El empresario Agustín Pujol decidió la renovación y ampliación de su hotel “Martino”, el que pasó a llamarse “Hotel Touring Club”, que quedaría inaugurado en 1926. Este contaba con un gran salón de fiestas, confitería, comedor y 50 habitaciones con todos los adelantos de la época y la modernidad del viejo mundo.
Sobre esta construcción, aquí extractamos algunos datos que consigna en su trabajo el Licenciado Horacio Ibarra: “En el año 1924 nuestro informante Sr. Donato Grión (que entonces tenía 14 años) y su padre, nativos de Gradisca y que estaban en el país desde hacía algo más de un año trabajando en la construcción, en Buenos Aires, se enteraron por unos paisanos que “el ingeniero Gazin” estaba a la búsqueda de friulanos con ganas de trabajar duro y dispuestos a viajar a la Patagonia con un contrato de seis meses para ejecutar una obra. Según nos expresa, los friulanos, además de ser trabajadores tesoneros, calificaban bien en la construcción.
Donato Grión y su padre, junto con otros 16 friulanos que se contrataron, embarcaron en el “Asturiano” hasta Puerto Madryn. Luis Gazin viajaba con ellos. El día del arribo a Madryn, Pujol los alojó en su hotel (el edificio aún existe, pero refuncionalizado), porque hasta el otro día no corría tren a Trelew.
Llegados finalmente a Trelew, recibieron como alojamiento o gamela un galpón de chapa frente a la obra. Trelew (entonces 3.000 habitantes aproximadamente) les pareció un lugar desértico. Todos apartaron de su primera quincena una reserva en previsión de un rápido regreso. Pero casi todos se quedaron: la paga era doble que en Buenos Aires, la vida era barata y se podía ahorrar. Nuestro informante recuerda que con menos de 15 años de edad tuvo una remuneración inicial de $3,50 por día, que se incrementó a $5 diarios un año después, y que llegó a $250 por mes cuando en 1930 trabajó en la construcción del Palacio Municipal.
En cuanto a los seis meses del contrato, se estiraron hasta dieciocho, porque la obra adquirió una envergadura mayor que la prevista. Primero se realizaron las obras de subsuelo y planta baja, e inmediatamente las de planta alta que estaba prevista para una etapa posterior.
El padre de nuestro informante decidió regresar a Italia, y así lo hizo al cumplirse un año de su estadía, en tanto que su hijo de quince años optó por quedarse. En total Grión estima que trabajaron en esta obra 40 personas, destacando seis peones yugoslavos. No se contaba con máquina alguna, ni hormigonera, ni elevador: Los pastones se hacían a pala, los ladrillos se boleaban a mano y el hormigón para las losas se elevaba con roldana, de a dos baldes por vez. El llenado de una losa demandaba una semana.
Cabe destacar que la estructura de hormigón era prácticamente desconocida en la zona: la norma eran las paredes portantes de ladrillo, y la cubierta de chapa galvanizada, con tirantería o cabriadas de madera, y cielorrasos y entrepisos entablonados. Es decir que aún utilizando medios muy primitivos, la tecnología constructiva fue aquí innovadora. Se trabajaba diez horas diarias, sábados incluidos, y era común que los instaladores, yesistas y colocadores de revestimientos trabajaran una o dos horas más después de la cena.
La carpintería de madera y metálica se trajo desde Buenos Aires, siendo aquí ajustada en obra, la instalación eléctrica la colocó un contratista local (Daroca), y el sistema de calefacción central por agua caliente fue supervisado por un especialista. Esto también fue innovador: lo usual era calefaccionar por salamandras u hogares abiertos, de los que solía haber uno en cada ambiente.
Dado el tamaño de los sótanos (aún hoy día continúa albergando una bodega excepcional por lo añeja, variada y cuantiosa), las excavaciones fueron voluminosas. Ejecutadas a pico, pala y carretilla, el material extraído se transportaba luego en carros hacia las afueras. También con carros se aprovisionaba a la obra de ladrillos y áridos.
Grión recuerda que el subsuelo de Trelew era perfectamente seco, y que aún en excavaciones profundas como las del Hotel Touring Club no se detectaban napas. Esta situación cambió en décadas posteriores, por la proliferación de pozos negros, los canales de riego próximos y otros aportes de agua que, al encontrar capas arcillosas a cierta profundidad, han motivado la elevación de la primera napa, que es hoy semisuperficial, pese a que desde hace casi 40 años la mayor parte de la ciudad cuenta con colectoras cloacales.
Fragmento del libro “El living de Trelew”, de Diego Dante Gatica