En estos tiempos, en los que las usurpaciones son moneda corriente en diversas ciudades de nuestra Provincia causando enormes problemas sociales, políticos e, incluso, de seguridad, creemos oportuno recordar la historia de “El Pantera”, iniciador de un enorme negocio inmobiliario amparado por dirigentes políticos, policías y jueces en el Gran Buenos Aires y, que con mucho detalle y precisión, relata Carlos Pagni en su último libro “El Nudo”.
A partir de los años 50, la línea de edificación de la Ciudad de Buenos Aires, que avanzó por décadas hacia la periferia, comenzó a hacerlo a ciegas, deteniéndose en las zonas inundables. El municipio casi no intervenía. No existían redes de agua corriente, y los drenajes se limitaban a grandes zanjas en las que por las noches croaban las ranas. Hasta la década de 1960, el Gran Buenos Aires todavía conservaba algo de bucólico. La política, entendida como la capacidad regulatoria del Estado, ya había dejado de regir este proceso.
Durante esos años, se multiplicaron las sociedades de fomento, encargadas de conseguir servicios mínimos. Se sentía la presión de la inmigración limítrofe, se formaron los primeros asentamientos en zonas inundables, se instalaron viviendas en los márgenes de los arroyos y, al final, se fueron poblando las viejas cavas, de las que había salido la tierra para fabricar ladrillos. La degradación se fue profundizando. Se multiplicaron los asentamientos, que todavía conservan el trazado cuadricular y asignan áreas especiales a los servicios.
Muchos asentamientos se producen a partir de la ocupación sistemática de terrenos fiscales que luego se comercializan.
Jorge Ossona describe el caso de Santa Catalina. A la vera de la Avenida del Olimpo, un puntero peronista, José Romero, a quien Ossona se refiere solo por su sobrenombre, “Pantera”, montó una organización de apropiación de tierras fiscales que se fueron revendiendo hasta convertirse en barrios. Los más importantes fueron Juan Manuel de Rosas I y II. Pantera reportaba a uno de los jefes históricos del peronismo de Lomas de Zamora: Osvaldo Mércuri. Este dirigente secundó a Eduardo Duhalde como encargado de las políticas sociales de Lomas de Zamora entre 1974 y 1976 y entre 1983 y 1989. Después ocupó una banca de diputado en la legislatura bonaerense, cuya Cámara presidió durante años.
Bajo la tutela política de Mércuri, Pantera consiguió leyes de expropiación que le permitieron lotear y vender las tierras para avanzar con sus urbanizaciones, que se convirtieron en un fenomenal negocio inmobiliario, en negro.
Ossona cita a uno de los lugartenientes del “desarrollador”: Pantera, a diferencia de otros ocupadores nunca improvisaba, iba a lo seguro, negociando antes la operación con amigos pesados de la municipalidad con llegada al Intendente y, por su intermedio con la policía y los jueces. Por eso, la toma se hacía en tiempo record; y a los pocos días tenía la máquina de la Municipalidad rellenando y haciendo calles y veredas. (…) “De la urbanización se hacía cargo él”.
La ocupación desataba enfrentamientos violentos en los que morían integrantes de una u otra banda para quedarse con los terrenos. Asesinatos que eran disimulados por la policía, cuyas autoridades estaban asociadas con un “canon” al emprendimiento. Pantera era, a su modo, un Eduardo Constantini, el desarrollador del Nordelta.
A su modo, Pantera creaba su Nordelta amparado por políticos y policía, al margen de la Ley. Esa clandestinidad inicial se desplegaba más tarde en otros negocios. El fundador del barrio cobraba el peaje a los piratas del asfalto o asaltantes armados. También se encargaba, a través de jóvenes organizados por él, de la recolección de basura. Al tratarse de terrenos fiscales, las empresas contratadas por el municipio no realizaban la tarea.
El poder de Pantera languideció en el año 2.000 cuando fue detenido. Al poco tiempo consiguió la libertad, pero fue asesinado. Sus subordinados se enredaron en una interminable guerra por la jefatura. Y a los delitos tradicionales se les agregó la elaboración y distribución de la cocaína, en extraordinaria expansión desde entonces.
La vida de los Mércuri tomó otro camino. A partir de 2.015, se sumaron a Propuesta Republicana (PRO) Gabriel, hijo de Osvaldo, fue el primer Vice Ministro de Desarrollo Social de María Eugenia Vidal. Una genealogía dedicada a, por llamar su saga de algún modo, la lucha contra la pobreza.
En los barrios fundados por Pantera se fue estableciendo una comunidad cada vez más numerosa de inmigrantes bolivianos, que reprodujeron allí la organización social y la actividad económica de sus localidades de origen. Así nació, con el tiempo, La Salada, una feria gigantesca, concentrada sobre todo en la venta de indumentaria, que se expandió con los años a varias actividades ilegales.
Pero eso merece otra historia….