lunes, 7 de octubre de 2024

Las distancias entre puestos, la necesidad de ayuda de los hijos en los trabajos de campo y, tal vez, la imposibilidad de mandarlos a una escuela que les quedaba demasiado lejos, hizo que muchos chicos recibieran enseñanza en sus propias casas. Esta instrucción venía de la mano de sus padres o de algún peón más instruido que tuviera alguna noción de lectura y escritura. Cuenta Nardo Mariezcurena, nacido en 1.933 en Rincón Chico, Península de Valdés, que muchos aprendían de esta manera:

“En esos años no se iba a la escuela. Nosotros lo poquito que aprendimos era por mamá. Si no era la madre era el padre, pero a leer y escribir ahí, porque más ellos tampoco sabían. En general una hora y media, más o menos, todas las tardes era el momento del estudio. Y cuando uno es chico no le da valor, está pensando en salir a jugar, teníamos un cuaderno cada uno y lápices. Mamá escribía y nosotros copiábamos, de etiqueta, de las bolsas, del abecedario”.

Guillermo Sar nos relataba algo similar:

Guillermo Sar: “En las estancias grandes habían muchos chicos, era más fácil llevar maestros a la casa. Yo sé que el abuelo primero tuvo un maestro y después una maestra que daba clases a los chicos.

Marta Gueli: ¿Eso antes de la creación de la escuela de Salinas?

G.S.: Si, después fueron allí. Vos pensá que los Barrera eran seis chicos, los Olazábal diez, Remussi, Machinea, todos vivían en los alrededores, era una cantidad enorme de chicos.

M.G.: ¿Cómo irían a la escuela?

G.S.: Yo pienso que a caballo o en carro. Yendo una vez por el campo agarre una huella antigua, iba con mi vieja y me dijo gracias a este camino veníamos a la escuela y después a bailar”.

Un ejemplo más de la importancia que los pioneros daban a la alfabetización de sus hijos, es el relato de Guillermo Grimm: “Pedro Smith, que era un boe, que pobló acá en el llano, se casa con una Conrad y, claro, tiene cinco hijos, y para no traerlos todos los días, él armó ahí un aula como si fuera una escuela, de alguna forma la gente buscaba como dar instrucciones a sus hijos. En este caso había un Betelú, una chica que se llamaba Estrella Betelú”

El despoblamiento paulatino de los campos, el desplazamiento de los dueños a zonas urbanizadas, y los medios de comunicación un poco más rápidos, hicieron que mermara el número de niños en edad escolar en los territorios rurales. Además, las dificultades para la cobertura de los cargos docentes y la demora en los nombramientos y creación de las escuelas, hicieron que hubiera menos demanda para la instauración de escuelas rurales, o la implementación de otras alternativas que posibilitaran la alfabetización sistemática de la población rural.

Texto de: “El desarrollo de la Educación en Puerto Madryn y Zonas Aledañas”, de Marta Gueli-Liliana Martín

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