Durante la segunda mitad de la década del 80 y la primera mitad de la década del 90, el apellido Escobar dejó una huella imborrable -y salpicada con sangre- en la historia de Colombia. Podría decirse que hubo un “Escobar bueno” y otro “Escobar malo”. Y las historias de ambos se cruzaron en más de una oportunidad, con el fútbol como hilo conductor.
Es mucho lo que se ha escrito, hablado y hasta llevado a la pantalla sobre el “Escobar malo”. Pablo Emilio Escobar Gaviria, uno de los narcotraficantes más importantes de la historia colombiana, fundador y líder del Cartel de Medellín y quien fue asesinado el 2 de diciembre de 1993 durante una redada que venía planeándose desde hacía meses. Sin embargo, del “Escobar bueno” no es tanto lo que ha trascendido -comparado con el líder narco-, aunque su trágica historia es recordada por todos en Colombia y en el mundo, en especial por los amantes del fútbol. Existe un documental sobre las historias de ambos (“Los dos Escobar”, 2010) y hace unos meses Netflix estrenó la serie “Goles en contra”, que durante 6 episodios repasa los inicios, la gloria y el ocaso de la efímera carrera deportiva -y vida- del “Escobar bueno”.
Andrés Escobar Saldarriaga era futbolista, uno de los mejores defensores de la historia del fútbol colombiano. Campeón de América con Atlético Nacional en 1989, disputó los mundiales de Italia 1990 y Estados Unidos 1994 para la selección cafetera. Y fueron un par de segundos fatídicos en este último de los mundiales los que lo sentenciaron -injusta y cruelmente- a su trágica muerte, ocurrida el 2 de julio de 1994 y 10 días después de que Andrés Escobar convirtiera un gol en contra que significaría la eliminación de Colombia del Mundial 1994 en primera ronda. Porque esa noche, en un bar de Medellín, Andrés Escobar fue asesinado de 6 balazos en la cabeza. “Gracias por el autogol”, le recriminaron -con ironía- antes de rematarlo.
Andrés Escobar se convirtió en una leyenda desde ese trágico momento. El 2 de julio de 2014, el mismo día en que se cumplieron 20 años del cobarde asesinato, Atlético Nacional fundó la orden al mérito llamada “Andrés Escobar Saldarriaga, El Caballero del Fútbol” para reconocer año tras año a quienes, dentro o fuera de la cancha, contribuyen al crecimiento del equipo. Y es que Escobar (el “bueno”) fue todo un líder y referente entre sus compañeros, tanto del equipo de Medellín como de la Selección de Colombia. Y llevó la cinta de capitán durante mucho tiempo.
LA SALVAJE COLOMBIA EN LA QUE TRANSCURRIÓ LA CARRERA DE ANDRÉS ESCOBAR
La serie de Netflix “Goles en contra” comienza ambientada en 1987. En ese momento comienza el proceso de formación del plantel de Atlético Nacional de Medellín que conquistaría la Libertadores de América dos años después, de la mano del técnico Francisco “Pacho” Maturana y de su ayudante de campo, el exitoso y carismático Hernán “Bolillo” Gómez.
Aunque al comienzo de cada episodio se aclara que los hechos y personajes son ficticios, la historia de “Goles en contra” está basada en hechos reales. Hechos muy tristes y crueles.
En 1987, con apenas 20 años, Andrés Escobar comenzaba a andar su carrera como defensor de Atlético Nacional. De origen humilde, la familia Escobar seguía con ilusión las trayectorias de Andrés y de su hermano mayor, Santiago, quien también se había dedicado al fútbol. Incluso, al menos en esa primera etapa, era Santiago quien asomaba con una prometedora carrera.
Por ese entonces, los carteles narcos tenían el control de las principales ciudades colombianas, y era el Cartel de Medellín (liderado por Pablo Escobar -el “malo”-) quien manejaba y decidía todo en los pagos de los Escobar -los “buenos”-.
En Cali, el cartel de aquella ciudad también hacía lo propio, y las calles de ambas ciudades -con sus canchitas de fútbol callejeras como escenario principal- eran los sangrientos campos de batalla donde transcurría la guerra de carteles.
