Para los que vivimos en los pueblos del noroeste chubutense la historia regional no se
puede escindir entre los pueblos de Chubut y los de Río Negro, aquellos que integran la
Comarca Andina del Paralelo 42º, e incluso los de la Comarca Los Alerces.
El desarrollo de los mismos y la integración que naturalmente se daba caracterizaron un
“estilo de vida” que quizás aún perdura. Con esto quiero decir que un hecho histórico, por
ejemplo, de El Bolsón, no resulta indiferente o ajeno a los pueblos chubutenses y viceversa.
Es por ello, lectores de La Voz de Chubut, que hoy quiero tomarme la licencia de hablar
un poco de El Bolsón de antes a través de los recuerdos de un niño que nos ilustra cómo
vivió ese Bolsón en sus primeros años, pero que fueron los años en los que esta hermosa
ciudad de nuestra comarca se fue transformando de una aldea familiar al pueblo pujante que
resultó.
Es así que Fernando Chironi, el niño de aquel entonces nos relata: “Mi abuelo, Enrique
Fernández, llegó a El Bolsón en la década de 1920. Provenía de Buenos Aires y se radicó
en el pueblo en búsqueda de un mejor clima para su organismo. Fue designado unos pocos
años después de llegar Juez de Paz de la localidad, cargo en el que se desempeñó hasta
1963.
El Juez de Paz y como tal era muy consultado y respetado por la población. Además, era el
encargado del Registro Civil, de modo que allí se asentaban los nacimientos, casamientos y
defunciones de la población. No había en ese tiempo tanta conflictividad como la que hay
hoy día. En el Juzgado de Paz se solucionaban muchos problemas de vecindad y el Juez
actuaba como un amigable componedor. En el mismo edificio del Juzgado estaba la casa
oficial del Juez donde mis abuelos vivieron hasta que él se jubiló. De modo que allí pasé
muchas horas de mi infancia.
Se casó con Zoila Barría, integrante de una arraigada familia de la zona. La hija mayor del
matrimonio, María de los Ángeles, es mi madre. Mi padre, nacido en San Antonio Oeste,
estudio magisterio en Buenos Aires y luego de recibido fue destinado a distintas escuelas de
la Provincia. Entre ellas fue maestro en Chacay Huarruca, paraje ubicado entre Ñorquinco y
Pilcaniyeu y solía venir a El Bolsón, donde conoció a mi madre. Se casaron en febrero de
1948, y la ceremonia religiosa se realizó en el Hotel Piltriquitrón porque en ese tiempo aún
no estaba construida la capilla, en el lugar de su actual emplazamiento.
Nací en el Hospital de El Bolsón, pero los dos primeros años de mi vida transcurrieron en
Chacay hasta que mis padres se mudaron definitivamente a El Bolsón. Los recuerdos que
tengo son entonces los de un niño que cursaba la escuela primaria, en un pueblo que no
tendría más de dos o tres mil habitantes, donde todos nos conocíamos. Salvo la avenida San
Martín, las demás calles raramente tenían nombres, o al menos no los conocíamos o no eran
utilizados. Las referencias para ubicar a un lugar eran “al lado de” o “enfrente de”. No
había en ese entonces ninguna calle asfaltada, todas eran de tierra y poca gente disponía de
un medio de transporte automotor propio. Eran muy pocas las familias que contaban con un
automóvil para trasladarse. Las distancias, pequeñas o grandes, se cubrían a pie, a caballo,
en sulky.
Las escuelas eran la Nº 30 (actual 270) y la Escuela Hogar, que tenía un régimen de
internado para chicos de El Bolsón y para habitantes de parajes cercanos. También estaba
una Escuela Monotécnica, pero no sé qué alcances tenía. Por muchos años el director de la
Escuela 30 fue don Francisco Camargo y a él lo sucedió don Santiago Manuel Gandolfo.
La mayoría de los niños del pueblo íbamos a esa Escuela y el período escolar era de
septiembre a mayo. Por tanto, las vacaciones eran de junio a agosto incluido. En el verano
había un pequeño receso para las fiestas.
Mi padre, Juan Fernando, era maestro titular de 3er. Grado (actual 4to.). Recuerdo a otros
maestros de esa época: la inolvidable maestra de Jardín de Infantes Elvira Guasco, Angelita
Fernández, Jovita Azcona, Chola Castro, hermanas Honorato, José Matías Otero. A fines de
los años 50 se construyó la Escuela 140, en el entonces llamado Barrio Obrero. Mi padre
fue su primer director y además colaboró en la construcción de la misma, aportando su
trabajo para ello. También mi padre fue director de la Escuela de Adultos, que funcionaba
en horario vespertino en la Escuela 30, hasta que fue trasladado a Viedma en el año 1963.
En esa época no había colegios secundarios. Los que terminaban la escuela primaria y
querían continuar los estudios tenían que ir a Esquel, Bariloche, General Roca o
directamente a Buenos Aires. Esto cambió en el año 1963 con la creación del Instituto José
Manuel Estrada.
