lunes, 7 de octubre de 2024
Policía del territorio, 1934. Foto CelsoRey García

En el libro “Esquel del telégrafo al pavimento”, se relata la destacada trayectoria del comisario Ismael Oyhanarte en la localidad de Esquel durante las décadas de 1920 y 1930. Reconocido por su profesionalismo y buena reputación, Oyhanarte se convirtió en una figura respetada y admirada. Un vecino memorioso compartía anécdotas sobre Oyhanarte, mencionando que había matado al delincuente Serafín Segundo Bustamante, conocido por sus asaltos a mano armada. La versión popular del incidente sostenía que Oyhanarte actuó en legítima defensa, aunque algunos afirmaban que el homicidio fue atribuido a un sargento de confianza del comisario, de apellido Guyone.

Según el relato, Oyhanarte vivía frente a la Sociedad Rural en una casa con grandes verjas. Era un hombre culto, inteligente y radical, que había llegado a Esquel tras ser castigado. Tenía un automóvil, un Dodge cerrado, y solía llevar a los niños de paseo. Se decía que Bustamante había jurado vengarse de Oyhanarte por haber sido apresado anteriormente. Cuando ambos se encontraron, Oyhanarte mató a Bustamante, y el legajo oficial reflejó que el sargento Guyone lo hizo en defensa propia, aunque Oyhanarte afirmó que fue un acto de supervivencia.

Bustamante era un conocido asaltante de ramos generales y casas de campo, beneficiado por la realidad del campo semivacío y la escasa comunicación. Los vecinos temían a los delincuentes como él, considerados sanguinarios en contraste con los bandoleros norteamericanos más románticos. Oyhanarte, oriundo de Buenos Aires, llegó al territorio del Chubut en 1924, trabajando en Gastre y Paso de Indios antes de establecerse en Esquel. Tras el golpe militar de 1930, fue cesanteado, pero más adelante fue reinstalado en su puesto. También se le atribuye participación en el proyecto del moderno edificio de la comisaría de Tecka.

El diario “Esquel” lo describía como un defensor de los intereses privados y un implacable perseguidor de delincuentes. En 1943, fue nuevamente cesanteado, pero en 1946 rechazó la oportunidad de regresar al servicio, retirándose definitivamente. El “Esquel” exaltaba su figura criolla, filantropía, amigabilidad y el respeto ganado entre los vecinos.

El suceso en cuestión ocurrió en los primeros días de mayo de 1934 en Tecka. El recién creado Juzgado Letrado en Esquel había empezado a recibir numerosos expedientes y encausados trasladados desde Rawson. El 5 de mayo, trece procesados fueron conducidos a través del territorio y pasaron la noche en Tecka. A la mañana siguiente, cerca de las ocho horas, el cabo Jorge Suárez, cumpliendo una orden de Oyhanarte, empezó a registrar a los reos. Bustamante, aprovechando un momento de descuido, intentó tomar un revólver de un estante y disparó contra Suárez. En el forcejeo, Suárez extrajo su propia arma y disparó varias veces a Bustamante, matándolo.

 

Oyhanarte y otros policías intervinieron rápidamente. Tras los trámites de rigor, Oyhanarte delegó la conducción de la instrucción y ordenó que el contingente siguiera su camino. El Juzgado Letrado, a cargo del Juez Ramón Castillo (h), envió al comisario Podestá de Esquel para investigar. El caso conmocionó a Tecka y Esquel, donde se conocían las andanzas de Bustamante y se apreciaba a Oyhanarte.

El relato oficial presentó inconsistencias, como la presencia del revólver en el estante. Se dijo que el arma había sido olvidada por Suárez, pero su origen era otro: el Jefe de Policía en Rawson la había entregado a un preso para colaborar en caso de rebelión durante el traslado. El arma debía ser entregada en Tecka, cosa que se hizo, pero quedó en el estante sin ser vista por otros presos o policías.

El juicio exoneró a Suárez, al considerar que actuó en legítima defensa. Sin embargo, la comunidad mantuvo la percepción de Oyhanarte como el verdadero héroe. Con el tiempo, la historia oficial y la popular se entrelazaron, dejando en el recuerdo a Oyhanarte como el defensor de la comunidad contra un peligroso delincuente. A pesar de las dudas y enigmas, la figura del comisario se consolidó  como un símbolo de justicia y protección de Esquel

Texto del libro “Esquel. Poder, Prácticas y Discursos. 1890-1945” – Prof. Jorge Oriola

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