El verano de 1901 transcurría en paz con apenas algunas escaramuzas políticas de menor cuantía. La mayoría de los influyentes del país se hallaban de vacaciones en Mar del Plata. Algunos descansaban en sus quintas de San Isidro o Adrogué. Otros reposaban en sus estancias. El Presidente Julio Argentino Roca se hallaba con sus hijas en su campo de Ascochinga, el oasis preferido del General.
Febrero no dejaba de ser una calurosa calma, cuando una pequeña noticia casi anecdótica paso a tomar dimensiones impensadas, para terminar transformándose en uno de los mayores secretos de la historia Argentina. Su protagonista: Martín Rivadavia, nieto de Bernardino y Ministro de Marina del Presidente Roca.
El sábado 9 de febrero por la mañana, el Comodoro Rivadavia, de 50 años, sufrió un percance. Saliendo de la bañera, resbaló. Cayó, se fracturó dos costillas y se desmayó. Una junta de cuatro médicos asistió al Ministro. Una vez que recobró la conciencia, convocó a su segundo, el Capitán de Navío Onofre Betbeder, para dar instrucciones acerca de la inminente partida de la Fragata Sarmiento. Los especialistas notaron que no tenía fiebre y que su estado no revestía gravedad. De todas maneras, le ordenaron que guardara cama y fuera sometido a exhaustivos chequeos hasta que se le diera de alta.
Vivía en Santa Fe y Montevideo, donde era visitado por todas las personalidades que estaban en Buenos Aires. Su mujer, Isabel Crespo, actuó como anfitriona del Vice Presidente Norberto Quirno Costa y el resto de los amigos y camaradas que desfilaron por el lecho del ilustre enfermo, un hombre de impecable trayectoria en la Marina y bañado en condecoraciones. Los Generales Ricchieri y Levalle y el propio Bartolomé Mitre acudieron a ver al Secretario de Estado.
Las noticias escuetas daban cuenta de cierta estabilidad en el cuadro y de la actividad social desplegada en su casa. No mucho más que eso, salvo un telegrama del Presidente Roca pidiendo que lo mantuvieran informado sobre la convalecencia del Comodoro Rivadavia. Pero a veces, cuando el resbalón es caída, las consecuencias pueden ser graves. En la mañana del 13 de febrero, el paciente se hallaba tan empeorado que fue necesario practicar una cirugía. Se inició a las 10.30 y terminó a las 12.15. Una de las crónicas de último momento informaba: “el Comodoro soportó con gran entereza la operación, sin que se apelara al cloroformo, y fue su energía tanta, que varias veces dirigió la palabra a los facultativos”. Todo lo que se hizo no alcanzó para sanarlo de la “contusión visceral”. Por la tarde, era tal la gravedad de su estado que se resolvió convocar al sacerdote que le brindara la extremaunción. A las 21 agonizaba. Murió a las cuatro de la mañana.
Su funeral fue imponente. Para rendirle homenaje se bautizó un acorazado con su apellido y se decretó nueve días después de su muerte, que a la zona costera de la Provincia de Chubut que él había explorado se le diera el nombre de Comodoro Rivadavia. Son todas distinciones merecidas para un hombre que se dedicó desde su juventud a servir a la Patria, a pesar de la muerte prematura provocada por un resbalón al salir de la bañera. ¿Realmente fue así?.
Las publicaciones de la época y las biografías coinciden en que esa fue la causa de la muerte del nieto de Bernardino Rivadavia. Sin embargo, entre los historiadores circula otra versión: que el Comodoro Rivadavia recibió heridas de arma blanca –de las cuales no pudo recuperarse- en la casa de su amante al ser descubierto por el marido de la señora, un hombre de algún peso en el campo político.
Hace algunos años participé de una charla informal en la que dos académicos de la historia comentaban este escandaloso final vedado a los textos especializados. Hace unos meses, trabajando en este capítulo, consulte a tres historiadores de gran prestigio. Uno respondió que no sabía nada al respecto. Los otros ofrecieron respuestas muy similares. Dijeron que conocían como había sido el verdadero final del Ministro de Roca en manos de un marido celoso. Uno de ellos, cuya reputación en el campo de la historia es irreprochable, me dijo: “la verdadera historia de la muerte del Comodoro Rivadavia se tapó completamente. Todos lo sabemos, pero ningún historiador va a reconocérselo en público”. Por lo tanto, y hasta que no se pruebe lo contrario el Comodoro Rivadavia murió por “una contusión visceral” producto de una caída, resbalándose al salir de la bañera de su casa.
Fragmento del libro “Historias Inesperadas de la Historia Argentina”, de Daniel Balmaceda