viernes, 13 de diciembre de 2024

La candidata llegó a la recta final confiada, hasta hizo venir a Washington a miles de partidarios, que se fueron entre llantos.

Seguidores de Kamala Harris esperan en la Universidad Howard de Washington.

A medianoche, la celebración dio paso a la amargura y, finalmente, a la desolación. Kamala Harris había llegado confiada a la noche electoral, rodeada de miles de seguidores en su alma mater, la Universidad Howard en Washington. La multitud cantaba, bailaba y coreaba su nombre, llamándola «Madam President». Pero la presidenta no llegó.

Mientras Donald Trump se proclamaba vencedor en Georgia y Pensilvania, la campaña de Harris comunicó que la candidata permanecería en su casa. A las 00:48, se pidió a la prensa que se retirara, y el campus quedó en silencio. El enorme patio de la universidad, que en su día fue la única que educaba a esclavos emancipados, quedó desierto. Las jóvenes que momentos antes reían y se abrazaban con camisetas de Kamala se marchaban ahora cogidas de la mano, algunas entre lágrimas, otras incrédulas. Los trabajadores recogían el equipo y las luces se apagaban.

La noticia esperada, que una mujer afroamericana y asiática sería presidenta de Estados Unidos, no llegó. En cambio, la que se dio fue la reelección de Donald Trump como el 47.º presidente del país, el segundo en regresar al cargo tras una pausa de cuatro años.

Harris no apareció para hablar con sus seguidores, dejándolos desconcertados, y tampoco lo hizo Joe Biden. El presidente se había retirado de la Casa Blanca a las 16:00 sin agenda alguna, pasando la noche en silencio. Su negativa a retirarse antes y evitar una primaria competitiva, sumada a sus errores en la recta final, contribuyó a su exclusión sin miramientos.

Excesivas expectativas
La campaña de Harris llegó a la jornada con expectativas de victoria, impulsadas por encuestas que, visto el resultado, parecieron demasiado optimistas. Predicciones audaces sugerían que podría ganar en Iowa, pero perdió allí por 14 puntos. Otras derrotas esperadas siguieron: Carolina del Norte, Ohio y Florida. Lo preocupante fue la caída en Georgia y, finalmente, la derrota en Pensilvania, el estado natal de Biden, que había sido clave en su propia victoria en 2020.

El primer indicio de preocupación llegó cuando Virginia, un bastión demócrata desde hace años, mostró una ventaja inicial para Trump. Aunque Harris recuperó ese estado con un margen del 5%, fue una señal de alerta. Desde entonces, el equipo de Harris distribuyó memorandos de última hora con esperanzas puestas en Pensilvania, aunque cada vez parecía menos probable. Aferrarse a este tipo de informes mientras se contaban los votos reflejaba la tensión en el equipo demócrata.

Harris solo obtuvo victorias en los bastiones seguros de Nueva York, Washington D.C. e Illinois, que poco aportaban en el contexto general. El verdadero problema estaba en los suburbios de ciudades clave en estados disputados como Filadelfia, Pittsburgh, Atlanta y Detroit, donde Trump superaba su desempeño de 2020.

Un tsunami republicano
Con una posible victoria de Trump en todos los estados clave, la derrota de Harris parecía a punto de convertirse en un tsunami republicano. Incluso en el voto popular, Trump estaba en ventaja, algo insólito en las recientes elecciones presidenciales.

Ahora empieza la reflexión sobre los errores y las debilidades. ¿Por qué se concedió la candidatura demócrata a una vicepresidenta impopular? ¿Por qué no se impulsó la retirada de Biden a tiempo? La campaña tendrá que enfrentar estas preguntas en los próximos días.

En la deslucida fiesta de Howard, algunos conectaron con CNN. Cerca de medianoche, un analista comentó que estas elecciones recordaban más a 2016, cuando Hillary Clinton perdió, que a 2020. De inmediato cortaron la transmisión y volvieron a poner música. Para entonces, ya quedaban pocos de los que horas antes bailaban y celebraban.

Era un final sorpresivo para una campaña que la candidata quiso vender como la de la alegría y la felicidad.

Fte. ABC

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