La desaparición de los molinos hidráulicos no significó el fin de la actividad molinera en el Valle del Chubut. Lo que se produjo hacia 1910 fue, en realidad. un proceso de transformación dentro de la propia industria. Tres fueron los principales cambios que se operaron en ese momento. En primer lugar, se abandonó la generación hidráulica provista por el flujo de los canales de riego y se profundizó la mecanización de los molinos con la incorporación de motores a gasoil como fuente de generación de energía. Los molinos a combustión habían estado presentes en la colonia aproximadamente desde 1880, pero la forma hegemónica en la que se impusieron desde la década de 1910 habla a las claras de un claro punto de inflexión en las condiciones de producción y por lo tanto en la historia de los molinos valletanos. Generalmente este cambio coincidió con el abandono de las piedras de moler como sistema de molturación, reemplazándolas por los denominados cilindros trituradores producidos en serie con materiales de fundición.
En segundo lugar, y debido a este cambio de energía motriz, los molinos se relocalizaron en los pueblos, abandonando las cercanías de las áreas de producción en el interior del valle. Los nuevos molinos se ubicaron cerca de los potenciales mercados que representaban una serie de centros urbanos en franco crecimiento. Así, entre 1915 y 1930 se estableció un molino en Trelew, otro en Gaiman y dos en Dolavon. Esta nueva localización puso a los molinos en estrecha relación con las vías del Ferrocarril Central del Chubut, línea que en el año 1917 había alcanzado ya la localidad de Dolavon, mejorando de ese modo la posibilidad de que la harina alcanzara mercados distantes.
Por último, el cambio que trajo aparejada la nueva generación de molinos fue la de una producción más diversificada, debido principalmente al sostenido retroceso del trigo dentro de la economía agrícola de la colonia. Los molinos comenzaron a ofrecer nuevos servicios como el de la limpieza de semillas, especialmente de alfalfa y de garbanzo.
En el contexto de esta nueva generación urbana de molinos harineros, la excepción fue la de Melin Bryn Gwyn, que si bien dejó de funcionar como molino hidráulico, siguió operando a partir de la incorporación de un motor a gasoil. Aunque fue el único molino de la zona rural que continuó funcionando bien entrada la década de 1940, su reconversión de principios de siglo trajo consigo una serie de cambios que lo acercarían a sus pares de los centros urbanos.
Además de la incorporación de nuevas maquinarias, el fin de la era hidráulica implicó también la adopción de criterios de tipo empresarial para el desarrollo del negocio de la molienda. Así, si el primer Melin Bryn Gwyn podía ser llevado adelante por un molinero de oficio como Joseph Hughes, el nuevo molino de la etapa mecanizada sería administrado por una figura como la de Elías Owen, considerado no ya un molinero, sino un “capitalista muy respetado” con intereses que iban más allá del propio molino y se vinculaban con la denominada Compañía Mercantil del Chubut.
Fragmentos del libro “Cuadernos de historia Patagónica”, del Centro de Estudios Histórico y Sociales Puerto Madryn