jueves, 28 de marzo de 2024

 

¿Quién lo diría?. Los gobernadores militares empeñados en poner orden en la ciudad, cuidar la moral de la gente y ahora todo tan distinto.

Nadie lo imagina. El Paralelo 42 es la entrada para mucho más que chocolates importados y autos espectaculares. El dinero corre, es moneda fácil y para despuntar los vicios masculinos se abren las puertas de los cabarets, llegan espectaculares vedettes que dicen venir de Caracas, Las Vegas o San Francisco. Los menores, que aún cargan con la prohibición de entrar a los bailes, se disfrazan de hombres para entrar a los salones de fiestas y así… alimentar sus fantasías con el streep tease de las chicas, es cosa de demonios. Los bares recuperan su dominio… día y noche atienden a la clientela, desde jueves a domingo ofrecen espectáculos musicales.

Ahí están con sus jeans, botas tejanas, camisas fileteadas, sombreros de cowboys y mucho dinero; son dueños de la situación y del mundo, fuman puros que encienden con dólares o billetes argentinos, toman mucho wisky, “así… como venían del campo entraban, sudorosos, sucios, con las botas llenas de petróleo; eran simples obreros que vinieron a la aventura, a buscar oro como los piratas, no tenían cultura pero conocían su trabajo, ellos eran jefes de equipo, allá los habían contratado como peones… ganaban mucha plata, cincuenta, sesenta veces más que los de Y.P.F., no les importaba nada… hacían cerrar los bares, los boliches, y el criollo se quedaba… al principio no te gustaba, porque no es cuestión de dinero, es cuestión de humildad”(1).

Desembarcan en Puerto Deseado, las instalaciones les permiten la descarga de equipos y vehículos, “estaban acostumbrados a rutas pavimentadas, anchas, y aquí no, entonces la ruta de Puerto Deseado a Comodoro era de ripio, y unos veinte yanquis se mataron antes de conocer Comodoro” (2).

Los hombres del Lejano Oeste convierten a la ciudad en el Lejano Sur, “Comodoro creció abruptamente, la municipalidad no tenía infraestructura preparada… no sólo vinieron los yanquis, vino gente de todas partes, la carne de cañón en el ‘boom’ fueron los chilenos y bolivianos, no tenían estudios, no eran técnicos y se necesitaban muchos peones, vino gente de Buenos Aires… hubo mucha plata en ese momento, no había casas para alquilar, los hoteles estaban llenos, surgió el Comodoro Hotel, las pensiones estaban llenas, las casas particulares también los recibían en sus días franco… todos aprovecharon para hacer dinero, los otros que no tenían tanta plata necesitaban donde vivir y los precios estaban de acuerdo a lo que ganaban los yanquis, no había donde alquilar, una casa… una pensión… cobraban mucha plata, y no era para tanto; eso provocó desorden edilicio porque la gente se afincó donde pudo”, recordará el artista plástico Nene Oyarzún cuarenta años después.

 

Precisamente, él y su hermano son dueños del bar Las Cinco Monedas, ubicado en la parte alta del barrio Pietrobelli es uno de los favorecidos con la presencia de los yanquis, ahí dale que dale al billar, al metegol y al wisky mientras el Nene dibuja, “a pedido empecé a diseñar motivos gauchescos y flora patagónica para las botas, un americano enviaba los diseños a Estados Unidos, me pagaban muy bien por eso”.

“Yanquilandia”
Los yanquis además de copar la actividad petrolera también se pusieron de moda, “la gente empezó a imitarlos, primero con la ropa… los blue jean hicieron su propio boom, traían sombreros y botas por encargo. También hubo imitación en la música, del Saratoga pasaron a fumar toscano, y de la ginebra y el vinito… al wisky” (3).

Todos quieren ser como los yanquis. A Ovidio Zandomeni, entrerriano establecido en el incipiente barrio Ciudadela, está turbado por tanta imitación, “fue un momento cultural muy difícil, por toda la influencia que tuvieron, a mí me preocupó porque además estaban los chilenos que nos daban ejemplo de amor a su país cuando festejaban el día de la independencia, y los argentinos… nada, entonces fundamos el Centro Tradicionalista Martín Fierro, que primero fue una subcomisión de la asociación vecinal, empezamos a organizar jineteadas, entretenimientos criollos y a festejar las fechas patrias”(4).

Música, alcohol y mujeres
Ahí están, cinco días en el pueblo, después de los dieciocho que pasan en los pozos de petróleo. Cinco días de alcohol y mujeres. En los dos primeros años de la presencia de los yanquis en la ciudad, la municipalidad autoriza habilitaciones de veinte night club, desde el Moulin Rouge al South land y el American Bar tiene su mejor temporada; “los yanquis, han traído a Comodoro Rivadavia la prostitución, la droga, el desprecio al dinero, la borrachería, he visto yanqui prender toscano con 100 dólares; por ellos vinieron muchos prostíbulos y cabaret”(5).

