martes, 10 de diciembre de 2024
Los chicos Conningham transportando leña hacia el casco.

Así denominó en un libro el escritor Gorriaz  Belloqui a la “Estancia Lago Blanco”, de Jorge Cunningham, luego de pasar por allí e interiorizarse sobre el origen y las costumbres de los propietarios y alguno de los trabajadores. En ocasiones en que la visitó fue testigo de una de las habituales y vistosas sesiones de doma. En ella, un pintoresco colono norteamericano afincado en Chile, luego de pregonar a viva voz sus aptitudes como infalible domador, fue despedido violentamente del lomo del potro que intentaba domar y terminó comiendo el polvo del suelo. Se excusó de su acto fallido argumentando que era la primera vez que le ocurría. Resultó un duro golpe para su vanidad el quedar disminuido ante la numerosa concurrencia a la sesión de doma de esa jornada. Lo que nunca sospechó es que, previamente, todos habían acordado darle el potro más bravo y arisco para desquitarse de sus molestos aires de grandeza. Y para beneplácito de los confabulados el cometido se logró.

Para 1926, el lugar se había convertido en el oasis de los inmigrantes de habla inglesa del suroeste del territorio del Chubut. Los que allí Vivian eran George Misterlatt, Willie Doran, el alambrador Scott, Johns, un excelente domador norteamericano de 58 años de edad, flaco, alto y con el cuerpo surcado de llamativos rastros de varias quebraduras de huesos que atestiguaban su larga y agitada experiencia en la doma de caballos; el veinteañero Jorge Berlyng, que se ocupaba de la caza de animales depredadores y otro joven norteamericano, amigo de Berlyng, que dedicaba la mayor parte del día a la lectura de cuanto libro o publicación llegara a sus manos.

A fines de 1926, en una de sus habituales incursiones de cacería, Berlyng observó a los lejos a un desconocido que abrió una de las varias tranqueras de ingreso al campo y la dejó abierta tirada en el suelo. Ese hecho, inofensivo en apariencia, en realidad era una irresponsabilidad imperdonable ya que conllevaba a que las haciendas se escaparan de sus respectivos campos y se mezclaran con las del vecino. Disgustado, Berlyng se interpuso en el camino del desconocido y, a punta de revólver, lo obligó a desandar la media legua recorrida para que retornara a cerrarla. Finalmente descerrajó un disparo cerca de las patas del desaprensivo desconocido y lo expulsó del lugar. Más tarde, cuando retornó al casco le comentó el incidente a Jorge, aunque nunca se supo si fuera a causa de ese hecho, pero al día siguiente Berlyng emprendió el viaje de regreso a norte América.

El grupo de hombres y la mujer de Jorge solían reunirse por las noches en la sala de la casa principal a jugar  al póker. Durante esos encuentros, los hombres se comunicaban en inglés y si lo hacían en castellano solo hablaban de animales, lo cual disgustaba a la mujer de Jorge ya que además de no entender inglés, le aburría lo monotemático de las conversaciones en su idioma.

Texto del libro “El Viejo Oeste de la Patagonia” Alejandro Aguado

Compartir.

Los comentarios están cerrados