Vivían en Esquel casi 7.500 habitantes, según el censo nacional de ese año. El domingo 22 de mayo, en el cine Armonía se proyectaba “Caballero a la medida”, con Mario Moreno, Cantinflas. El diario había anunciado la tragedia chilena a causa del terremoto y maremoto del día anterior. De repente, movimiento de suelo, vibraciones, gente que no puede mantener el equilibrio. Pánico. Luego, casas agrietadas, vecinos inquietos, temerosos, buscando a sus familiares, saliendo del cine, tratando de ganar la calle para evitar los lugares cerrados, supuestamente más peligrosos. El movimiento inicial se registró entre las 16.20 y las 16.25, durante cinco minutos que atemorizaron a los esquelenses.
El pueblo reaccionó de manera solidaria y durante muchos días se colectaron fondos para los damnificados. Los alumnos de la Escuela Normal, futuros egresados, donaron sus recaudaciones postergando un viaje largamente planificado. El diario registraba donaciones de dinero y útiles necesarios, con nombre y apellido de donantes. Varias casas fueron dañadas y en especial, la cárcel de Esquel, situada en las inmediaciones de Ameghino y Fontana; por ello se apuró el proyecto de traslado sobre la misma avenida, más cerca de la entrada del pueblo. En la prensa se publicaron varias fotografías de viviendas dañadas, como una fábrica de sillas ubicada en la salida a Trevelin, cuyo techo y paredes se derrumbaron, dos viviendas precarias del Barrio Buenos Aires, y dos casas de Fausto Mombelli con muros rajados.
Se suspendieron los actos de fin de curso en los establecimientos educativos, aunque la Escuela Normal entregó los diplomas a maestros egresados en un emotivo acto en el local de la actual escuela Nº 112, entonces 38, donde se daban las clases de Magisterio. El festejo oficial por el 150º aniversario de la Revolución de Mayo se efectuó en la vía pública. Lo más llamativo fue, según una nota del diario “Esquel”, la invención del “botellógrafo” por parte de un vecino: se colocaba una botella de vidrio invertida sobre su mesa de luz; si el próximo sismo era liviano, no se caía; si era de mayor intensidad, perdía el equilibrio y todos correrían hacia fuera.
De todos modos, muchos esquelenses armaban sus propios sismógrafos caseros, con cucharitas dentro de botellas o colgando de cuadros, entre otras variantes de la imaginación y creatividad popular. Según la prensa local, hubo otro movimiento, breve y sencillo, una semana después; la población estaba alerta. No obstante, muchos vecinos hablan de movimientos ondulantes, muy visibles en hileras de álamos y en cercas de madera y varias situaciones de movimiento de suelos.