Toma el nombre del lago vecino llamado del mismo modo. En lengua de los mapuches significa “isla del ocre rojo”. Su nombre original, de origen tehuelche, era Kol y significa “pantano-menuco”.
Su economía de desarrollaba en torno a la agricultura y el ferrocarril era un elemento clave en su progreso, al ser exclusivamente el único medio de trasporte y distribución de la producción.
El cierre del ramal destruyó su economía al quedar virtualmente aislado.
La estación del ferrocarril era considerada “embarcadero” y contaba con vivienda para personal, vivienda de material para las cuadrillas de mantenimiento, un tanque de agua y 474 metros de vías destinadas a apartadero.
Contaban entonces con escuela rural, comisaría, almacén Rúa – Coronado, bar y hospedaje de Jerez Nemesio, ramos generales de Montoya Ginés. Llegó a poseer más de 150 habitantes. La primera escuela fue edificada con el aporte de los vecinos, y la segunda con fondos de la Gobernación militar de Comodoro Rivadavia y la mano de obra de soldados del Regimiento 25 con asiento en Sarmiento.
Actualmente la estación, el tanque de agua del ferrocarril y la casa de la cuadrilla de mantenimiento se encuentran intactas, rodeadas de lagunas y arboledas. La vivienda de material de las cuadrilla de mantenimiento es la que mejor y más completa se conserva de todo el tendido. La estación está habitada y forma parte de una propiedad privada.
La escuela y la comisaría están abandonadas. Unas pocas chacras se encuentras habitadas y en producción.
Cuenta Carolli Williams “la estación del ferrocarril era un lugar de encuentros, como un noticiero permanente; la gente iba a informarse. Como el autovía paraba 5 minutos en cada estación, ese era el momento en que aprovechaba la gente, los pasajeros bajaban corriendo a abrazarse, besarse y pasarse todos los datos; la gente del lugar charlaba con los pasajeros para saber qué pasaba con los familiares, qué pasaba en Comodoro, en Sarmiento, y cuando sonaba la campana había que subirse porque partía la autovía”.
El Casamiento
Continúa Carolli: “Mi viejo no tenía picardía, tenía puras picardías. El ferroviario era muy festivo, vivía para la joda. En una oportunidad había un casamiento en Colhué Huapi y coincidía con la venida del tren, entonces lo paran en Colhué Huapi y dan aviso que había llegado a Sarmiento sin novedad, pero el tren se había quedado en Colhué Huapi para el casamiento y se le avisa a la gente de Sarmiento que a las 5 de la tarde tomen la autovía que salía para Comodoro y también vayan al casamiento.
Va todo el mundo a la fiesta de Colhué, un casamiento espléndido; estuvimos ahí hasta las 4 de la mañana. Cuando terminó la fiesta, el maquinista no estaba en condiciones de conducir, entonces mi viejo se pone en la máquina, suben todos los pasajeros en los vagones y en el furgón de cola ponen la contador del banco; mi viejo le dice que vaya todo el tiempo moviendo un farol para que él pueda ver desde la ventanilla del tren si se desenganchaba algún vagón. En ese viaje fuimos ‘como a mil’ y meta bocina, meta espantar las vacas. Y el tren regresó normalmente a Comodoro”.
Texto del libro “Aventuras sobre rieles patagónicos”, de Alejandro Aguado