El salón de patinaje desaparece en julio de 1916 cuando la comisión directiva de la Sociedad Italiana decide alquilarlo al señor Ben Dar Lewis, en la suma de $200 m/n mensuales, quien lo transformó en una sala cinematográfica. Este mismo concesionario también daba proyecciones cinematográficas en el salón San David.
Al principio no se solían imprimir los programas anunciando las películas que se iban a proyectar (lo que sí se hizo años más tarde por medio de volantes, los que eran distribuidos en distintos bares y casas de comercio por intermedio de canillitas, cuyos pagos consistían en unas monedas y la entrada gratis al cine), pero no por ello se desconocían los nombres de las películas y de los artistas, por cuanto al frente de la puerta del salón y en dos o tres esquinas céntricas del pueblo, casi siempre al Banco Nación y en la Plaza Independencia, en sus dos esquinas sobre Rivadavia, a cuyas columnas de alumbrado público ubicadas en aquellos años en el centro de la calle, se le fijaban unos carteles de unos dos metros aproximadamente, hechos con marcos de madera cubiertos con arpillera. En los días de fuertes vientos, muchas veces estos carteles eran arrancados, encontrándose la mayoría de las veces arrinconados contra una casa o un cerco. En estos carteles se anunciaban los carteles del día con gruesos caracteres, para lo cual generalmente se utilizaba una pintura de color azul eléctrico. Por si esto no fuera suficiente en el frente y sobre el techo del salón se había instalado una sirena, la que había sonar dos o tres veces antes de la hora de iniciación del espectáculo y cuyas estridencias se oían a varios kilómetros a la redonda. Tan potente era su sonido que aun tiempo después, se hizo intervenir al Municipio prohibiendo su uso y cuando ello ocurrió, se recurrió a los disparos de bombas de estruendo, sistema que se utilizaba hasta que también fue prohibido por las autoridades municipales, según resolución del 31 de mayo de 1917. En ambos casos, ante la reiterada queja de los vecinos. Años más tarde, cuando se proyectaba una película de calidad solía recurrirse a la propaganda callejera para lo cual se utilizaba un camioncito o un automóvil al que había adosado dos carteles de angarilla, el que circulaba por el pueblo en las últimas horas de la tarde anunciando el nombre de la película y el de sus actores.
Párrafos de Matthew Henry Jones