Medellín y Cali estaban sitiadas por los narcos, que mantenían vínculos con políticos y empresarios. Dentro de la serie de Netflix, “Goles en contra”, los realizadores recurren a personajes ficticios para evitar problemas legales cuando intentan dejar en evidencia el vínculo del Atlético Nacional con los narcos y el “dinero sucio” que llegaba a las arcas del club. Se presenta a Octavio Agudelo como el entonces presidente de Nacional, quien convence a Maturana de volver al fútbol y a quien un grupo de sicarios asesina a sangre fría por no saldar las deudas contraídas con el narcotráfico. Además se presenta a Leonor Aparicio, una mujer que asume la presidencia de Nacional tras el asesinato de Agudelo.
Mientras que esta última ni siquiera existió en la vida real, es claro que Agudelo representa a Octavio Piedrahita, empresario vinculado a Nacional, aparentemente cercano a Pablo Escobar y quien fue asesinado en 1988.
De la mano de “Pacho” Maturana, el “verdolaga” de Medellín comenzó a crecer y ser protagonista en el fútbol colombiano. La base de un plantel “criollo” (formado por jugadores de la zona) fue haciéndose cada vez más fuerte y conocido hasta llegar a su momento de máximo esplendor: la Copa Libertadores ganada por el equipo colombiano en 1989 (copa que también estuvo siempre envuelta en versiones relacionadas al sospechoso dinero del cartel de la ciudad).
En este plantel trascendió profesionalmente y comenzó a formar su nombre también el arquero René Higuita y Alveiro “El Palomo” Usuriaga, quien luego sería figura en Independiente de Avellaneda.
ESCOBAR, COLOMBIA Y LOS SUEÑOS MUNDIALISTAS
Desde sus inicios, las lesiones marcaron la carrera de Andrés Escobar. De base, tenía un problema en la planta de su pie, lo que lo obligaba a jugar con plantillas especiales (no ortopédicas) que uno de los integrantes del cuerpo técnico de Nacional confeccionaba especialmente para él.
Su rendimiento en Nacional entre 1986 y 1989 llevaron a que clubes internacionales posen sus ojos en el antioqueño, por lo que en 1989 pasó a préstamo al Young Boys de Suiza. Y allí se encontraba jugando cuando se disputó la Copa del Mundo Italia 1990.
Después de 28 años ausente en Mundiales y de la mano de Maturana, la Selección de Colombia regresaba al evento más importante del fútbol mundial. Con Escobar, Higuita y la columna vertebral del Nacional campeón de América en 1989 y subcampeón de la Copa Intercontinental (perdió de forma agónica contra el Milan de Italia), Colombia volvía al plano internacional. “El Pibe” Carlos Valderrama también brillaba con su magia.
Integró el Grupo D junto a Emiratos Árabes Unidos, Yugoslavia y Alemania (que terminaría siendo campeona en ese Mundial y tras vencer a Argentina en la final). En el debut, Colombia derrotó 2 a 0 a Emiratos Árabes Unidos, perdió 1 a 0 contra Yugoslavia y sacó un más que meritorio empate contra Alemania (1 a 1).
Ese rendimiento fue suficiente para clasificar a octavos de final, donde se enfrentaría a la también sorprendente Selección de Camerún. Tras empatar 0 a 0 en tiempo regular, durante la prórroga los africanos vencieron a Colombia 2 a 1, con un recordado error del arquero Higuita en lo que derivó en uno de los goles cameruneses.
La eliminación colombiana en ese mundial dejó un sabor agridulce. Agrio porque fue un error propio el que sesgó el sueño colombiano en la Copa del Mundo, pero dulce porque la participación había sido histórica después de 6 mundiales a los que no había clasificado.
La base estaba, los jóvenes jugadores habían comenzado a explotar en Italia y Estados Unidos 1994 era el horizonte.
Andrés Escobar, que nunca llegó a adaptarse al fútbol suizo, regresó a Atlético Nacional y siguió padeciendo las consecuencias de las constantes lesiones. En plenas Eliminatorias para la Copa del Mundo Estados Unidos 1994, el defensor sufrió una rotura de ligamentos y se perdió algunos partidos. Entre ellos estuvo la histórica goleada de Colombia a Argentina en el Monumental de Núñez por 5 a 0, que clasificó a Colombia directamente a la Copa y empujó a la celeste y blanca a jugar el repechaje contra Australia para definir al último clasificado.
Colombia ganaba, gustaba y goleaba en la previa, por lo que la ilusión y la sed de revancha luego de la eliminación en Italia 1990 crecía cada vez más.
