lunes, 13 de enero de 2025

Chile se fundó sobre la ruina de la sociedad indígena del sur. Sobre una masacre. Era ésta una región densamente poblada, en la que sus habitantes habían desarrollado una cultura con sistemas de convivencia y organización eficientes. La vida productiva y social transcurría al borde de los ríos -sociedad ribereña la denominamos- que cruzan por todas partes la Araucanía. Las canoas circulaban trayendo y llevando productos y personas que se reunían en ‘lugares señalados’ donde se comía, bebía y se administraba la justicia. Eran los aliwén, lugares de encuentro, recreación y donde se trataban los asuntos del buen gobierno. El poder político residía en los jefes de las grandes familias quienes urdían la paz mediante las alianzas matrimoniales. Era una sociedad donde la sociabilidad era permanente. Por ello se había desarrollado un amplio sistema de cortesía, lo que permitía que la vida transcurriera sin necesidad de crear un Estado centralizado, un poder externo a ellos mismos, a las familias.

Esa sociedad de subsistencia, sin acumulación de excedentes, no estaba preparada ni dispuesta al trabajo forzado, ni menos para servir a los extranjeros. Cuando éstos llegaron se produjo un choque brutal. Las noticias de los europeos se habían adelantado a ellos mismos. Los esperaban con sus armas, con la costumbre de sus guerras. Eran las guerras americanas, ceremoniosas y rituales. Muy diferentes y lejanas a las contiendas modernas de Europa, de cuya cultura de exterminio ya venían imbuidos los conquistadores. Los reciben frente al fuerte de Penco, cerca de lo que después se llamará Concepción, con sus trajes, colores, máscaras y plumajes. Son diezmados por las espadas toledanas. Pero la guerra ritual indígena, ligada más a la religión y a la ostentación del poder, al sometimiento, que al arte de matar y exterminar, rápidamente se ‘seculariza’. Los mapuches aprenden del enemigo, lo enfrentan, lo derrotan y matan al primer gobernador: Valdivia. Sobreviene un periodo fundacional terrible: la guerra de exterminio. Los indígenas se niegan a servir a los recién llegados y los que querían ser ‘señores’ acometen sin misericordia. En poco menos de 20 años, la población es diezmada. Muertes en batalla, crueldades, enfermedades, hambre conducen a que en un corto período más de un millón de habitantes que habitaban en lo que hoy es el sur de Chile disminuya a menos de doscientos mil.

Hubo un momento a fines del s. XVI, en que el observador llega a la conclusión de que la sociedad indígena estaba a punto de sucumbir Los escuadrones españoles no le daban tregua, no los dejaban sembrar, les incendiaban las casas, parecía imposible sobrevivir. Muchos grupos, al verse en ese estado, habían comenzado nuevamente a trabajar en las minas extrayendo oro. Se había producido un crecimiento en las ciudades españolas al sur del Bío Bío y una migración de europeos y mestizos se dirigía hacia ese nuevo territorio. Valdivia era ya una ciudad grande. Una noche, sin embargo, una partida de ‘pureninos’ dirigida por Pelantaru sorprende durmiendo al nuevo gobernador. Eran guerreros que se habían especializado en la milicia. Ya no sembraban, sólo guerreaban. Atacan al gobernador, lo vencen y matan en Curalava. La Araucanía se alzó en cuarenta y ocho horas. Todas las ciudades comenzaron a ser sitiadas y, en algunos casos, después de varios años atacadas, quemadas y destruidas. Es el triunfo de los guerreros, de los antiguos mapuches.

Pasan los años sigue la guerra pero queda en el aire la posibilidad de lograr nuevas tentativas de paz. El primer Parlamento es con el Gobernador del Reyno en Quilin y firman las paces, con la mayor solemnidad. Se inicia un largo periodo de dos siglos de vida independiente en la Araucanía que posibilitó la existencia actual de la sociedad mapuche. Si no hubiese existido esa entereza de los guerreros al mando de Butapichón y la sabiduría e inteligencia de los jefes de paz, los ulmenes o sabios, los políticos mapuches, cuyo personaje más importante de la época fue Lincopichón, no existiría hoy en día una sociedad indígena en el sur de Chile. El arte de combinar la guerra con los acuerdos de paz va a ser una de las características de la sociedad y de los dirigentes mapuches durante toda la historia.

Fragmento del libro “Historia de los antiguos mapuches del sur”, del escritor chileno José Bengoa.

 

 

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