivos iniciales de la Institución, cuando la conservación de la naturaleza era solo concebida con la ausencia de las actividades económicas del hombre, fuero cambiando en función de nuevos paradigmas de las áreas naturales protegidas. Hoy conviven la naturaleza y sus ocupantes con experiencias de co manejo como es el caso del Parque Nacional Lanín.

Por Graciela Sánchez Reiche – Marcelo Daniel Giusiano

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