Durante el viaje de regreso de la comisión limítrofe, Francisco Moreno comisionó a Koslowsky para recoger un meteorito en Capri-Kaike y trasladarlo al Museo de La Plata.
La primera referencia del meteorito la realizó el explorador inglés Muster en el relato de su memorable viaje por el interior del territorio patagónico. En 1869, Muster se unió a una tribu tehuelche y junto a ellos recorrió la Patagonia de sur a norte, convirtiéndose en el primer blanco en realizar una exploración tan exhaustiva de la región.
Según cuenta una leyenda tehuelche, una madre dolida por la muerte de su hijo deambuló llorando días y noches sin comer y bebiendo en lagunas saladas, buscando acelerar su fin. Pero como la muerte no llegaba decidió emplear sus poderes mágicos. Entonces, tras un matorral de calafate entonó una triste canción y se convirtió en un meteorito.
Desde entonces, los tehuelches, cada vez que pasaban junto al meteorito lo veneraban como a un objeto sagrado, efectuando ceremonias y festividades religiosas. Creían que quien lo levantaba y transportara más lejos alargaría su vida. También realizaban sacrificios de animales.
Koslowsky, guiado por unos aborígenes, ubicó el meteorito de 114 kilogramos junto a unas barrancas.
José Chainy, un tehuelche, fue el entregador de la reliquia, sobornado con 100 pesos, según refirieron indignados sus compatriotas de raza. En su furia, sus congéneres casi lo matan y durante toda su vida fue objeto de reproches. Finalmente, como tocado por una maldición, enloqueció y murió pocos años después.
El meteorito fue incorporado a la colección del Museo de La Plata con el nombre de Kaperr. Fue el primero hallado en la Patagonia que se expuso en Europa. El perito Moreno lo presentó en 1899 en el British Museum de Londres.
Fragmento del libro “El viejo oeste de la Patagonia”, de Alejandro Aguado