El pronóstico habló de lluvias por la tarde y el cielo, de un color plomizo, amenazaba con arruinar la Nochebuena de Buenos Aires. Sin embargo, bajo el lema Ninguna familia sin Navidad, alrededor de 1.000 voluntarios del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y otras organizaciones sociales, se reunieron después del mediodía en la Plaza Congreso para preparar las mesas y servir la cena navideña a unas 4.000 personas en situación de calle, 1.500 más que un año antes.
A las siete de la tarde, las 200 mesas, acomodadas en forma transversal al edificio del Congreso argentino (como para que nadie le dé la espalda), ya estaban cubiertas con manteles blancos, azules y floreados. La plaza se iba poblando de gente: familias, amigos, personas solas o en pareja, llegaban caminando con bolsos, cochecitos de bebés y changuitos. “Si yo no venía a esta cena, esta noche iba a estar solo”, fue una frase que repitieron varios.
La cena que organiza el MTE desde hace siete años cada vez convoca a más gente. El 40,1% de la población argentina es pobre y casi el 10% es indigente, es decir, ni siquiera tiene ingresos suficientes para comer. Es una cifra muy alta, pero que se prevé que aumente aún más en los próximos meses, cuando se sientan los efectos del duro recorte del gasto público decretado por el nuevo presidente, Javier Milei.
Según el primer censo a nivel nacional de personas en situación de calle realizado por el MTE, Nuestramérica Movimiento Popular y la Universidad de Buenos Aires, hay 9.440 personas sin hogar en Argentina, de las cuales 8.028 están en la ciudad de Buenos Aires y 909 son menores de edad. Este número triplica los arrojados por el censo nacional de 2022 y el informe del pasado abril del Ministerio de Desarrollo y Hábitat municipal.
La preparación de las comidas está a cargo de las cocineras de los comedores populares que ofrecen en distintos barrios de la ciudad y del conurbano. Además, ofrecen duchas móviles que instalan sobre la calle Hipólito Irigoyen y peluquería. Voluntarios cortan el cabello. Desde las 5 de la tarde hasta la cena, alrededor de 100 personas pasaron por allí.
“Quedé como nuevo”, dice Antonio haciendo un gesto de parodia a los modelos publicitarios. Es de Misiones, tiene 54 años y llegó a Buenos Aires cuando era adolescente para trabajar en la construcción, oficio muy común entre todos los entrevistados de esa nota. “Cuesta mucho conseguir un empleo estable en este rubro”, explica, mientras una voluntaria le está cortando y peinando su cabello canoso y grueso. Vive en la calle desde hace 30 años, cuenta.
La gente se reía y se hablaba de mesa a mesa. Algunos se conocían de antes. Mientras tanto, los voluntarios, gente de todas las edades, aunque mayormente joven, corrían con bandejas en sus manos, haciendo equilibrio para que no se les cayeran. Hacían largas filas para retirar las bebidas y las comidas de las carpas. Todo fue mucho más de lo imaginado.
En una de las mesas, había una pareja conversando y dos asientos vacíos, con mochilas pequeñas y abrigos. “La verdad es que esto es muy lindo para nosotros”, dice Jimena, de 23 años, Su vestido rojo contrastaba, bajo la luz de los reflectores, con su cabello negro y su sonrisa muy blanca. Alquila una habitación junto a sus dos hijas, de 2 y 6 años, que estaban jugando con otros chicos. Había un área infantil, especialmente preparada con inflables, peloteros y una carpa llena de golosinas y paquetes de colores que Papá Noel repartiría a medianoche. La crisis actual afecta con especial crudeza a los niños: el 56% de los menores de 15 años son pobres.
Emanuel, de 28 años, es su pareja y estaba sentado a su lado. Aclararon que hace poco que estaban juntos y que actualmente vive en la calle porque no tiene dinero para alquilar. “Soy albañil, pero no tengo trabajo fijo. Hago “changas” (trabajos informales y temporarios) por los que me pagan muy poco. Algunas veces me permite alquilar una habitación, pero sólo por un día o dos”, explicaba con una sonrisa resignada.
Mientras anochecía, la amenaza de la lluvia parecía quedar lejos. La gente esperaba la llegada de la cena, charlando y riéndose. En el aspecto cuidado de sus apariencias, su ropa y su calzado, muchos de ellos mostraban la importancia que le daban al encuentro y la dignidad que les hacía sentir. “No nos ven. Para mucha gente no existimos”, dice Adela, una mujer de 75 años. Con la mirada cansada, dice agradecer a los movimientos sociales estas cosas que hacen porque el sistema los invisibiliza.
A las 20.30, los voluntarios salieron en manada y se dirigieron a las mesas asignadas. Usaban un delantal negro con una leyenda en color blanco: Ninguna familia sin Navidad. Se acercaban y saludaban en forma individual a cada uno de los comensales de la mesa que les había tocado. Les preguntaban sobre sus vidas, sus historias, se sentaban a su lado, se reían, los llamaban por su nombre, se tuteaban y se creaba un vínculo que hacía sentir mirada y cuidada a las personas.
“Esta comida es un lujo”, agradecía Emilio, mientras cortaba el matambre al horno con ensalada que le habían servido. Además de eso, había empanadas, sandwiches, queso y tomates cherry de entrada. El plato principal consistía en pollo con ensalada rusa y ensalada de arroz y de postre había una variedad de tortas y pan dulce. El financiamiento de este evento provino de donaciones de dinero y materiales de personas que aportan según sus posiblidades.
