miércoles, 11 de diciembre de 2024

Con tan solo ocho años, Afasana se muestra pensativa, cabizbaja; esboza una sonrisa leve, forzada. Ayer llovió, se peina el pelo con el barro, imagina trenzas. Sabe que en 20 días se casará con un desconocido. Su padre le contó la historia como un cuento de princesas, hizo los arreglos y eligió al mejor postor, quien se llevará la mano de su hija por unos 2.300 euros.

Sus respuestas suelen ser escuetas. ¿Estás contenta con tu futuro marido, feliz de tu futura vida? “Al menos podré comer dos veces al día”, afirma. Su padre, Yasee, tampoco levanta la mirada; parece avergonzado. Se coloca el shemagh —pañuelo tradicional— a modo de turbante para paliar los efectos del sol, siempre abrasador. “Claro que no quería hacer esto, pero tras la llegada de los talibanes perdí mi trabajo como barrendero. Tuvimos que venir de Kabul a esta aldea remota de la provincia de Kandahar, donde vivía un tío mío con su familia. En teoría, iba a obtener un empleo en las plantaciones de amapolas para procesar el opio, pero el régimen ha decretado que esta sea la última cosecha, y apenas necesitan jornaleros. Sin dinero, no teníamos otra opción”, justifica.

“Se presentaron varios pretendientes e intenté escoger al más joven. Tiene unos 25 años, parece de buena familia y dice que permitirá a la niña ir a la escuela. Estamos todos tristes; Afasana llora por las noches. Todo irá bien, inshallah (si Dios quiere)”, agrega.

Unicef alertó en noviembre de 2021 del aumento de matrimonios infantiles debido a la “situación desesperada” de Afganistán, agudizada por la pandemia de la covid y la crisis alimentaria. La economía del país ya estaba en crisis, pero, cuando la guerrilla talibán tomó el poder a mediados de agosto de 2021, durante el caótico retiro de las tropas de Estados Unidos, se originó la tormenta perfecta. La comunidad internacional decidió congelar los fondos de ayuda, que suponían más del 75% del presupuesto nacional. Las consecuencias han sido devastadoras en un país asolado por 20 años de conflicto, sequía, crudos inviernos, hambre y, por último, el terremoto que sacudió la madrugada del miércoles 22 de junio el este del país, en la frontera con Pakistán, causando la muerte de más de un millar de personas. Naciones Unidas ha alertado de que la población de Afganistán atraviesa una crisis de desnutrición “sin parangón”, e indica que la cifra de personas que sufre hambre aguda ha aumentado de 14 millones en julio de 2021 a 23 millones en marzo de este año. Más de 3,5 millones de niños necesitan tratamiento nutricional.

Las niñas perdidas
Las historias truculentas se repiten en esta aldea rural de las montañas de Kandahar, corazón de la cultura talibán [no revelamos el nombre exacto de la localidad por motivos de seguridad]. Afshin, de tres años, juega con Afasana. Ella también ha sido vendida, pero todavía no lo sabe. Pone carantoñas, aprieta los labios, sus mofletes rojizos se hinchan, el polvo cubre los ojos. Es periodo de Ramadán, a finales de abril, y el ayuno impuesto por los preceptos del Corán hace que la gente espere con ansia la puesta de sol, para poder comer y beber. Su padre, Rangui, se muestra inquieto. “Escapé de Kunar —otra provincia de Afganistán— asediado por las deudas. Pero me encontraron y ahora amenazan con matarme si no pago los 5.000 dólares [4.700 euros] que fui acumulando entre gastos y el juego, mi debilidad. Un secuaz de mi acreedor llegó hasta el asentamiento y eligió a una de mis hijas como pago”, explica.

Yorian, el cacique de la aldea, recorre un callejón oscuro hasta otra casa. Allí, un recién nacido llora, tan solo tiene 14 días. “Su destino ya está cerrado”, asegura. “A veces se llegan a ofertas, incluso cuando todavía el niño no ha nacido”, explica, mientras muestra orgulloso algunos de los menores de edad que están a la venta. Ellos le rodean y el patriarca les acaricia la cabeza. “Casi todas las familias están dispuestas a llegar a un acuerdo; sus postores lo consideran beneficencia porque les darán una vida mejor. Los precios rondan entre los 500 y 2.500 dólares [300 y 2.300 euros]”, sentencia.

Arreglar matrimonios con niñas menores de edad es una práctica común en varias regiones de Afganistán. La familia del novio paga el dinero para cerrar el trato, y la pequeña, generalmente, permanece con sus padres hasta que cumple al menos 15 años.

Fuente: El País

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