miércoles, 11 de diciembre de 2024

A media mañana, el martes 21 de febrero de 1984 transcurría entre sonrisas, música, mates y sueños renovados alrededor de uno de los boxes de la villa hípica de Hialeah Park, uno de los hipódromos norteamericanos que era furor por aquellos tiempos en las afuera de Miami. Mat-Boy, un crack argentino que se había quedado sin rivales en el turf nacional, se había convertido en una repentina estrella mundial tres días antes por su lapidario triunfo frente a los locales en un gran premio que dejó incrédulos a los estadounidenses. Pero la rutina del lugar se alteró por completo con la llegada de agentes federales.

Caballo del Año y Mejor Fondista de 1983, Mat-Boy desafió a la lógica de aclimatarse al otro hemisferio rápidamente y competir en el más alto nivel apenas cuatro meses después de haber vencido en Palermo por 28 cuerpos. Así había sido la última etapa de su campaña en nuestro país, ganando clásicos ante adversarios de reconocida calidad que quedaban acalambrados por el camino: por 10 en el Comparación, por 13 en el República Argentina, por 17 el Chacabuco y por aquel margen infrecuente en el Gran Premio De Honor. Pese a ello, en Estados Unidos lo miraban casi con desprecio antes de su primera presentación allá, en el Windener Handicap (G1), una de las pruebas de mayor importancia en el calendario de la costa Este. ¡¿Cómo iba a ganarles un caballo llegado desde casi la otra punta del mapa con el mismo equipo de trabajo que tenía en la Argentina?!

El alazán no sólo lo hizo con facilidad, sino que estuvo cerca de batir el récord de la pista en los 2000 metros de arena. Semejante demostración no pudo ser bien digerida. Se generó una denuncia anónima que hizo que un grupo de detectives de civil aparecieran por sorpresa en el stud en el momento en el que Jorge Valdivieso, el jockey que había viajado para correrlo; el peón Pedro Cruz y Carlos Bani, hijo del entrenador Armando Bani, cumplían con el reparto de las tareas de limpieza previas a darle de comer a Mat-Boy. “Era como cuando en las películas vemos que aparecen los del FBI. Mostraban las chapas identificadoras, medían como dos metros cada uno, ni armas necesitaban mostrar para intimidarnos”, recordó Valdi, hoy retirado y camino a los 64 años. Por entonces, él tenía 26 y llevaba nueve en las pistas.

El primer triunfo de Mat-Boy en EE.UU.

Unos minutos después, todo era silencio y miradas preocupadas. Ellos quedaron paralizados, mientras esos hombres de traje y espaldas propias del Increíble Hulk revisaban cada rincón del stud. El tiempo que pasó hasta que llegó un traductor y les explicó la situación fue de esos que no pueden medirse por reloj, porque el que lo vive cree que hubieran pasado mil años. “Nos explicaron que había habido una denuncia de doping, que era imposible que un caballo argentino, con un cuidador y un jockey argentino hubiera reprisado ganado así en un clásico de Grupo 1 en un medio desconocido. Para algunos, no entraba en sus cabezas que dando tantas ventajas hayamos podido ganarles igual y sospechaban que era un fraude”, describió Valdivieso, tiempo después. Todo era extraño para los locales, incluso la forma de montar tan particular del rubio jinete, que se impulsaba sin ayuda y caía de rodillas sobre el ejemplar que montaba.

A la hollywoodense requisa, sin que encontraran nada extraño, le siguieron un pedido de disculpas; la demanda de las autoridades del hipódromo para que el entrenador se presente a declarar qué había sucedido; los análisis del campeón que no arrojaron la presencia de ninguna sustancia ilícita y una segunda carrera del caballo cinco semanas después, en otro gran premio. Mat-Boy ganó la siguiente por 12 cuerpos y en tiempo récord el Gulfstream Park Handicap (G1), en el escenario del mismo nombre ubicado todavía en Hallandale Beach, al norte de Miami. Este 24 de marzo se cumplieron 37 años de aquella demostración que transformó la incredulidad en admiración y respeto. Resultó, además, la última conquista del alazán tostado. Tras ello, algunas dolencias que había sufrido de potrillo reflotaron y su despedida de las canchas fue con una carrera en la que apenas pudo sostener el ritmo durante los primeros metros, acusando, además, algo de fiebre por un virus equino que se estaba expandiendo en los Estados Unidos por aquellos días.

La segunda gran victoria de Mat-Boy en EE.UU.

La travesía, en tiempos en los que animarse a algo semejante rompía el molde, tuvo un balance muy positivo y algunas curiosidades con Valdivieso, que inicialmente no iba a viajar, por más que venía ganando con el caballo en Palermo. Es que los dueños de Mat-Boy habían evaluado que Bani y su equipo se trasladen desde Buenos Aires, pero contratar a Ángel Cordero, un puertorriqueño que era la carismática estrella del momento en suelo norteamericano. No obstante, el caribeño respondió que sólo aceptaría si antes de los clásicos disputaba una carrera preparatoria. Eso, contra la idea original, y el costo monetario elevado del posible acuerdo con Cordero, hicieron que Bani lograra lo que deseaba desde el comienzo del plan: llamar a Valdi para proponerle viajar.

Al piloto mendocino le insistían casi a diario desde Miami, mientras el campeón se aclimataba, con una secuencia que Valdi recuerda con una sonrisa. “El caballo anda fenómeno, ¿Qué esperás para venir”, le insistían, no sin antes haberle advertido Bani Junior y Cruz que cada vez que lo llamaran, a través de una telefonista, él dijera “Yes” cuando le hablaban en inglés “para que no se cortase la comunicación”. Era una broma con cierto costo: “Los atorrantes llamaban por cobrar y lo que me decía la telefonista era si aceptaba que la cargasen a mi cuenta. Yo caía siempre y me avivé cuando llegó la factura”, recordaba.

A Jorge le ofrecieron ir a un hotel, pero cuando aceptó se alojó en la casa a media hora del hipódromo que habían alquilado Bani y su hijo. Valdivieso se unió al grupo y compartió las tareas de alimentación, masajes y limpieza junto a Cruz, además de ser galopador y jinete del crack. Armando le había dicho que el caballo era “una máquina de correr” cuando ya varios lo habían montado y no daban mucha fe de ello, porque de potrillo no había tenido sus mejores rendimientos. En su etapa adulta, aquel formidable concepto pareció incluso quedar chico para el nivel de hazañas que concretó.

El crack volvió al país para ser padrillo en el hoy desaparecido haras La Biznaga, donde sirvió hasta 1999. A una gran cantidad de sus hijos los terminó corriendo, coincidentemente, Valdivieso, que tiempo más tarde fue contratado como el jockey oficial de la cabaña hasta su retiro en 2007, justamente el año en el que Mat-Boy murió, a los 28 años.

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