Los Morales, propietarios de la Estancia Los Ñires, aducían que los Rivera, propietarios de la Estancia La Elisita, se habían apropiado de un valle que les pertenecía. Por este motivo, cada tanto los Morales cortaban los alambrados que cercaban el valle.
El 4 de enero de 1.934, el uruguayo Rivera encontró en el valle de su propiedad a Tulio Morales, quien intentaba enlazar un caballo. Morales huyó a penas vio al dueño del animal. Poco después, Rivera se dirigió al pueblo de Lago Blanco para realizar la denuncia pertinente en la comisaría de policía. Al salir de la comisaría, Rivera escucho un disparo y el silbido de una bala que le rozó la cabeza. Al instante tomó su revólver y giró sobre sí para responder a su agresor. Pero el percutor de su revólver se enredó en los flecos del poncho que vestía, y no pudo evitar que un nuevo disparo le atravesara el cuello. Murió al instante. Morales lo había estado esperando escondido detrás del marco de una puerta del edificio de adobe.
Cuando la viuda de Rivera, la vasca María Irureta Goyena, se enteró del asesinato, tomó un Winchester y partió al galope hacia el pueblo. Al llegar al edificio de la comisaría, lo rodeo con intención de acabar con el asesino, el que ya había sido apresado. De todos modos, el Winchester de María estaba descargado.
Tulio Morales, que tenía 18 años de edad, permaneció preso apenas unos días. A la viuda de Rivera la procesaron por haber rodeado la comisaria en actitud hostil.
Según recuerda Elisa Rivera, la hija menor del asesinado, tras la muerte del padre de los Morales, los acosaron sin tregua varios años y casi no tuvieron paz. Luego de varias denuncias que la viuda de Rivera asentó en la comisaría de Perito Moreno, ya que la estancia de los Rivera se tiende en territorio de Santa Cruz, el comisario dispuso destacarle 3 agentes en la estancia para que los custodien. Durante los 3 años que permanecieron en la estancia, la viuda les dio alojamiento y los alimentó. La presencia de los uniformados alejó a los Morales.
Varias décadas después, en 1.958, el propietario del Hotel Madrid, en Comodoro Rivadavia, escuchó el peculiar diálogo que mantuvieron Tulio Morales y quien se desempeñaba como Juez de Paz en Lago Blanco cuando fue asesinado Rivera:
Morales: “Ya es hora que no siga pasando por ser el asesino de Rivera, ya nadie se va a vengar. Los varones tomaron por su lado y las mujeres no creo que hagan algo”.
Ex Juez: “No, para todos el asesino fuiste y vas a seguir siendo vos”.
Se comentaba que el segundo disparo no lo había realizado Morales.
El ex Juez de Paz cargaba con varias muertes, entre ellas la del supuesto Rubio De La Pera, y solía alardear de ello. En 1.960 lo encontraron muerto en una chacra que poseía en la localidad de Perito Moreno. El cadáver despedía espuma por la boca por lo que se presume que murió envenenado.
Morales falleció a fines de 1.999.
Texto del libro “El Viejo Oeste de la Patagonia” Alejandro Aguado