martes, 3 de diciembre de 2024

Brasil asistió este jueves por la noche al debate final televisado de las elecciones más reñidas y decisivas de los últimos tiempos. El favorito en la carrera electoral, el expresidente Lula da Silva, de 76 años, respondió una a una las acusaciones de corrupción que le llovieron desde todos los lados. “Gracias a lo que hicimos para combatir la corrupción, fue descubierta y los culpables fueron castigados”, dijo. Hubo varios momentos notablemente agresivos como cuando el presidente Jair Bolsonaro, de 67 años, llamó a Lula “mentiroso, expresidiario, traidor a la patria”. En el cara a cara, organizado por el canal Globo, participaron otros cinco candidatos al cargo que están por debajo del 6%. Los últimos sondeos apuntan a que Lula tendría opciones de vencer en primera vuelta el próximo domingo por la mínima.

A tres días de la votación, el debate era considerado como un momento crucial para que Lula, que encabeza todas las encuestas desde hace meses, pudiera sentenciar el duelo que libra con el presidente Bolsonaro. Consistió en tres horas de preguntas, avanzada la noche, entre los siete candidatos, incluido un falso sacerdote de la Iglesia ortodoxa que estaba allí para hacer preguntas amables a Bolsonaro y que pudiera explayarse sobre las acciones de Gobierno de las que se enorgullece, como la paga de 600 reales a 20 millones de compatriotas pobres.

Poco antes del inicio del pulso televisado, la estrella de la selección brasileña, Neymar, pidió el voto para Jair Bolsonaro en un vídeo colgado en TikTok, donde tiene más de ocho millones de seguidores. Es un valioso apoyo para el mandatario, que va segundo en las encuestas a 14 puntos de Lula, que según el Datafolha difundido este jueves lograría el 50% de los votos válidos.

“Yo no lo voy a ver porque mi voto ya está decidido. Voy a votar a Lula porque es el único que puede echar a Bolsonaro”, explicaba Nedivaldo de Souza, técnico de laboratorio. El duelo electoral televisado comenzó a las 22.30, justo después del capítulo diario de la telenovela estrella de Globo, Pantanal. Como muchos brasileños, el señor Souza tiene reticencias hacia Lula pero lo considera el único capaz de derrotar al actual presidente. “A mí me gustaría que ganara (Simone) Tebet (de centro-derecha), que es inteligente, una intelectual”, decía este trabajador que por las noche conduce un Uber para poder llegar a fin de mes. Cuenta que hace cuatro años votó nulo. Pero ahora su prioridad es echar a Bolsonaro, sobre todo, por la gestión de la pandemia.

Lula mostró una actitud muy distinta de la exhibida en el único cara a cara que había tenido hasta ahora con Bolsonaro. Esta vez el izquierdista estuvo a la ofensiva, sin dejar de replicar ninguna de las múltiples ocasiones en las que fueron mencionados los escándalos de corrupción que sacudieron al Partido de los Trabajadores (PT) y a él mismo. Y se quejó una y otra vez sobre Bolsonaro: “Es insana la desfachatez con la que miente”, dijo el líder del PT, que durante dos días se ha encerrado a preparar el duelo televisado. Las condenas contra él por corrupción fueron anuladas por el Tribunal Supremo por defectos de forma. Otros casos contra él fueron archivados o resultó absuelto.

El presidente Bolsonaro también oyó referencias a los variados casos de supuesta corrupción que han ido floreciendo en el Gobierno y en su entorno familiar desde que llegó al poder, como los presuntos sobornos en el Ministerio de Educación o los sueldos ficticios aparentemente pagados por su primogénito, el senador Flávio, a miembros de su Gabinete en los tiempos en que era concejal en Río de Janeiro.

Los dos favoritos quedaron quedaron bastante desdibujados entre los siete candidatos y las barrocas reglas para repartir intervenciones, preguntas y tiempos. Tanto Lula como Bolsonaro aprovecharon los turnos de réplica para ir contestando a las acusaciones.

El ultraderechista arrancó el debate con una salva de acusaciones en las que incluyó su repertorio favorito. Aparecieron la llamada ideología género, el riesgo de que Brasil se convierta en una Nicaragua, la combinación niños y sexo, y hasta el misterioso asesinato de un antiguo alcalde que persigue al PT de Lula desde hace décadas. En otro momento agitó el miedo a la izquierda mencionando las camisetas del Che Guevara, “asesino de sacerdotes” después de haber afirmado: “No podemos volver a la fase anterior, esto era realmente una cleptocracia”.

La nota extravagante la puso el falso padre Kelmon Souza, que se ha hecho famoso en esta campaña electoral. Ascendió a candidato presidencial después de que el cabeza de lista de su partido fuera vetado por una antigua condena por corrupción. Acudió vestido con un hábito de cura ortodoxo aunque pertenece a una agrupación no reconocida por la institución religiosa.

Brasil no tiene jornada de reflexión. Hasta el sábado los candidatos harán mítines –Lula viaja este viernes a tres Estados– y se publicarán encuestas. La mayor democracia latinoamericana se aproxima al final de una campaña electoral que empezó hace más de dos años, cuando Lula fue políticamente rehabilitado por los jueces. De un día para otro, Bolsonaro, que había gobernado al principio de su mandato prácticamente sin oposición, se encontró con un adversario de envergadura. Si ninguno de los aspirantes logra el 50% de los votos válidos, habrá una segunda vuelta dentro de cuatro semanas.

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