martes, 15 de octubre de 2024
Don Guillermo Águila y familia. Gentileza Elvira Águila

El devenir del tiempo, del progreso y de nuevos pobladores a nuestros pueblos y parajes patagónicos muchas veces atentó contra esos modos de vida de aquellos pioneros que se establecieron cuando las condiciones para hacerlo eran muy difíciles e imponían grandes sacrificios.

No son tantos los parajes o comunas rurales en nuestra provincia de Chubut en los que su aislamiento geográfico además de constituir una situación adversa, los convierta, a su vez, en un lugar único, en el que el tiempo parece transcurrir lentamente y las tradiciones propias de la ruralidad aún se mantienen como las legaron sus primeros pobladores, tal es el caso que nos convoca.

El paraje conocido como El Turbio, debe su nombre al valle del río homónimo y está ubicado en el extremo noroeste de la provincia del Chubut, formando parte de dos áreas naturales protegidas. Al norte, sobre la costa del lago, el Parque Nacional Lago Puelo, al sur, la jurisdicción provincial del Parque y Reserva Forestal Río Turbio. Limita al Oeste con la República de Chile y al Este con la Reserva Forestal de uso Múltiple Lago Epuyén.

Esta espectacular geografía llamó la atención del hombre desde tiempos remotos, quienes la habitaron y recorrieron hace por lo menos entre 300 y 500 años antes del presente, dejándonos evidencias de ello en sus manifestaciones de arte en las rocas y materiales recuperados por el equipo de profesionales que vienen estudiando los diferentes sitios de nuestra comarca.

Posteriores a esos asentamientos tempranos de los primeros pobladores, se produce un repoblamiento de la región, recién hacia finales del siglo XIX y principios del siglo pasado, producto de la campaña militar llevada adelante por el Estado argentino. Es entonces que van llegando, principalmente desde chile, aquellos pobladores, pioneros, que en busca de tierras y mejores condiciones van ocupando el espacio e iniciando actividades agropecuarias y madereras posteriormente.

Es así que El Turbio empieza a poblarse en las primeras décadas del siglo XX. Algunas de esas familias llegan a trabajar como peones del entonces maestro Pedro Pascual Ponce quién criaba ganado en el paraje y de Eduardo Díaz vecino de Las Golondrinas quien también tenía su ganado allí. Tal es el caso de Evaristo Águila y su esposa Sabina Rosas que emprenden el viaje desde Ropanco (Chile) por Cochamó e ingresan a la Argentina por El Manso en el año 1917. Don Guillermo Águila, fallecido en el 2003 a los 94 años, recordaba que junto a sus padres venía él de unos 9 años de edad y su hermano Evaristo Segundo, eran caminos malos, apenas huellas para los caballos y se establecen en El Turbio. Allí su padre se emplea para cuidar la hacienda de don Pedro Pascual Ponce, el primer maestro de Lago Puelo, quien llegó a tener unos 700 vacunos, según su recuerdo. Allí la familia Águila se dedicó al cuidado de ganado, hacían huerta y también trabajos en la madera como la confección de tejuelas.

En el año 1935 Ilse Von Rentzell publica en la Revista Geográfica Americana el artículo “Viaje de Estudio al Valle Turbio Desconocido”, allí relata respecto del paraje: “(…) hombres que apenas poseían lo más indispensable; que viven sin Iglesia, sin escuela, sin ninguna clase de estímulo espiritual, en una sencillez bíblica, en sus chozas de dos habitaciones; que año tras año cultivan sus cereales, sus arvejas y sus papas, crían su ganado y hacen sus quesos; que no poseen lámparas de petróleo, ni ventanas de vidrios, ni sienten la necesidad de tener pisos de madera ni picaportes en las puertas. En tres días estos hombres serviciales trajeron lo que necesitábamos para proseguir nuestro viaje por el desconocido valle del río Turbio (…). Marchamos 25 km siempre aguas arriba a lo largo del río con todas sus sinuosidades. No encontramos ningún ser humano (…)”. Respecto de don Evaristo Águila, sin dar nombres pero sí describiéndolo fisonómicamente escribía: “(…) Al cabo de algunas horas llegamos a otra choza en donde desplegaba sus actividades un hombre de bastante edad, curtido, con una barba rubia y que tenía por negocio la producción primitiva de quesos. La tal choza fue en un tiempo un hito que señalaba el final del valle del Turbio (…)”. Uno de sus hijos, Guillermo, se queda allí y forma familia con María Inés Muñoz, hija también de pioneros llegados a lo que hoy es jurisdicción del Parque. Fruto de ese matrimonio son sus hijos Guillermo Segundo, María Elvira, Luisa Elcira y Luis Alfredo, éste último vive aún en la citada ocupación.

