martes, 15 de octubre de 2024

Gelsomina y Zampanó brotaban de la mano mágica de Fellini y se echaban a payasear por La strada, sin apuro, mientras a toda velocidad Fangio se consagraba campeón mundial de automovilismo por segunda vez.

Jonas Salk preparaba la vacuna contra la poliomelitis.

En el Pacífico estallaba la primera bomba de hidrógeno.

En Vietnam, el general Giap noqueaba al ejército franc és en la fulminante batalla de Dien Bien Phu. En Argelia, otra colonia francesa, nacía la guerra de la independencia.

El general Stroessner era elegido presidente del Paraguay, en reñida competencia contra ningún candidato.

En Brasil, se estrechaba el cerco de los militares y empresario, armas y dineros, contra el presidente Getulio Vargas, que poco después se rompería el corazón de un balazo. Aviones norteamericanos bombardeaban Guatemala, con la bendición de la OEA, y un ejército fabricado en el norte invadía, mataba y vencía. Mientras en Suiza se cantaban los himnos de dieciséis países, inaugurando el quinto Campeonato Mundial de Fútbol, en Guatemala los vencedores cantaban el himno de los Estados Unidos celebrando la caída del presidente Arbenz, cuya ideología marxistaleninista estaba fuera de toda duda porque se había metido con las tierras de la United Fruit.

En el Mundial del 54, participaron once equipos europeos, tres americanos, Turquía y Corea del Sur. Brasil estrenó la camiseta amarilla con cuello verde, en vista de que la anterior camiseta, blanca, le había dado mala suerte en Maracaná. Pero el color canarito no tuvo efecto inmediato: Brasil fue derrotado por Hungría en un partido violento, y no pudo llegar ni a las semifinales. La delegación brasileña denunció ante la FIFA al árbitro inglés, que había actuado «al servicio del comunismo internacional, contra la Civilización Occidental y Cristiana».

Hungría era la gran favorita de esta Copa. El demoledor equipo de Puskas, Kocsis y Hidegkuti llevaba cuatro años invicto, y poco antes del Mundial había goleado a Inglaterra 7 a 1. Pero éste fue un campeonato extenuante.

Tras el duro enfrentamiento con los brasileños, los húngaros exprimieron sus energías contra los uruguayos.

Hungría y Uruguay jugaron a muerte, sin darse tregua, y se agotaron mutuamente hasta que dos goles de Kocsis definieron el partido en el alargue.

La final fue contra Alemania. Hungría ya la había derrotado por paliza, 8 a 3, al comienzo del Mundial, y en aquel partido había quedado fuera de combate el capit án Puskas. En la final, Puskas reapareció, jugando a duras penas en una sola pierna, al frente de un equipo brillante pero gastado. Hungría, que iba ganando 2 a 0, acabó perdiendo 3 a 2, y Alemania conquistó su primer título mundial. Austria obtuvo el tercer lugar. Uruguay, el cuarto.

El húngaro Kocsis fue el goleador de la Copa, con once tantos, seguido por el alemán Morlock, con ocho, y el austríaco Probst, con seis. De los once goles de Kocsis, el más golazo fue hecho contra Brasil. Kocsis se lanzó como un avión, voló un buen rato en el aire y cabeceó al ángulo.

 

Párrafos extraídos del libro: «El Futbol a Sol y a Sombra», de  Eduardo Galeano

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