Alrededor de 4,6 millones de personas en Guatemala enfrentan inseguridad alimentaria, según indica la ONG Oxfam, y su situación está amenazada también por los efectos del fenómeno de El Niño, que en años anteriores ha causado pérdidas en los cultivos de maíz y frijol, fundamentales para la subsistencia de las familias más vulnerables. La perspectiva climática oficial señala una “probabilidad significativamente alta” de que El Niño pueda formarse en entre mayo y julio próximos. El fenómeno se caracteriza por condiciones extremas: altas temperaturas y sequía, o inundaciones que afectan principalmente el corredor seco, una región semiárida en Centroamérica más susceptible de padecer sequías o inundaciones, dependiendo del comportamiento de las lluvias. Hasta ahora, la agencia meteorológica estatal pronostica una temporada lluviosa “normal”.
Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera que sola presencia de El Niño es una amenaza para la agricultura, independientemente de su intensidad; fenómenos débiles han causado pérdidas considerables en el sector agropecuario. En 2018, provocó una canícula prolongada y ausencia de lluvias por hasta 40 días, lo que derivó en pérdidas por 44 millones de dólares en la producción de maíz, según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.
“Las condiciones climáticas son más bien un agravante adicional a la desigualdad, exclusión y falta de políticas económicas productivas para favorecer el desarrollo de las personas en situación de pobreza, principalmente las que viven en las áreas rurales”, mantiene el investigador de la Universidad Rafael Landívar Raúl Maas.
Desde los territorios rurales, se reporta el aumento de casos de desnutrición aguda y al 23 de abril, las autoridades sanitarias confirman la muerte de seis niños menores de dos años, como consecuencia del déficit alimentario, dos de ellos tenían signos clínicos de Kwashiorkor. En 2022, la desnutrición aguda causó la muerte de 18 niños y niñas menores de cinco años, según datos oficiales.
Hasta mediados de abril, se registra un incremento de 2.287 casos (44 %) de desnutrición aguda respecto al año anterior, de acuerdo con los reportes del Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Siinsan) del Ministerio de Salud. Los casos de desnutrición van en aumento, precisamente en las áreas que han reportado pérdidas por El Niño.
“La población que ya está en una situación de inseguridad alimentaria precaria, que requiere apoyo estatal y de otros actores para acceder a la alimentación básica, se verá afectada por el fenómeno de El Niño”, señala Iván Aguilar, de Oxfam Centroamérica. El Ministerio de Agricultura dispone de programas de seguro agrícola, estipendios y semillas mejoradas, con un presupuesto cercano a los 20 millones de dólares para este año.
Se desconoce la magnitud y el alcance territorial del impacto de El Niño, pero si se toma en cuenta la experiencia de otros años, sabemos que el corredor seco será uno de las regiones con mayores complicaciones, añade. El corredor seco representa un 10% del territorio total de Guatemala, el 80% de sus habitantes viven en condición de pobreza y un 30% en pobreza extrema. En esa región, como en otras del país, se carece de abastecimiento de agua y el acceso a servicios de salud y educación, es limitado, y en muchos casos los proveen organizaciones de ayuda humanitaria.
Antigua Al Rescate (AAR) es una de las organizaciones que brinda asistencia a las familias en el corredor seco que viven en inseguridad alimentaria. Su programa de recuperación nutricional ambulante atiende cada mes a unas 278 familias, cada cual con uno a tres niños bajos de peso. “Estamos en la peor temporada, de mucho calor y ante un escenario de sequía o deslaves por las lluvias”, advierte Sofía Letona, de AAR.
Los políticos y el hambre
La campaña política, rumbo a las elecciones generales del próximo 25 de junio, lleva cierto alivio a algunas comunidades en condición de pobreza. Algunos partidos regalan víveres, utensilios o dinero que suponen un paliativo para las familias que, por ejemplo, no alcanzan a reunir 30 dólares para comprar dos botes de leche en polvo con los que se alimenta a un bebé durante un mes, relata Letona. En su informe presentado esta semana, la Misión de Observación Electoral de Guatemala reporta dos casos de entregas de alimentos que pertenecían a programas sociales de las municipalidades, en los que participaron trabajadores públicos, durante actividades de campaña.
Aguilar considera que la mayor afectación se observará a finales de 2023 y durante el próximo año, cuando se agoten las reservas de granos básicos y se experimente el bajo rendimiento o pérdida de las cosechas. Perder el maíz y el frijol compromete a las familias rurales, sobre todo si se tiene en cuenta que el maíz ha duplicado su precio en los últimos cinco años.
El agravamiento de las condiciones de vida coincidirá con el relevo de gobierno en Guatemala, lo que trae consigo una profundización de las debilidades institucionales para responder a las necesidades de la población, apunta Letona, ya que cada gobierno cambia a mucho del personal técnico que ya conoce las necesidades del país y cómo funcionan los programas de asistencia social.