viernes, 17 de enero de 2025
Galpón de Francisco Wodika donde funcionó la primera Escuela Nacional N 149

La educación primaria, inicialmente fue impartida en la Aldea Escolar, llamada Buenos Aires Chico, donde fue fundada la primera escuela Nº 31, de adobe, construida por los pobladores del lugar, en el año 1920.

Los alumnos llegaban a caballo, en sulky, o caminando. El nombre de algunos docentes, como doña Margarita y don Antonio Borsella, y luego el de sus hijos, ha quedado guardado en la memoria de sus habitantes, con gran reconocimiento. Con la llegada del ferrocarril, fue necesario abrir una escuela en el nuevo pueblo.

Escuela Nacional N 31, década del 30

A partir del 4 de septiembre de 1941, empezó a funcionar en el primer piso de un galpón de chapas, al que se llegaba, por medio de una escalera exterior. Era propiedad de don Francisco Wodika.

De inmediato los ferroviarios, empezaron a construir la escuela, que fue el producto del trabajo y también del aporte de muchos de ellos.  La obra fue dirigida por don Andrés Quaia. Con gran esfuerzo y entusiasmo, lograron terminarla en poco tiempo. Constaba de dos amplias aulas de material, separadas por un tabique de madera; la dirección y la vivienda para el director.

A la entrada, la bronceada campana, nos daba la bienvenida, y al frente, se erguía el mástil, donde flameaba orgullosa la bandera argentina.

Estaba rodeada de un amplio y arbolado predio, lugar destinado a los juegos, los deportes y las reuniones infantiles. Hoy son recuerdos imborrables. Esta Escuela Nº 149, luego N° 147, perteneció al Consejo Nacional de Educación, y fue inaugurada el 12 de octubre de 1942.

Inauguración de la Escuela Nacional N 149, año 1948

La Cooperadora que se organizó, tuvo una comisión honoraria, integrada por los señores: Bruno Thomae, Abraham Breide, H. Sarquis, Teodoro Horisznij, Mauricio Mackinon, Raúl Darcet, Francisco Wodika, Paulino Calderero, Andrés Quaia, Sergio Gaite, Manuel Ballano, Pedro Mossini y Cristo Karalis.

Es digno de mención, don José Bereszniuk, obrero ferroviario que donó su póliza de vida a esa Cooperadora.

El primer director fue Domingo Castillo, quien sólo con su presencia imponía respeto. Le sucedieron en el cargo, Alberto Viboud, afable y de buen carácter; Pedro Ramón García, que se destacó por ser muy exigente y activo. La señora Sara Pellenc de Sánchez, finalizó esta gestión en el orden nacional, en el año 1963.

A partir del 1 de octubre de ese mismo año, esta institución fue transferida a la provincia del Chubut, con el número 22. Se trasladó a un moderno edificio.

La señora de Sánchez, que llegó de Entre Ríos, siendo una joven docente, continuó en la nueva escuela, hasta su jubilación.

Además, cómo no recordar también a aquellas primeras maestras, que con vocación y entusiasmo; sorteando las dificultades propias de esos años, impartieron los conocimientos de la primera etapa escolar.

Nuestras madres, fueron las que nos iniciaron en el aprendizaje de las tareas hogareñas y también en algunas manualidades, como bordado, costura, tejido.

Preocupado por la educación de los adolescentes, que no contaban con mayores oportunidades, el padre Urbano, fundó la escuela secundaria “Fray Luis Beltrán”, que abrió sus puertas el 11 de septiembre de 1967, en el edificio de la ex escuela N° 147. Actualmente lleva su nombre, como merecido reconocimiento a su labor.

Inauguración de la Escuela Secundaria instituto Fray Luis Beltrán – 1967

Dependió del Obispado de Comodoro Rivadavia, hasta el año 1987, luego fue transferida a la Provincia, como Escuela Nº 726.

Se inició con la colaboración ad-honorem, de quienes éramos docentes de esa localidad y también de doña Rosa de Vizcay, directora jubilada de Ingeniero Jacobacci, quien se desempeñó como secretaria, colaborando en la organización de este nuevo establecimiento; tan necesario para completar la educación de los hijos de este pueblo.

Anteriormente, al concluir la etapa primaria, los jóvenes que deseaban continuar estudiando, debían trasladarse a ciudades alejadas, lo que implicaba un gran sacrificio para las familias. No obstante, varias tuvimos la posibilidad de graduarnos como maestras.

Al regresar, a esas mismas aulas, con gran satisfacción, asumimos la responsabilidad de educar a las nuevas generaciones, y también a los adultos, empleados del ferrocarril, de la policía, del correo, amas de casa, adolescentes, que necesitaban su escolaridad.

Fragmento del libro “Maitén, albergue de la trochita”, de Ángela Accomazzo de Vizcay

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