domingo, 3 de noviembre de 2024

Guillermo Larregui, el “vasco de la carretilla”, nació en Pamplona en 1875, marinero por tradición familiar y cultural, solía quedarse largas temporadas en alguno de los puertos del mundo.

Así fue a parar en una estancia en la zona de Comandante Piedra Buena, Santa Cruz. Ahí, en una rueda de mate del amanecido fogón, Larregui apuesta a sus compañeros que “él es capaz de llegar a Puerto Deseado caminando con una carretilla”; ‘cosa de vascos’, piensan tal vez sus compañeros de trabajo.

El vasco está decidido y avanza. El patrón lo intercepta en el camino, intenta convencerlo para que desista de la apuesta, pero no lo logra.

Llarregui llega a Comodoro Rivadavia en setiembre de 1935, después de seis meses de caminata. Aquí se aloja en el Hotel España, hasta allí llega Asencio Abeijón para hacerle una entrevista en nombre del Diario El Chubut.

Descansa un par de semanas y sale… hace una parada en el yacimiento petrolífero de km. 3 y sigue un camino de costa (1). Los vascos de Trelew ya conocen la novedad y lo esperan, y así, en el camino hasta Buenos Aires, distintas asociaciones vascas lo alientan.

Llega al Santuario de Luján en medio de un cordón de gente que lo aplaude y le tira flores. Acaba de cumplir con su palabra, y como testimonio deja la carretilla en el santuario.

Otros rumbos
Al vasco ya se le había instalado el vicio. Al poco tiempo hace otros planes, viaja a Chile, Bolivia, en el último viaje rumbo a Brasil, decide quedarse en el corazón de la selva misionera, a metros de las Cataratas del Iguazú. En 1959 es el único habitante del lugar, se dedica a curar animales heridos por cazadores furtivos, y junta la basura que los escasos visitantes tiran, con latas hace una pintoresca casa.

Allí falleció el 5 de julio de 1964. Sus restos descansan en el cementerio de Puerto Iguazú donde pocos o nadie, conoce su relación con la Patagonia. Su tumba es solitaria porque nadie la visita, salvo uno que otro patagónico enterado.

La dirección de Parques Nacionales desarmó la casa de latas, y hasta hace pocos años sólo el espacio vacío recuerda el lugar que vivió hasta su muerte.

Cosas de vasco, dejar su país, surcar los mares, radicarse en la estepa patagónica y morir en medio de la selva misionera.

Extraído del libro “Crónicas del Centenario” editado por Diario Crónica en febrero de 2001.

(1) Crónica, 20 de mayo de 1995.

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