La gente recurre a la mentira por tantas razones diferentes que sería imposible enumerarlas todas. Sin embargo, de los motivos más comunes para decir mentiras, evitar el castigo es el principal motivador tanto para niños como para adultos. Otras razones típicas entre una larga lista incluyen protegernos a nosotros mismos de otros ante cualquier daño, mantener la privacidad y evitar la vergüenza.
Al parecer, todos mentimos, o al menos eso es lo que asegura Alejandro Arias, psicólogo de Mundopsicologos.com. Lo hemos hecho repetidamente en el pasado, y continuaremos haciéndolo en cierta medida: «Las mentiras, en dosis adecuadas, constituyen un factor protector sobre uno mismo y nos ofrecen algunas ventajas. Nadie debería dudar de que desde siempre las mentiras han tenido una clara función en la supervivencia de la especie».
Pero si es algo habitual, las consecuencias negativas superarán con creces a las ventajas, y por esto nos explica cuáles son los beneficios de ser sinceros y nos deja unos tips para dejar de mentir.
Pero ¿por qué seguimos haciéndolo? Según el experto en psicología, las mentiras tienen una función protectora de nuestra autoestima, «al dificultar a los demás (y a nosotros mismos) acceder a ciertas partes negativas de nosotros mismos». También nos facilitan alcanzar objetivos prácticos y la obtención de ciertas ventajas del exterior. Y no menos relevante, nos ayudan a evitar o escapar de situaciones que no queremos afrontar. «No es una estrategia adecuada ni funcional a largo plazo, pues entre otros motivos y como se suele decir, ‘las mentiras tienen las patas muy cortas’», recuerda. De volverse algo habitual, las consecuencias negativas superarán con creces a las ventajas: «Conviene por tanto descubrir otra manera de ir avanzando exitosamente por la vida, de una forma más transparente y auténtica», dice el psicólogo Alejandro Arias.
Causas psicológicas
Como hemos visto, existen muchos motivos que nos llevan a engañar a los demás. Al mostrarnos en una versión mejorada de nosotros mismos, es más fácil producir sentimientos positivos en los demás, como la admiración y el agrado. Esto nos acortaría el camino a la hora de crear y mantener relaciones con otros, dado que a todos nos gusta agradar. El problema está en lograr mantener esas mentiras a largo plazo. Y que aunque lo lográramos, es mucho más satisfactorio saber que las personas que están a nuestro lado lo están por quiénes somos, y no por el personaje que interpretamos. Según Alejandro Arias, las causas psicológicas de este fenómeno se encuentra en personas con baja autoestima, «que necesitan sentirse especialmente queridos y admirados por los demás».
Las mentiras también pueden ayudarnos a lograr ciertos objetivos o conseguir cosas de los demás, así como a evitar situaciones que no queremos afrontar. «Podemos poner como ejemplos el hecho de mentir en una entrevista de trabajo para acceder al puesto, o poner una excusa para no acudir a un compromiso. Si bien este funcionamiento podría resultar exitoso a corto plazo, resulta difícil mantenerlo a la larga y además nos produciría emociones secundarias que no existirían sin la mentira que las precede. Por ejemplo, la culpa por haber mentido, o el miedo de que puedan descubrir la verdad. A menudo no compensa», sigue el psicólogo.
Dejar de mentir
Aunque la mentira vicia, porque es un modo de salir ileso de muchas situaciones que pueden dañar nuestra autoestima, es posible dejar de recurrir a ella. Tal como indica el psicólogo, la terapia cognitivo-conductual ha demostrado ser eficaz para el tratamiento de las mentiras. Aunque dependiendo de la gravedad y otras variables, el proceso terapéutico puede volverse complejo, y la ayuda psicológica se hace imprescindible en ocasiones.
«El tratamiento requiere de un enfoque amplio. Se hace fundamental por ejemplo el trabajo con la autoestima, el cuestionamiento del sistema de creencias de la persona, el entrenamiento en habilidades sociales, la gestión de emociones y tolerancia a la frustración, así como una toma de decisiones no basada en obtener resultados sino en valoresa», dice. La gran dificultad reside en que las mentiras a menudo le permiten a la persona conseguir sus objetivos y, por tanto, la incorpora como una estrategia útil y tiende a repetirla. Sin embargo, a largo plazo este funcionamiento trae numerosas consecuencias, prácticas y emocionales, y hace que la persona entre en un círculo vicioso en el que dejar de mentir es extremadamente difícil.
Algunos consejos que comparte el experto para no mentir son:
1. Averigua qué hay detrás de tus mentiras. Puede ser útil aprovechar el día que has mentido, para apuntar en un diario tu reflexión acerca de qué buscabas con la mentira. ¿Obtener algo? ¿Necesidad de aprobación?
2. Trabaja tu autoestima. Si tienes seguridad en ti mismo/a y te gustas, nada te impide mostrarte tal y como eres.
3. No finjas un yo ideal. Trata de dar pasos para convertirte en esa persona que tanto deseas ser.
4. Adopta creencias sanas, por ejemplo. Las imperfecciones nos hacen humanos; todos cometemos errores; y todo el mundo puede cambiar si quiere hacerlo.
5. Antes de mentir, párate un segundo a valorar las consecuencias que podrían haber. A veces es mejor no dar una respuesta que mentir.
6. Muéstrate de forma auténtica. La verdadera autoestima viene de rodearte de personas que te quieren por quién eres, no por quien dices ser.
7. No tengas miedo a recibir una crítica. Éstas nos ayudan a evolucionar. Los demás agradecerán ver cómo les das utilidad.
Para concluir, Alejandro Arias señala tres razones importantes de ir reduciendo las mentiras que usamos todos en nuestra vida: «En primer lugar, porque será la forma de desarrollar nuestra autoestima en su versión más sana y pura. En segundo lugar, para evitar emociones negativas y preocupaciones que surgen a raíz de mentir. Y por último, porque las consecuencias de decir la verdad (aunque ésta sea criticada o rechazada), son mucho más tolerables y gestionables que las consecuencias de ser descubiertos en la mentira».