miércoles, 4 de diciembre de 2024

De pequeña, a la parisiense Arlette Testyler su padre, un judío de origen polaco, le decía siempre que, si tenía algún problema, buscara a un policía. Al fin y al cabo, estaban en Francia, “el país de Voltaire, de Zola, de los derechos humanos”, recuerda la mujer a sus 89 años. Todo cambió con la ocupación nazi en 1940 y la connivencia del régimen de Vichy. En 1942, tuvo lugar en París la mayor razia antisemita en Europa occidental durante la II Guerra Mundial: casi 13.000 judíos, la mayoría mujeres y niños como Arlette, fueron detenidos entre el 16 y 17 de julio en la denominada redada del Vel d’Hiv, el Velódromo de Invierno de París, una operación coordinada por las autoridades colaboracionistas francesas y ejecutada por 4.500 policías galos. Fue una mancha que Francia tardó cinco décadas en afrontar.

Hubo que esperar hasta Jacques Chirac, en 1995, para que un presidente reconociera la responsabilidad del Estado francés en la acción antisemita. Ahora se cumplen 80 años de la redada y 27 del discurso de Chirac con el temor, entre supervivientes e historiadores, de que la tentación del revisionismo histórico y el antisemitismo latente en la sociedad lleven a una peligrosa banalización de la historia cuando cada vez quedan menos testigos de esta tragedia.

“No podemos dar nada por sentado”, advierte a EL PAÍS Olivier Lalieu, historiador del Memorial de la Shoah de París, el mayor centro de archivos en Europa sobre el genocidio cometido por los nazis. Y hay señales de alarma bien recientes, recuerda en referencia a las afirmaciones del excandidato presidencial de ultraderecha Éric Zemmour, quien sostuvo durante la campaña electoral que el régimen de Vichy “protegió a los judíos franceses”, para lo cual decidió entregar a los extranjeros. “Las últimas elecciones nos muestran que la falsificación de la historia, la instrumentalización política, siempre es posible. De ahí nuestro combate permanente por la memoria, la historia, la transmisión, la educación”, señala Lalieu.

A primera hora de la mañana del 16 de julio de 1942, Arlette Testyler, de nueve años, su hermana y su madre fueron detenidas por dos policías franceses en su casa de París. Su padre ya había sido arrestado en 1941, en otra redada que afectó solo a hombres judíos: la denominada razia de los billetes verdes, en referencia al color de la circular mediante la cual se convocó a los judíos extranjeros refugiados en París a presentarse para un control rutinario de la documentación. Los que lo hicieron, acabaron detenidos y, a la postre, deportados. El padre de Arlette murió en la cámara de gas de Auschwitz. Un año más tarde, meses después de la conferencia de Wannsee donde el régimen nazi organizó la “solución final a la cuestión judía”, es decir, su exterminación total, en la nueva redada parisiense caerían personas de todo sexo y edad, a las que las autoridades francesas acababan de ordenar, siguiendo también las consignas de los ocupantes nazis, portar la ignominiosa estrella judía.

En la tarde del 17 de julio, al término oficial de la redada, el balance es de 12.884 judíos detenidos: 3.031 hombres, 5.802 mujeres y 4.051 niños menores de 16 años, la mayoría nacidos en Francia, cosa que en principio contravenía lo acordado, señala uno de los principales historiadores del Vel d’Hiv, Laurent Joly. En los días posteriores, la cifra ascenderá a 13.152 detenidos. Solteros y parejas sin hijos son trasladados directamente al campo de Drancy, en las afueras de París. Las familias acaban en el Velódromo de Invierno, un popular centro deportivo junto a la torre Eiffel. Ahí permanecerán varios días en condiciones ignominiosas, recuerda Testyler, hasta que también son redirigidos a diversos campos, entre ellos, el de Pithiviers, a un centenar de kilómetros de la capital. Ella logró huir desde allí. La mayoría tuvo menos suerte.

