En Río Pico había una médica de nombre HALINA RIASNIANSKY, que vino después de la segunda guerra mundial, a quien conocí allá por 1.953.
Había sufrido muchísimo y tenía un mérito enorme. Provenía de una de las Repúblicas asociadas a la Unión Soviética, y en la guerra había perdido las dos piernas.
Cuando llegó a la Argentina, le colocaron piernas ortopédicas y la enviaron al hospitalito de Río Pico, que habían construido para atender la salud de los trabajadores de un centro maderero. Un grupo de extranjeros había instalado dicho obraje para fabricar madera terciada; el emprendimiento no tuvo buen fin. Pero este es un tema que no viene al caso.
Recuerdo que en una oportunidad yo estaba en Río Pico y vi una mujer a caballo; cuando le pregunté por la Doctora RIASNIANSKY, me dijo: soy yo, vengo a ver un paciente.
Trabajó en el hospital algo así como 30 o 40 años, hasta jubilarse. El Hospital de Río Pico lleva su nombre.
Recuerdo que un domingo por la tarde del año 1.983, cuando yo era Gobernador, me recibió el Intendente justicialista de la localidad y lo primero que me pidió es que sacara a la Doctora RIASNIANSKY de su cargo en el Hospital, puesto que llevaba ya 30 años en la función. Le pregunté ¿Por qué razón debía sacarla?, respondiéndome el Jefe Comunal que no la quería más en Río Pico. Le contesté que debía quedarse la Doctora RIASNIANSKY, ya que esa mujer era toda una institución en el pueblo.
Hoy, que ya no está la doctora es recordada por todos en Río Pico, sin distinción de banderías políticas. El mérito de haber trabajado sola en el Hospital, atendiendo a todos, andando a caballo en toda esa zona de campo y de haber conservado el Hospital durante más de 30 años, aún cuando le faltaban las dos piernas, es algo que solamente se puede atribuir al carácter de esa súper mujer.
Texto del libro “Dr. Atilio Oscar Viglione – Memorias”. Eduardo Hualpa