Para unos es casi como una carrera técnica, otros parecen corredores de bolsa que arriesgan su propio dinero. Los menos se sienten como grandes maestros de ajedrez. Abundan también los aficionados, imprescindibles para el ecosistema, y no faltan las víctimas de la ludopatía, puerta de entrada y rara vez de salida a los clubes ilegales y las timbas clandestinas.
Así son los jugadores de póker, una comunidad mayoritariamente masculina, por lo general joven, que cuando tiene éxito se ve empujada a emigrar a otros países, no necesariamente lo que entendemos como paraísos fiscales. Los jugadores no tienen ni en común ni a Hacienda, como el resto de los mortales, aunque comparten tapetes, reales y virtuales, dentro de un cuadro muy complejo.
Los más jóvenes no la conocen, pero Marisa Medina fue una presentadora de televisión excepcional, con una memoria prodigiosa, virtud más valiosa que el oro en los años sesenta, cuando en TVE no se usaba todavía el ‘autocue’. Pero dejó de ser joven y empezaron a aparcarla en los pasillos. Encontró una mala vía de escape: se hizo adicta a las drogas y al juego. En su casa se montaban timbas de cuatro o cinco días sin interrupción, regadas con alcohol y fertilizadas con cocaína. Allí nunca faltaba algún famoso.
El suyo era uno de los rostros más populares de España, pero en un momento dado no la dejaban entrar ni en los casinos. Siguió jugando al póker en partidas clandestinas, donde la veían como una fuente de dinero fácil y abundante. Siempre confiada, se dejó drogar y emborrachar y perdió casas y coches, más de 200 millones de pesetas, más de lo que confesó luego. Con muy pocas excepciones, sus amigos la abandonaron.
Ella misma describió en un libro su hundimiento y su escapada del infierno, aunque luego se gastó el dinero de los derechos en volver corriendo. El suyo es un caso más de los peores estragos que causa la adicción al juego.
Cruzada contra el juego
En la España de hoy, la mayor cruzada contra la ludopatía la lidera el ministro de Consumo, Alberto Garzón, quien hace menos de dos semanas presentó la campaña ‘Pero’, para «concienciar a toda la sociedad, especialmente a los jóvenes, sobre los peligros del consumo no responsable de los juegos de azar».
Según los datos del Ministerio, el número de nuevos jugadores ‘online’ menores de 25 años ha crecido en los últimos años de forma exponencial en España y ha pasado de un 28% en 2016 a un 48% en 2021. Para combatir este crecimiento incontrolado, el Gobierno ha lanzado un vídeo musical, pegadizo y quizás ingenuo, y parece a punto de acabar con el «bombardeo de publicidad» que según Garzón «ha permitido la normalización de una actividad que tiene efectos sociales y sanitarios» y que «afectan más a los barrios de clase trabajadora».
Hay estudios que contradicen la tesis principal y aseguran que las casas de apuestas proliferan allá donde hay gente y no en los barrios más pobres, pero esa es otra historia. Otros señalan que las apuestas del Estado y de la ONCE, incluidos los ‘rasca y gana’ de recompensa inmediata, no tienen las mismas restricciones, disfrutan de la promoción gubernamental e incluso utilizan a menores para lograr más difusión, pero esa es también otra guerra.
Así son los jugadores de póker, una comunidad mayoritariamente masculina, por lo general joven, que cuando tiene éxito se ve empujada a emigrar a otros países, no necesariamente lo que entendemos como paraísos fiscales. Los jugadores no tienen ni en común ni a Hacienda, como el resto de los mortales, aunque comparten tapetes, reales y virtuales, dentro de un cuadro muy complejo.
Los más jóvenes no la conocen, pero Marisa Medina fue una presentadora de televisión excepcional, con una memoria prodigiosa, virtud más valiosa que el oro en los años sesenta, cuando en TVE no se usaba todavía el ‘autocue’. Pero dejó de ser joven y empezaron a aparcarla en los pasillos. Encontró una mala vía de escape: se hizo adicta a las drogas y al juego. En su casa se montaban timbas de cuatro o cinco días sin interrupción, regadas con alcohol y fertilizadas con cocaína. Allí nunca faltaba algún famoso.
Marisa Medina, en sus años menos buenos TVE
El suyo era uno de los rostros más populares de España, pero en un momento dado no la dejaban entrar ni en los casinos. Siguió jugando al póker en partidas clandestinas, donde la veían como una fuente de dinero fácil y abundante. Siempre confiada, se dejó drogar y emborrachar y perdió casas y coches, más de 200 millones de pesetas, más de lo que confesó luego. Con muy pocas excepciones, sus amigos la abandonaron.
Ella misma describió en un libro su hundimiento y su escapada del infierno, aunque luego se gastó el dinero de los derechos en volver corriendo. El suyo es un caso más de los peores estragos que causa la adicción al juego.
Cruzada contra el juego
En la España de hoy, la mayor cruzada contra la ludopatía la lidera el ministro de Consumo, Alberto Garzón, quien hace menos de dos semanas presentó la campaña ‘Pero’, para «concienciar a toda la sociedad, especialmente a los jóvenes, sobre los peligros del consumo no responsable de los juegos de azar».
Según los datos del Ministerio, el número de nuevos jugadores ‘online’ menores de 25 años ha crecido en los últimos años de forma exponencial en España y ha pasado de un 28% en 2016 a un 48% en 2021. Para combatir este crecimiento incontrolado, el Gobierno ha lanzado un vídeo musical, pegadizo y quizás ingenuo, y parece a punto de acabar con el «bombardeo de publicidad» que según Garzón «ha permitido la normalización de una actividad que tiene efectos sociales y sanitarios» y que «afectan más a los barrios de clase trabajadora».