La redada del Vel d’Hiv fue el primer paso hacia la muerte. Casi todos los detenidos acabaron, tarde o temprano, en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Solo desde la estación de tren de Pithiviers, donde este domingo el presidente francés, Emmanuel Macron, inaugurará un nuevo memorial, fueron deportados 8.100 judíos. En total, entre el 17 de julio y el 30 de septiembre de 1942, 33.000 judíos —3.000 por semana— fueron trasladados desde Francia al temido campo de los nazis en territorio polaco. Muy pocos regresaron.

El Estado francés no reconoció su responsabilidad hasta medio siglo después. “Sí, la locura criminal del ocupante fue secundada por los franceses, por el Estado francés. Francia, patria de las Luces, de los derechos humanos, hizo ese día lo irreparable. Faltando a su palabra, entregó a sus protegidos a los verdugos”, declaró Chirac en 1995. Muchos, demasiados, todavía cuestionan sus palabras.

De ahí que Macron vaya a conmemorar este domingo el 80º aniversario de Vel d’Hiv con el objetivo, según el Elíseo, de rebatir con contundencia las tentaciones revisionistas y un antisemitismo aún latente: este verano, la ciudad de Aviñón retiró un mural que representaba a Macron como una marioneta vestida de Pinocho y manejada por el asesor político Jacques Attali, de origen judío, después de que asociaciones y políticos denunciaran las múltiples señales antisemitas y conspiracionistas de la obra.

“El antisemitismo sigue merodeando, a veces de manera insidiosa, y eso es muy preocupante”, dice el Elíseo. A ello se une que, en los últimos años, ha surgido “un nuevo tipo de revisionismo histórico”, lo que hace que “haya que volver a combatir” estas tendencias, considera la presidencia gala.

El problema no es solo francés. La Unesco y Naciones Unidas presentaron esta semana un informe sobre el gran impacto de la “negación y distorsión del Holocausto” en redes sociales. En Telegram, llega a ser “masiva”: casi la mitad (49%) de los contenidos públicos relacionados con el Holocausto en esta plataforma niegan o distorsionan los hechos. Un porcentaje que se eleva a más del 80% en el caso de los mensajes en alemán y alrededor del 50% en inglés y francés. En otras plataformas —se estudiaron Facebook, Instagram, Telegram, TikTok y Twitter— que cuentan con moderadores de contenidos, el negacionismo también existe, aunque de manera más contenida (19% en Twitter, 17% en TikTok, 8% en Facebook y 3% en Instagram).

“Ante el incremento del antisemitismo, del racismo, de las tentativas de falsificación de la historia a las que hemos asistido durante la campaña electoral, ante la explosión de teorías de la conspiración desde hace ya años en el paisaje político francés e internacional, tenemos mucho trabajo por hacer”, afirma el director del Memorial de la Shoah, Jacques Fredj.

Como Arlette Testyler, los padres de Rachel Jedinak también murieron en Auschwitz, destino del que ella se libró porque logró huir durante su arresto el 16 de julio de 1942. No consigue ocultar su frustración. “¿Qué más puedo hacer?”, preguntaba a este diario Jedinak, de 88 años, durante la visita, en vísperas de su inauguración, del memorial de Pithiviers. Ha escrito un libro, Nous n’étions que des enfants (no éramos más que niños) sobre las terribles condiciones de los menores judíos en la época y es la impulsora de las placas que hoy recuerdan en cada colegio de Francia a los escolares que fueron deportados.

Ante el compartido temor de que triunfen los revisionistas, Jedinak y Testyler siguen dando charlas en colegios e institutos. “Somos los últimos testigos. Espero que los jóvenes a los que hemos contado nuestra historia se acuerden y, por su parte, la transmitan”, dice Jedinak. “Somos los dinosaurios de la Shoah. Después de nosotros, no quedará nadie”, coincide Testyler. Pero, agrega, “si solo el 10% de esos estudiantes dicen, algún día, frente a los negacionistas, ‘yo los he visto, hablé con ellos, existieron’, habremos hecho algo útil”.

Fuente: El País

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