La vida consiste en cruzar los dedos. Hakim Ziyech (Dronten, Países Bajos, 1993) los cruzó tras atravesar el corazón de Canadá en el estadio Al Thumama, con su compañero Ounahi subido a su espalda. Él puso la primera piedra de la histórica clasificación de Marruecos para octavos de final, 36 años después de aquella hazaña en México’86. Porque en el relato vital de Hakim, el neerlandés que ilumina a la selección marroquí en Qatar, siempre hay unos dedos cruzados.
Los hubo cuando tenía 13 años, a los pies de la cama del hospital en la que su padre agonizaba. “Esa enfermedad lo destrozó. No podía caminar, comer ni hablar. Tuve que acostarme esa noche, pero quería quedarme con él. Me quedé dormido al borde de su cama, salí un momento y cuando regresé, escuché a mi familia llorar. Ya no volví a la escuela. El fútbol tampoco me importaba. Lo dejé todo”, confesaba en una entrevista en el diario neerlandés ‘De Volkskrant’. Esa enfermedad, aterradora, fue una esclerosis múltiple. La pesadilla de un niño que tardó en digerir un trago tan escabroso.
Cruzaron los dedos en su familia porque, lógicamente, aquel drama marcó a Hakim y le desvió de la ruta que tenía junto al balón. Alcohol, tabaco y mil demonios acechando en cada oscuro callejón. Hasta que apareció Aziz. “Ziyech es mi amigo, mi hermano y ha sido como un hijo pequeño para mí. Le he acompañado desde que tenía 13 años y siempre he tratado de ayudarle para encontrar el mejor camino”. Aziz Doufikar (1963) fue el primer futbolista profesional marroquí en los Países Bajos. Y, también, ha sido ese ángel de la guarda que necesitaba Hakim en aquel dramático 2006. Aziz sigue a su lado y, de vez en cuando, aparece en la cuenta de Instagram del futbolista.
Siempre cruzando los dedos, como cuando Marco van Basten, su entrenador en el Hereenveen, le tildó de “estúpido” por elegir jugar con Marruecos, la bandera de sus padres, en lugar de optar por Países Bajos, la tierra que le vio nacer. En 2018, Hakim jugaba en Rusia su primer Mundial, mientras el combinado oranje veía los partidos por la televisión. “Yo solo quiero jugar. No hablo el idioma, pero sé de dónde vengo”, fueron sus argumentos para aceptar la convocatoria en octubre de 2015, después de haber escalado por las categorías inferiores del país donde nació. Desde entonces, 46 partidos y 19 goles con la camiseta colorada de la selección norteafricana.
LA OPORTUNIDAD DE REGRAGUI
O, sin echar la vista tan atrás, cruzando los dedos cuando creyó que su historia con Marruecos había terminado. No una sino dos veces. Primero cuando Hervé Renard, hoy seleccionador de Arabia Saudí, y uno de los rostros (y cuerpos) de moda en los primeros días de campeonato, tras dar el golpe ante Argentina en su debut, le dejó fuera de la Copa de África 2017. De la segunda no hace ni un año. «No puedo llamar a un jugador como Ziyech, aunque sea Lionel Messi. Puede arruinar el ambiente en el grupo», explicaba en febrero, apenas nueve meses antes de la Copa del Mundo, Vahid Halilhodzic, el seleccionador que le cerró la puerta en sus narices. «Por primera vez en mi carrera he visto a un jugador que no quiere entrenar y dice estar lesionado», eran los motivos del entrenador bosnio, responsable de la clasificación (sin Ziyech) para el Mundial de Qatar, que sería destituido el 11 de agosto. El silencio del futbolista en la selección duró un año: desde septiembre de 2021 hasta el mismo mes de 2022..
Pensó que tendría que volver a cruzar los dedos con la llegada al banquillo de Walid Regragui, el entrenador que ya es una celebridad en su país. Pero la primera decisión del que fuera rocoso lateral derecho del Racing de Santander (2004-07) fue llamarle para el primer amistoso, frente a Chile (victoria 2-0). Hakim ha sido titular en los seis partidos de la era Regragui. No han pesado en absoluto sus números en el Chelsea, donde aterrizó en 2020, tras un traspaso desde el Ajax de 40 millones de euros. Ni Thomas Tuchel ni Graham Potter, actual entrenador de los blues, apostaron por él. Suma 271 minutos (sin goles ni asistencias) en nueve partidos con el conjunto londinense. Ha sumado 256 en los tres partidos de la Copa del Mundo, con un gol, el del jueves ante Canadá, y aquel regalo que su compañero Zakaria Aboukhlal, nacido también en los Países Bajos, aceptó de buen grado ante Bélgica.
La vida consiste en cruzar los dedos. Anoche, Ziyech, que lo tiene bien presente, reía sobre el césped del Duhail SC Stadium, a un cuarto de hora de la famosa Perla, donde entrena la selección de Marruecos desde su llegada a Qatar. Soñaba despierto, pensando en el duelo de octavos ante España. Sería la zancada más importante de la selección que lidera. La bandera de sus padres es también la suya.