En la calle desde los 9 años
El trato en las mesas era amable, gracioso, no se registraba tensión. Al lado de Emilio, estaban sentados Rosalía y Javier, una pareja muy joven, junto a sus tres hijas de 8, 6 y 3 años. Son de Carlos Spegazzini, un barrio del conurbano bonaerense y desde allí vinieron a compartir la Nochebuena con los demás. “No tengo un peso para hacerle regalos a las nenas y pensamos que esta cena las iba a ser muy feliz”, dice Javier con seriedad.
“Después de mucho tiempo, logramos hacernos una casita, en un terreno de mi viejo. No podíamos vivir más en la calle”, agrega Rosalía. Javier conoce lo que es vivir en la calle: lo hizo desde los 9 años. Su mamá lo abandonó y, hace poco, se reencontró con ella y dos hermanos menores. “Yo quiero que mis hermanos estudien, que no vivan lo que yo viví, por eso los traje a mi casa”.
Cerca de las 21, nadie se acordaba de la lluvia. Las mesas estaban repletas. Tenían capacidad para 10 personas pero, en muchos casos, lo excedía. A este clima de fiesta se sumó la música en vivo que sonaba en el escenario: folklore, tango, cumbia y rap se alternaban y la gente acompañaba con aplausos. El momento de más repercusión fue cuando subió a escena Santiago Motorizado, compositor de rock nacional con letras comprometidas y populares.
Juan Grabois, fundador del MTE, se acercó al finalizar el recital. Se lo veía contento por el resultado cada vez más importante de una nueva convocatoria y dijo que mira el futuro “como Dante cuando entró al infierno con Virgilio: se fueron perdiendo algunas esperanzas, pero la firmeza y los ideales de pureza son los que nos van a sacar adelante”. Luego de hacerse fotos y abrazarse con la gente que se le acercaba, entró a la carpa y se puso a trabajar con los voluntarios que preparaban los platos de alimentos.
“¿Qué quieren decir con estar en situación de calle?” pregunta en forma retórica Gustavo, sentado con cuatro amigos en una mesa apartada. “Si uno tiene que elegir entre comer y alquilar, ¿es situación de calle?”, preguntaba indignado. No le gustaba el término. Se expresaba con un vocabulario muy correcto. A su lado, estaba “Jackie Chan Tung” (juego de palabras que se asocia al lunfardo “chantún”,informal, tramposo), un hombre de más de 50 años, que se nota que ha leído mucho y canta tangos con voz muy entonada. Se presenta como amigo de María Kodama y, ante las risas del resto de la mesa, los desafió a que busquen el video donde lo demostraba.
Madres solteras
Las mujeres y su rol de cuidadoras se sigue reflejando en la enorme cantidad de madres solas con hijos pequeños que había. La mayoría de ellas vienen de haber vivido en la calle hasta hace poco tiempo. También había muchos hombres en edad económicamente activa que no están trabajando. “Es que no te toman por la edad o te quieren pagar una miseria.”, coincidieron varios entre 35 y 55 años.
El cronograma de la cena se fue cumpliendo a la perfección. Cerca de las 23, se sirvieron los postres y mucha gente se lo llevaba para el día siguiente. A la cena no sólo fueron personas con problemas habitacionales. También asistieron jubilados y jubiladas como María, de 65 años, que explicó que “La inflación me comió la jubilación. Me duró una semana”, dice María y agrega. Vine para no estar sola y compartir la cena”.
Mientras la banda de cumbia, Cenizas, interpretaba clásicos de ese género, la gente se levantaba de las mesas a bailar. Niños con niños, mujeres entre sí, hombres con mujeres, hombres con hombres, todos bailaban en la Plaza Congreso al ritmo de. “Dame cumbia”. Papá Noel apareció entre la gente y los niños se excitaron al verlo. Cayeron las primeras gotas de una llovizna fría pero que nadie registró. Los niños se agolparon frente a la carpa donde estaban los regalos y se iban con las manos repletas de bolsas. Cuando la llovizna tomó fuerza, las madres desfilaban con sus cochecitos y una cadena de chicos tomados de la mano detrás de ellas.
Faltando 15 minutos para la medianoche, la lluvia era fuerte y apareció en el escenario Juan Grabois, lider del MTE, para saludar y animar a la gente a quedarse y brindar. Mencionó la trascendencia religiosa de la fecha para los que creen y criticó el recorte de derechos que prepara el Gobierno de Milei.
“Nosotros respetamos, pero también vamos a hacer que nos respeten”, repitió dos veces” y el saludo navideño se transformó en una arenga en la que destacó que se mantendrán en pie de lucha y que enfrentarán en las calles al poder si quiere avasallarlos. Unos segundos antes de las 12, invitó a todos a abrazarse con quien estuviera al lado. “Como todos los años se armó la Navidad en el Congreso para familias en situación de calle, hasta que un día no haga más falta. Brindo por el compromiso inmenso de los compañeros y compañeras de los movimientos sociales. Feliz Navidad a todos!”, concluyó. La gente lo aplaudió, se abrazó y comenzó a desconcentrar hasta la próxima Navidad.
Fuente: El País