lunes, 13 de enero de 2025

Viajé a Buenos Aires en mayo de 1886 para quedarme con FONTANA y poder aumentar mis conocimientos de castellano, lo que yo anhelaba mucho, era joven tenía 24 años y lleno de espíritu de aprender. Por un motivo u otro las cosas se dilataban y los días transcurrían rápidamente y yo no iba a la escuela.

Cuando regresamos de nuestro viaje de la Cordillera FONTANA fue sorprendido por la muerte de su esposa que había ocurrido en su ausencia y había cambiado los hábitos y costumbres, permanecía largo tiempo encerrado en su casa y sólo salía para frecuentar la Iglesia Católica. Pasó un mes y yo deseaba ver llegar el día que pudiera iniciar mis estudios, pasaron seis meses y las promesas eran postergadas. Pero a pesar de esto recuerdo mi primera mañana en Buenos Aires, vino a visitarme mi fiel amigo D. M. DAVIES, era un comerciante radicado en esa ciudad, en muy buena posición económica y cuando vio mis reales ansias de estudiar le pidió a FONTANA que le permitiera ser él quien costee mis estudios. FONTANA se negó, el tiempo seguía su curso y al ver esta situación DAVIES renueva su oferta, al no acceder FONTANA este fue el fin de mis esperanzas. Ante esta incertidumbre un día le dije que regresaría a mi hogar y dijo que tenía la misma idea y que estaba pensando en regresar al Chubut para concretar una segunda expedición a la cordillera de los ANDES. Si yo hubiera roto mi convenio con FONTANA esa misma mañana que DAVIES me ofreció ayuda, tengo la certeza que mis estudios se hubieran concretado. Durante mi estadía en Buenos Aires tuve un hogar confortable y tranquilo entre la anciana madre de FONTANA, él personalmente y sus tres hijas que fueron muy cariñosas. Recuerdo que la segunda noche de mi llegada a la gran ciudad, me pidió la madre que la acompañe a visitar a unos amigos dos o tres cuadras y que a la hora regrese a buscarla, me fije en la puerta había un número 61 pero para más dato reparé en un poste de teléfono que había frente a la misma y era el único en la cuadra. A la hora indicada me dispuse a ir a buscarla, pero encontré postes de teléfono en todas las cuadras y a la misma altura; caminé mucho y a todos preguntaba si conocían a la señora de FOΝΤΑΝΑ. Que grande fue mi incredulidad  que la gente de Buenos Aires no conozca a FONTANA era algo increíble. Pero por ser preguntón y la casualidad me llevó a la misma casa de FONTANA. Terminé de darme cuenta una vez que estuve adentro tres horas. Había andado sin rumbo, este hecho hizo que las hijas de Cnel. se rieran de mí. En ese momento FONTANA se levantó para defenderme y les dijo “Si don Juan las encontrara a Uds. en medio del desierto ancho y sin camino enseguida encontraría una salida”. Al final todo terminó en risas.

Fragmento del libro “El Molinero” de Clery Evans

 

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