La calle San Martín se llena de carteles luminosos, los coches estacionan en doble fila. Desde la confitería del Gran Hotel, el salón de Gimnasia y El águila la música salta a la vereda con la voz de Elvis Presley, Billy Halley, Nelson Ridle… los músicos locales se animan y forman conjuntos. Los Cometas se encargan de poner en el aire los acordes de jazz, Da Silva, Torrecillas, Manipa, Iglesias y Gabino, con guitarra eléctrica, bajo, batería…; un grupo de estudiantes de 5º año del colegio Perito Moreno forma Los Black Stars, se pintan la cara con betún negro, no está bien que salgan de noche y anden en los bares haciendo música para los yanquis por eso lo hacen “a escondidas de sus padres, visten pantalón crema, corbata y saco rojo, zapatos marrones, camisa blanca, sombrero de paja. El conjunto se forma con piano, contrabajo, batería, guitarra y ocasionalmente un acordeón”(6).

Hay mucho movimiento, y demasiados hombres, “venían a probar suerte mujeres hermosas. Algunas, más tarde, habrían de afincarse en la zona, se casarían con algún enamorado próspero, formarían una familia hasta, en la actualidad, convertirse en abuelas respetables”(7).

El cabaret
Entre tantos cabaret, el Bagatelle es el más famoso y está en el centro, “un día me presentan al señor Monasterio, que era uno de los dueños y le dije: qué lindo convento que se puso” (8). Tiene un pequeño salón con mesas y sillas donde se ubican los clientes; un mostrador y una pequeña tarima como escenario, allí se lucen las chicas con sus streep tease, los grupos musicales y los cantantes.

Artistas nacionales desfilan en los cabarets de la Loma, es un tiempo de festejo. Este grupo está en el Congo Belga. Foto: Ernesto Lagos

Al fondo, pasillo mediante, se encuentran dos filas de pequeñas habitaciones, pero sus dueños aseguran que son dormitorios del personal. La policía controla que no haya menores trabajando, “sabíamos que ahí había menores, dos chicas de 15 años estaban escondidas debajo de una mesa, entra el comisario de la 2ª. y sale golpeado, al de la 1ª le pasa lo mismo, entonces entré yo”, recordará el comisario jubilado Padre Juan Corti cuarenta años; “yo era primer Oficial entré… prendí las luces y me arrimé a la mesa de los yanquis, los dos borrachos, uno se levanta y me quiere pegar, y yo con el revolver le doy por la cabeza y cae, se levanta el otro, y con mis zapatos de aeronáutica, le doy un golpe en la barriga y lo tiro alsuelo, levanto la mesa y agarro las dos chicas de 15… un silencio de tumba… las llevo a la comisaría. Esto fue en el año 1960(9).

El Bethy Hei, Congo Belga, Cuartito Azul, del Mono, Maracaibo y otros se ubican en el barrio Jorge Newbery –en La Loma-. Las ‘coperas’ (10), recorren las mesas tentando a los clientes. La ciudad es una fiesta.

Las ‘chatas’ al mar

En 1963 hay un nuevo Presidente de la Nación y tiene otros planes para la actividad petrolera. Las empresas yanquis deben irse, “tiraron las chatas al mar porque el contrato lo especificaba, no se podían vender, decían que era para preservar la industria nacional, los demás materiales los tiraron al mar, o hicieron fosas inmensas y los enterraron”(11).

El cura Corti, que tiene buenas relaciones con la empresa italiana Saipem, consigue la donación de 86 traileres, “tiran todo al mar, en cualquier parte de la costa, gastar dinero para llevarlo no les convenía, y ese para mí es una ley estúpida de la aduana, porque hubieran vendido todo eso o regalar, yo tardé tres años para nacionalizar los traileres… yo utilicé 15 para hacer el colegio, los demás se los di a los otros colegios salesianos de la Patagonia”.

Los yanquis se fueron y con ello un proyecto petrolero, “se lamentaban los que ganaron mucha plata, pero la otra gente que veía que eran dominadores, que despreciaban a la Argentina, esos eran contentos que se habían ido, es decir, para mi Frondizi hizo una gran obra, la de levantar ésto mediante el petróleo pero cometieron el error de no elegir las compañías”.
Para el 2000, los yanquis son un recuerdo en la ciudad.

 

Fragmento del libro “Crónicas del Centenario” editado por Diario Crónica en 2001

(1) Nene Oyarzún. Entrevista de Crónica, mayo de 2000.

(2) Nene Oyarzún. Entrevista de Crónica, mayo de 2000.

(3) Héctor Nene Oyarzún.

(4) Ovidio Zandomeni. Crónica 10 de noviembre de 1996.

(5) Juan Corti. Entrevista de Crónica, octubre de 2000.

(6) Marcos Budiño. “Comodoro Rivadavia después”. Edic. 1994.

(7) Saccomano. Radar de Página 12.

(8) Juan Corti.

(9) Juan Corti.

(10) Coperas: mujeres que incitan a la consumición de tragos.

(11) Héctor Nene Oyarzún.

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