jueves, 10 de octubre de 2024

La pintoresca ciudad de Wuzhen, con sus canales y rincones de postal, queda desierta de turistas ante la ola de contagios por el virus

 

Vista de Wuzhen, turística ciudad de canales china, vacía.

Como cada noche de sábado, la señora Tong acudía puntual a su cita con el escenario flotante para el recital de ópera china. Vestía una túnica rosa con dibujos de serpientes y se deslizaba descalza por la tarima de madera a pesar de las temperaturas bajo cero. Su rosto estaba cubierto con una capa de polvo blanco y un trazo de sombra roja le corría desde las cejas hasta los ojos y mejillas. La voz aguda de la soprano resonaba lejana. La señora Tong no trataba de disimular el playback porque su papel no era cantar, sino interpretar la melodía combinando movimientos de danza con el de las artes marciales, protagonizando un bello espectáculo rodeado de silencio.

No había aplausos, susurros o bostezos. El patio de butacas al aire libre, otras veces vibrante de público, estaba vacío. Tampoco había rastro del habitual barullo en los alrededores porque casi todas las tiendas y restaurantes estaban cerrados. La sobriedad del momento sólo se rompía con algún tosido o carraspera de garganta de los pocos trabajadores que aguantaban con el negocio abierto sabiendo que ningún cliente iba a engordar su caja registradora en la Nochebuena más griposa que se ha vivido nunca en China.

“Normalmente, en una noche como esta deberíamos tener miles de visitantes disfrutando de los espectáculos y de los paseos por el río. Los restaurantes, las casas de té y los hoteles tendrían que estar llenos. Pero ahora esto parece un pueblo fantasma”, explicaba un hombre que regenta un pequeño local de fideos. La señora Tong terminó media hora antes de lo habitual un espectáculo que solo fue visto por el periodista que firma estas líneas y su acompañante. Ella se excusó diciendo que se encontraba muy cansada y que le dolía la cabeza. El hombre de los fideos se acercó y le dijo que le acompañara a su casa, que allí tenía una caja con pruebas de antígenos. “Todo el mundo tiene el virus, seguro que yo he caído también”, soltó preocupada la artista.

Un paisaje desolador el que se quedó en Wuzhen, un pueblo histórico levantado sobre canales hace más de 1.000 años y que es una de las principales atracciones turísticas de la provincia de Zhejiang, al sureste de China, a unos 130 kilómetros de Shanghai. Su proximidad con la gran capital financiera atrae, en un fin de semana normal, a miles de visitantes.

El plan de día suele ser navegar en barcas por los tramos de agua y hacerse selfies desde lo alto de los puentes de piedra con forma de arco, desde donde se aprecia una vista limpia de las casas de ladrillo negro y tejas grises. Por la noche, con todo el paraje iluminado con farolillos, las calles estrechas se llenan de puestos con todo tipo de souvenirs. También hay una buena oferta gastronómica y de alojamiento en casas flotantes. Un planazo para estas Navidades. O eso pensaron algunos de los restaurantes de comida occidental que ofrecían un menú para la cena de Nochebuena y que han tenido que congelar los solomillos de más que habían encargado antes de que la primera ola de contagios sin control sacudiera todos los rincones de China. “Teníamos 18 reservas para cenar y las hemos cancelado todas por el Covid”, aseguraba el gerente de uno de estos restaurantes a orillas del río.

 

 

La Comisión Nacional de Salud dijo que, en los primeros 20 días de diciembre, desde que el Gobierno tumbara la eterna política de confinamientos masivos bajo el Covid cero, en China se habrían infectado casi 250 millones de personas, lo que supone casi el 18% de una vasta población de más de 1.400 millones. La semana pasada hubo incluso un día donde los nuevos positivos, según Sun Yang, subdirector del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades, llegaron a los 37 millones. Hay tantos casos que las autoridades chinas dijeron el domingo que dejarían de publicar el parte diario de contagios como habían estado haciendo los últimos tres años.

Pocos en el gigante asiático se creían estas últimas semanas el recuento oficial de unos pocos de miles de positivos diarios, o que apenas se hayan informado de ocho muertes por Covid este mes cuando los hospitales de muchas ciudades están ya al borde del colapso y en algunas morgues se empiezan a acumular los cuerpos, como se puede apreciar en muchos vídeos que circulan en línea y en los continuos testimonios que están saliendo de los desbordados trabajadores de las funerarias. Esta falta de información oficial ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a presionar a Pekín para que sea más transparente.

El Día de Navidad en Wuzhen apenas estuvo un poco más animado que la noche anterior. Solo unas pocas familias con niños paseaban cuando normalmente un domingo soleado de invierno suele haber empujones para acceder a las viejas calles empedradas. Casi todos los locales seguían cerrados. “No abren porque los trabadores están con fiebre en casa”, subrayaba la señora que lleva el único hotel que estaba abierto de los más de 20 que hay en el famoso pueblo del agua.

Fuera del recinto turístico, la parte del pueblo donde viven alrededor de 12.000 personas, también estaba desierta. Únicamente se veía algo de movimiento en la puerta del centro de salud local, ahora rebautizado como “clínica de fiebre”, porque es donde van a pasar consulta y a por medicamentos los que están infectados y tienen fiebre. Dentro, el empleado que lleva la farmacia dice que no le queda ningún antifebril ni ibuprofeno, únicamente infusiones y medicina china. “A los que llevan más de tres días con fiebre alta los mandamos al hospital de la ciudad más cercana (Tongxiang), pero nos dicen que allí están ya desbordados y que tienen que hacinar a los pacientes en el suelo”, explica el trabajador de la clínica. Las autoridades sanitarias provinciales han dicho que en la región, donde viven alrededor de 55 millones de personas, están reportando más de un millón de positivos diarios.

La situación es más cruenta en los núcleos urbanos más poblados. Solo Qingdao, en la costa este, hogar de 10 millones de personas, los funcionarios locales han dicho que están viendo más de medio millón de nuevas infecciones cada día. En Shanghai, los expertos estiman que a finales de esta semana más de la mitad de los residentes de esta mega urbe de 26 millones de personas ya habrán pasado el Covid, mientras que en Pekín, donde más presión concentrada hay en las unidades de cuidados intensivos, ya hablan de que entre el 60 y el 80% de los 21 millones de vecinos de la capital se han infectado, la gran mayoría por primera vez desde que comenzó la pandemia.

En Pekín cada día salen llamamientos de ayuda a otras provincias para que manden a más trabajadores sanitarios, así como algunos centros han abierto una bolsa de empleo para estudiantes que todavía no se han graduado o médicos jubilados en los últimos dos años. Una demanda de ayuda preocupante porque si esto ocurre en Pekín, que cuenta con los mejores recursos médicos del país, puede ser dramático cuando las olas de infecciones que están por venir exploten en áreas rurales con un sistema sanitario mucho más frágil.

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