Hay estudios que contradicen la tesis principal y aseguran que las casas de apuestas proliferan allá donde hay gente y no en los barrios más pobres, pero esa es otra historia. Otros señalan que las apuestas del Estado y de la ONCE, incluidos los ‘rasca y gana’ de recompensa inmediata, no tienen las mismas restricciones, disfrutan de la promoción gubernamental e incluso utilizan a menores para lograr más difusión, pero esa es también otra guerra.
Según los datos del propio Ministerio de Consumo, empaquetados en el Informe Adicciones comportamentales 2021 (ver página 25), los juegos de azar más consumidos por los menores de edad en España son las loterías, la primitiva y la bonoloto, seguidas de las ‘loterías instantáneas’ de la ONCE y las quinielas. Después aparecen las apuestas deportivas, el bingo y solo entonces los juegos de cartas con dinero.
Jornaleros del azar
Aquí es donde aparecen los jugadores de póker, un colectivo diferente porque, quizá con la excepción de las apuestas, es el único en el que hay jugadores profesionales, una prueba para ellos, que se sienten más cerca del ajedrez y de los eSports, de que su actividad no se puede equiparar con los juegos de azar.
Precisamente un gran maestro, el menorquín Paco Vallejo, tuvo una disputa de varios años con Hacienda, que le reclamaba medio millón de euros pese a que él solo había perdido dinero en el póker online. El fisco perdió la apuesta, pero ‘consiguió’ que nuestro mejor ajedrecista, desengañado con su Gobierno, dejara de residir en España y de representar a la selección.
Otros profesionales del naipe confirman esa impresión. «España seguramente es el peor país de Europa para jugar al póker», asegura Álex Romero, uno de los últimos en sumarse al equipo profesional de Winamax y un defensor de que el póker sea considerado un deporte, con la particularidad de que es «el único en que los profesionales se enfrentan a aficionados todos los días». El andaluz es uno de los que todavía no han emigrado, pero no descarta hacerlo: «Tenemos un nivel tremendo y el 95% de los profesionales buenos se han ido. No les ha quedado más remedio». «No es solo por Hacienda. Bendito problema, porque eso es que has ganado. Entiendo que la tasa es abusiva en comparación con otros países, pero si me voy sería por poder jugar en más salas, más torneos y contra todo el mundo».
El madrileño Adrián Mateos, uno de los mejores jugadores del mundo y varias veces triunfador en las series mundiales de Las Vegas, es uno de los muchos que se fueron al Reino Unido a vivir. En una entrevista con ABC aseguraba que «en España es prácticamente imposible vivir del póker». Las razones son parecidas a las esgrimidas por Romero y casi por cualquier otro emigrante del juego, una legislación «lamentable».
Leo Margets es otra ‘jornalera del azar’ que comparte muchas cosas con Mateos, como equipo (Winamax) y brazalete en Las Vegas, pero ella es de las pocas que han decidido quedarse. Llegó a tener un trabajo ‘normal’ en Londres y sabe que pierde dinero con su decisión, pero le compensa. Su punto de vista es original y apunta a un factor distinto al político. «A los casinos en vivo les interesa que el póker siga siendo considerando un juego de azar y no de habilidad, porque así siguen teniendo el monopolio en exclusiva. Si fuera como en Brasil, donde el póker va por libre e incluso se reconoce como deporte mental, se podrían hacer torneos de otras partes. Eso les perjudicaría. El póker es lo que mantiene a muchos casinos, porque la gente que juega a las tragaperras y ruleta está muriendo».
Testimonios anónimos
Otros emigrantes del juego prefieren no dar su nombre. En Bratislava, donde se celebra un festival de póker de una semana, coinciden en la misma cena varios profesionales que hicieron las maletas. No falta un representante de Andorra, uno de los destinos favoritos por la cercanía. Vivir allí es fácil para cualquier profesional español, pero ahora es mucho más caro. Antes había que depositar una fianza de 15.000 euros, cantidad que ha subido recientemente a 50.000. Para un jugador de cantidades altas o ‘youtubers’ que superen el millón de seguidores sigue siendo un buen negocio.
Lo más sorprendente es que Portugal y Alemania, dos países que deberían tener la misma legislación que España, también acogen a profesionales españoles y les dan mejor trato. No todo son ventajas. Ismael (nombre ficticio) confiesa que ha estado un año sin hablarse con su familia, que no entendía que dejará su trabajo de administrativo para dedicarse a una actividad que, en el mejor de los casos, está sujeta a los vaivenes del azar. La varianza, que dicen los entendidos.
Lucía Navarro, recién elegida embajadora de la casa 888poker, ha vivido en España y en Portugal, donde reside ahora, dos países en los que los impuestos se aplican a las salas de juego, más que a los jugadores.
Para Navarro, los comienzos también fueron difíciles por la reacción de su familia, sobre todo de su madre y su hermana: «Les sentó muy mal y no entendieron que abandonara mi vida, mi trabajo, un novio tan majete… Recuerdo que al principio estaban preocupados cuando decía que me iba a jugar, aunque no era el ambiente que imaginaban. No veían un futuro a mi vida. Luego, cuando gané el torneo de 2014, me vieron en la retransmisión y descubrieron que era un torneo organizado. El jefe de sala, los crupiers, los compañeros, todos eran gente normal. Estaba más profesionalizado de lo que se imaginaban. No tenía nada que ver con las partidas en las que me metía antes, donde pasaban cosas. Reconozco que me libré de alguna que otra».
Fuente ABC