También se establece, cercano a la familia Águila, don Arturo Bahamonde. Hijo de Gabriel Bahamonde y de María Monsalve, oriundos de Chile, al igual que sus primeros cuatro hijos. Arturo, hermano mellizo de Alberto nace en el año 1910 en El Hoyo y en primeras nupcias contrae matrimonio con Graciela Fernández y luego con Rosario Zúñiga. Una familia grande dedicada a la producción de su campo y las actividades rurales.

Don Arturo Bahamonde y familia en su vivienda. Gentileza Flia. Prieto-Fernández

Hacia el año 1931 llega a poblar otro pionero, don Juan Fernández, casado con Rosa Bahamonde, hermana de Arturo, habitan la zona que se encuentra en jurisdicción de lo que actualmente es el parque nacional, para el año 1938, según un relavamiento de la institución el matrimonio tenía 11 hijos, posteriormente al enviudar don Juan contraerá matrimonio con doña Clorinda Palma, hija de otro antiguo poblador que también habitara en El Turbio, con quien tiene más hijos, uno de ellos, Conono Fernández, aún poblador del paraje.

Para el año 1936 Dionisio Fernández y su primo Luciano Fernández venden sus derechos a las mejoras de sus tierras fiscales en El Hoyo a los inmigrantes ucranianos Aleksey Kolb y Piotr Batiuk. Es Luciano quien se traslada y puebla en El Turbio junto a su esposa Ema Vargas e hijos en el año 37.

Antigua vivienda de don Luciano Fernández. Gentileza Flia. Carlucho Fernández

Ese mismo año de 1937, se crea el Parque Nacional Los Alerces con su Anexo Lago Puelo por Decreto Nacional Nº 105.433 del 11 de Mayo. Este acontecimiento sacude la tranquila vida del paraje, ya que con el primer guardaparque se producen los primeros desalojos de muchas familias pioneras de sus ocupaciones. Esos primeros años del Anexo Puelo significaron para sus antiguos pobladores, años de angustias y dolor ante la pérdida de aquello que con tanto sacrificio levantaron, seguido de un fuerte sentimiento de desarraigo.

Si bien la actividad maderera ya se había iniciado en El Turbio años antes, la aparición del área protegida ordena la explotación a través de concesiones a importantes madereros de la zona que con sus obrajeros pasan largas temporadas allí cortando los cipreses quemados por los incendios en jornadas muy duras de trabajo. De esas explotaciones llevadas adelante por industriales como Azcona, Solari, Pozas-Prieto, Morado van surgiendo nuevos pobladores temporales.

Resultó una verdadera patriada bajar prominentes rollizos desde los cerros, aguas abajo del río Turbio y otros arroyos para luego construir balsas que trasladaban entre 500 y 800 rollizos por las aguas del lago hasta el muelle en el área recreativa del Parque Nacional. Allí mismo se trasladaban también los fardos de tejuelas de ciprés que se elaboraban aguas arriba en los campamentos madereros.

En el año 1947 se radica en el Lote 18 Río Turbio del Anexo Puelo del Parque Nacional Los Alerces el poblador Rimberto Vigueras, nacido en Lonquimay (Chile) y su esposa Efigenia Contreras junto a sus 10 hijos argentinos. Es don Rimberto quien en el año 1958 realiza una solicitud para habilitar el alquiler de caballos en el valle del río Turbio a los efectos de satisfacer la demanda de animales de monta y pilcheros. El destino más solicitado era el Cerro Plataforma, pero también salían expediciones al Lago Esperanza y a las nacientes del Turbio (Horqueta de los ríos Turbio 1, 2, 3 y 4). Las cabalgatas para turistas es una actividad que aún siguen realizando sus nietos, hijos de Juan Vigueras.

También fueron baqueanos pioneros don Beto Fernández y don Evaristo Mella quienes realizaban excursiones en El Turbio y La Esperanza.

Don Beto Fernández de baqueano en el Cerro Tres Picos. Gentileza Flia. Fernández

Por Marcelo Daniel Giusiano para La Voz de Chubut

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