Por una cicatriz en la cabeza se lo conoció con ese mote. Segundo David Peralta era oriundo de Monteros (Tucumán) con fecha de nacimiento el del 3 de marzo de 1897, tuvo algunos empleos, se casó y tuvo un hijo; después llegó lo que sigue en síntesis y que sería interesante revisar detenidamente, pues las noticias y relatos de la época que se centran en él son de contenido diferente; para los poderosos no era más que un delincuente, pero para mucha gente de los pueblos explotados por las grandes empresas que desde el siglo anterior habían comenzado a ocupar enormes territorios de nuestro país, era una especie de rebelde y justiciero o un salvador que le robaba a los ricos para favorecer a los pobres. Actuaba como el enemigo número 1 de grandes firmas y empresas multinacionales de la talla de la “Santa Fe Land Company Limited”, “Bunge y Born” y la “Dreyfus y Weil”, entre otras que surgieron de irregulares y oscuras tratativas con el gobierno. Enumero algunas de las que concentraron la compra de cosechas algodón y oleaginosas a pequeños productores por montos muy inferiores a lo estipulado entonces, otras, como la compañía “La Forestal” que se instaló en la “Cuña Boscosa del Chaco Santafesino” un área que comprendía una extensión de 1.804.563 hectáreas de bosque virgen, y se encargó de explotar “el quebracho” en un área de algo más de 900.000 hectáreas; aunque hablando en criollo practicaron su deforestación indiscriminada en aquél enorme fundo en que los obreros quedaban cautivos de por vida y en condiciones de esclavitud. “Mate Cosido” se transformó en poco tiempo en una verdadera pesadilla para los gerentes de aquellas empresas, y hasta no mucho tiempo atrás, algunos lugareños memoriosos hablaban acerca de su persona como un hombre de coraje, inteligente y generoso y afirmaban que los relatos orales de quienes lo conocieron, tejieron su historia de tal forma que es imposible deshacerla. Muchos lo definieron como “un bandido romántico” al que ni la policía ni la gendarmería, ni aún las recompensas dinerarias ofrecidas, y oportunamente cada vez más suculentas, pudieron detener. El Chaco era entonces territorio federal manejado por aquellas multinacionales llenas de plata y casi sin custodia, y a Mate Cosido le resultó el ámbito propicio para asaltar trenes y bancos. Un destacado oficial de gendarmería siguió su rastro durante años, por su tierra natal, Añatuya, el norte de Córdoba, Santa Fe, Resistencia, ciudad de Corrientes; y Asunción, Pirayú y Villarica en Paraguay, aunque sin suerte dio por concluida la búsqueda. No lo encontraron, no lo apresaron ni mataron. La dicción más firme de la última vez que lo vieron alude a un enfrentamiento cuando debía tener unos 42 años, en medio del cual corrió al monte sin dejar huellas. El mismo monte donde por los años veintipico había comenzado su carrera delictiva y en los treinta ya era toda una leyenda. Nunca más se supo de él y las versiones apuntan a que quizás fue herido y murió en la espesura; y si murió nunca encontraron sus restos; otra decía que en Paraguay había quedado bajo protección de un político conocido, y aún otras algo más fantasiosas; pero todas quedaron con final abierto. Su mujer, Ramona Romano y su hijo Mario vivieron hasta unas décadas atrás, y solo dijeron que nunca más habían vuelto a verlo o a saber algo. La suya es la historia de un “bandido rural” que de esa forma manifestó el descontento con las políticas de desarrollo que en nuestro país aplicaron manos extranjeras. Dicen que se decía “el bandido de los pobres” aseverando que su proceder era de acuerdo a como aquellos forasteros trataban al pueblo chaqueño. Cuando alguna vez estuvo preso declaró: ”Soy un delincuente nato (…). Soy una fabricación por las injusticias sociales que siendo muy joven ya comprendí y por las persecuciones gratuitas de un policía inmoral y sin escrúpulos”
Recuerdo que hace tiempo conversábamos con un entrañable amigo, hoy erigido como uno de nuestros mejores artistas plásticos, Guillermo Pucci, y comentó que en sus años mozos -ya más de cincuenta- después de haber terminado la secundaria y hasta iniciar los estudios de su carrera de artista, trabajó algunos años en la comisaría de Metán. En cierta oportunidad tuvo que hacer la registración de armas recuperadas en lejanos hechos delictivos ocurridos en esa jurisdicción; que lejos en el tiempo, tomaba buena parte de Anta. Luego de aquél proceso las enviaban a Salta donde eran destruidas. Y siendo personal de la fuerza podían solicitar y adquirir alguna, pero en su recuerdo y en paralelo también, se lamentaba porque entre una parva de armas cortas y largas encontró una de las que utilizó don Peralta en sus hechurías: un Winchester recortado en caño y culata para facilitar el traslado sin menguar sus efectos. Textuales, sus palabras fueron: “la culata de la recortada tenía siete marcas hechas a cuchillo, marcas que perpetuaban la cantidad de muertos con esa arma en sus corridas”.