El clima social y político no había cambiado demasiado y, de hecho, la tensión era cada vez mayor en Colombia, en general, y en Medellín en particular. Cada vez más cercado por las fuerzas militares, Escobar Gaviria no dejaba de ostentar su poder (sin importar el precio) y seguía manejando los hilos. A tal punto de que los asesinatos seguían en el orden del día. Algo que también se refleja en “Goles en contra” (Netflix) es la mediación de René Higuita con el propio Pablo Escobar para que libere a una niña que había sido secuestrada. Más allá del noble gesto del arquero, esta participación le valió pasar un tiempo en prisión, ya que se lo condenó por haber estado al tanto de un secuestro y no haberlo denunciado a las autoridades.
Fue un entonces joven Oscar Córdoba quien ocupó el arco de Colombia durante parte de las Eliminatorias y ya en Estados Unidos 1994. El sueño colombiano duró apenas los 3 partidos de la primera ronda: derrota 3 a 1 contra Rumania, derrota 2 a 1 contra Estados Unidos y un 2 a 0 arriba contra Suiza para despedirse con la frente en alto. Pero no fue suficiente para clasificar a octavos.
Fue el segundo partido de Colombia en esa Copa del Mundo de 1994, contra Estados Unidos, lo que terminaría por marcar el destino de Andrés Escobar. Porque a los 35 minutos del primer tiempo, llegó un centro a media altura desde el costado izquierdo, enviado por un jugador local. Mientras Córdoba intentó adelantarse a la jugada y salió a cortar la pelota, en simultáneo Andrés Escobar se tiró en el área, deslizándose para desviar la pelota e intentar despejarla al córner. Pero la trayectoria de la pelota, en cámara muy lenta, tuvo destino en el fondo de la red. Fue el primero de los dos goles con que Estados Unidos derrotó 2 a 1 a Colombia y firmó su eliminación.
“AL TÍO LO VAN A MATAR”
El equipo colombiano terminó con la moral por el piso luego de la sorpresiva eliminación en lo que era su segunda participación consecutiva en mundiales. Aunque Maturana -un líder, motivador y referente para esta generación- intentó levantarles la autoestima, los jugadores cafeteros quedaron muy golpeados.
En Colombia, en tanto, el ánimo popular no era muy distinto al del seleccionado. Estando todavía en Estados Unidos y compartiendo tiempo con sus familias (habían viajado especialmente para acompañarlos), Maturana les recomendó a los jugadores quedarse “un tiempo más” conociendo y disfrutando antes de regresar a sus tierras.
“Mami, al tío Andrés lo van a matar”, le dijo Felipe Ángel Escobar, de solo 10 años, a su madre, cuñada de Andrés, mientras estaban en Estados Unidos todavía. Sin saberlo, el niño presagiaba lo que ocurriría apenas unos días después.
Más allá de la recomendación del DT, Andrés quiso volver a Colombia a visitar a su novia. Su pase al Milan de Italia era casi un hecho y restaban algunos detalles para concretarlo. Pero, en Colombia, a Andrés lo aguardaba su propia muerte.
Solo 10 días habían transcurrido del fatídico gol en contra cuando, el 2 de julio de 1994, Andrés Escobar estaba en un bar de Medellín con un grupo de amigos. En “Goles en contra”, de Netflix, se reflejan la cantidad de miradas inquisidoras del público del bar cuando reconocían a Escobar -el “bueno”, ya que el malo había muerto medio año antes-.
“Gracias por el autogol”, le gritaron con ironía desde una de las mesas, y -tras cruzar algunas palabras-, el defensor abandonó el lugar. Cuando estaba en el estacionamiento del lugar, los mismos hombres que lo habían increpado dentro del bar salieron a su encuentro para seguir recriminándole.
Abruptamente, uno de los hombres que cuestionaba a Andrés Escobar sacó un arma y le efectuó 6 disparos en la cabeza.
Luego se supo que los hombres que habían discutido con Escobar y lo habían seguido hasta el estacionamiento eran los narcotraficantes David y Santiago Gallón Henao. Antes de ejecutarlo, se lanzaron sobre el futbolista y comenzaron a forcejear. Y en medio de la situación, el chofer de ambos -identificado como Humberto Muñoz Castro- se acercó y, sin decir ni una sola palabra, le vació un cargador en la cabeza a Andrés.