La conexión del pueblo más utilizada era con Bariloche y con El Maitén, adonde
concurríamos a abordar “el trencito” o “la trochita”. En todos los casos, y sobre todo con
Bariloche, los caminos eran dificultosos de transitar, muy sinuosos y se insumían varias
horas para llegar de un punto al otro. La lucha por conseguir que el camino se asfaltara duró
décadas y se consiguió gracias a la perseverancia de muchos pobladores de El Bolsón.
Tampoco había televisión ni teléfono. En el correo existía un servicio de radio teléfono al
que se le asignaban turnos semanales en los que si se tenía suerte se podía lograr alguna
comunicación luego de horas y días de demora. Obviamente, tampoco había red interna de
telefonía. Si tenías que dar un mensaje o requerir alguna respuesta no había otro medio que
la comunicación persona a persona.
No había emisoras de radio y las que se escuchaban eran casi todas chilenas. De noche se
podía “pescar” alguna radio de Buenos Aires, como Belgrano o Splendid, pero tenía sus
dificultades. Recuerdo en la casa de mis abuelos que estaba instalada una altísima antena
con la que se podían escuchar por la noche las noticias del país. Pero las noticias del pueblo
sólo circulaban boca a boca. Los diarios de Buenos Aires llegaban con el tren a Bariloche y
de allí venían a El Bolsón. Recuerdo haber acompañado a mi abuelo Enrique al Correo a
buscar un miércoles el diario del domingo anterior, que él leía después con avidez. Las
noticias corrían con lentitud, no con la vertiginosidad de nuestro tiempo.
Había un par de librerías adonde llegaban revistas para los mayores y también para los
menores. Recuerdo la librería de Antolín Díaz y casa Prytula en el otro extremo del pueblo.
También la Escuela 30 tenía una biblioteca donde podíamos conseguir libros en préstamo.
La recreación por esos años pasaba por distintas actividades. El club El Refugio cumplía un
papel muy importante, tanto para adultos como para los chicos. La cancha de pelota a
paleta permitía jugar todo el año, ya que era cubierta, y de hecho nosotros pasábamos varias
horas del día allí. En los veranos la mayor atracción estaba dada por la posibilidad de darse
un chapuzón en el río, en algunos de los pozones que se formaban y que cambiaban de
lugar de tanto en tanto. La Escuela Hogar tenía una piscina natural que se había construido
con un desvío del río. En el invierno muchos de nosotros disfrutábamos del esquí en el
Piltri, gracias a la generosidad y entrega de algunas personas que nos posibilitaban el
acceso y que nos enseñaban a esquiar. En particular recuerdo a Albrecht Rudolph y su hijo
Gerardo, Mario Marqués, Albino John, entre otros. Solíamos ir los sábados después de
almuerzo y subíamos a pie durante tres horas hasta llegar al refugio. Más adelante algunas
veces los Rudolph nos llevaban por el camino hasta un poco más de la mitad del cerro y
después caminábamos una hora. Mirado ahora parece un gran sacrificio, pero nosotros lo
hacíamos con gusto y como algo habitual. Por la noche nos hacíamos señales con un
“Petromax” con la gente del pueblo, para hacer saber que estábamos bien. No había otra
forma de comunicarnos. Esa actividad se completaba con viajes a Esquel o Bariloche para
competir o mejorar nuestro esquí.
Los grandes acontecimientos sociales de la época eran los bailes de fin de año, la cena de
los libaneses en noviembre y el baile del Club Andino para la misma época. También
estaba el cine Amancay, donde ahora hay un supermercado, que proyectaba películas los
sábados. Lo administraba Mario Guasco y algunos domingos por la mañana pasaba
películas de dibujos animados sin costo para los niños.
Los comercios más importantes que recuerdo eran Casa Azcona, La Central, La Bolsonesa,
Farmacia El Cóndor.
No había actividad turística, ni el pueblo contaba con servicios para recibir visitantes.
Apenas existían algunos hoteles, como el Piltriquitrón o el Argentino, pero no recuerdo que
hubieran restaurantes, salvo en este último.
En los años sesenta empezaron a llegar los “mochileros”, primer indicio del atractivo
turístico que podía tener potencialmente en la zona. También recuerdo que empezaron a
pasar buses turísticos que hacían el trayecto Bariloche-Esquel y que tenían una parada al
mediodía en El Bolsón. Eso motivo que empezaran a aparecer servicios de alojamiento
como el Hotel Amancay restaurante Don Diego de los Guasco.
El desarrollo turístico importante empezó después, cuando yo ya no vivía en El Bolsón y
cobró impulso definitivo con la pavimentación de la ruta a Bariloche y Esquel.
En 1961 fui a cursar el último grado de la primaria a Buenos Aires y volvía en los veranos,
hasta que mi padre fue trasladado a Viedma a principios de 1963. No obstante volvía a El
Bolsón donde vivían mis abuelos por varios años más”.
Muchas gracias Fernando por tus recuerdos.
Por Marcelo Daniel Giusiano, para La Voz de Chubut
*El Dr. Fernando Chironi comenzó su carrera política como afiliado a la Unión Cívica Radical, fue concejal e Intendente de la Ciudad de Viedma, Diputado Provincial de Río Negro, Ministro de Gobierno y Diputado Nacional por la provincia de Río Negro